Lengua de Trapo, Madrid, 2009, 205 pp, 18,60 €
Recaredo Veredas
Podría parecer que Todos crecen menos Peter (galardonada con el premio de ensayo Caja Madrid) sólo posee interés para incondicionales de la vida y obra de James Mathew Barrie o para aquejados por el síndrome de Peter Pan, que buscan la causa de la denominación de su patología. Sin embargo, esta obra puede apasionar, incluso, a quien sólo conoce “Nunca Jamás” por la película de Disney. Porque, al margen de su valía literaria, Peter Pan es un mito que, como los grandes personajes shakespearianos, define y delimita sentimientos irremediables de la naturaleza humana. Un mito que, como tantos otros -como Drácula, por ejemplo-, ha superado a la obra que le concedió vida. El interés, ya puramente narrativo, de la obra de Silvia Herreros de Tejada parte desde la pregunta planteada en el título, que afirma la excepcionalidad del protagonista: un joven llamado Peter, por motivos desconocidos, no crece. Las siguientes 205 páginas se dedican a averiguar, con el rigor de la mejor investigación policiaca, las causas de tan extraño deseo, designio o patología.
Silvia Herreros de Tejada aborda una doble perspectiva: la del creador y la de su personaje, irremediablemente unidos en este caso, estableciendo un paralelismo que se apoya en interpretaciones psicológicas sumamente plausibles, que huyen de los delirios en los que, con frecuencia, cae la crítica literaria más psicoanalítica. No se desliza en enlaces forzados cuya indemostrabilidad, lógicamente, se ha incrementa aún más con el transcurso de las décadas. Además es un excelente estudio de la relación que mantiene la vida del autor con su obra, de los vínculos conscientes e inconscientes que siempre existen y han existido, lo pretenda o no el creador. El análisis técnico también resulta interesante, ya que muestra lo manipulables, lo moldeables que resultan los criterios y los cánones literarios.
Un hombre de cuarenta años que busca la amistad de unos inocentes niños es contemplado, irremediablemente, ahora y hace un siglo, como un pervertido. Y con frecuencia lo es. Sin embargo, Silvia Herreros de Tejada demuestra que Barrie constituía una excepción. Su búsqueda de amistad infantil, determinada por carencias físicas y psicológicas, era plenamente sincera, casi irremediable. Sin embargo, fue víctima de los prejuicios sociales, que consideran determinadas conductas intrínsecamente perversas, aplicando patrones inamovibles. El triste destino de los hermanos Llewelyn acentuó aún más la leyenda negra, dulcificada por la mirada de Hollywood. Barrie, al menos, construyó un mito con su desgracia. No consiguió la inmortalidad, la eterna juventud que tanto anhelaba, pero sí logró que su obra haya merecido un reconocimiento insólito: que sus derechos no caduquen –como ocurre con cualquier otro autor- setenta años después de su muerte, sino que permanezcan siempre vivos.
Todos crecen menos Peter también posee un fuerte componente narrativo. Contemplamos, por ejemplo, el tremendo riesgo asumido por Barrie en el estreno de la versión teatral de Peter Pan. Hace que nos impliquemos plenamente en el suspense, en la consecución de ese logro mágico materializado tras años de trabajo, de preparación previa que incluyó la creación de ese hermoso boceto es El pajarillo blanco. Lentamente, conforme transcurren las páginas, nos alejamos de Barrie y nos aproximamos hasta el personaje. Hacia el análisis de un mito que merece tantas interpretaciones como el mismísimo Hamlet. ¿Peter no puede crecer o no quiere hacerlo? Bajo la apariencia de una obra infantil nos hallamos frente a una terrible historia de amor y egoísmo que sustenta un conflicto irresoluble: su protagonista no es ni adulto ni joven, ni niño ni viejo. Es un ser que nunca morirá y cuyo grito de guerra es, sin embargo, “Morir será una aventura maravillosa”. Y no sería nada sin su antagonista, sin Garfio. Silvia Herreros de Tejada incluye un análisis exhaustivo de la temática del doble, de la complejidad del héroe y su irremediable complementariedad con un villano sin el que carecería de sentido: representa su sombra, ese lado siniestro que todos poseemos y del que Peter, por su obcecada negación al avance, se ha desprendido absolutamente.
Aparecen hipótesis sumamente oscuras, como la muerte de Peter Pan poco después de su nacimiento, que provoca su condición fantasmal. Lo que le convierte no en un frívolo, sino en un personaje plenamente trágico (“…ahora pienso que Peter es sólo un bebé muerto, el bebé de todos aquellos que nunca tuvieron uno”, afirma Barrie en sus propias notas). Su relación con Wendy también merece especial atención: aunque su inmadurez no le permita amar a Wendy como mujer, Peter la salva de la muerte al permitir que todos sus descendientes vayan al reino de Nunca Jamás.
Además Silvia Herreros de Tejada domina el lenguaje y convierte este ensayo en una obra llena de vigor, ritmo y, cuando es necesario, lirismo, en una indagación en las sombras que rodean a la creación de un mito o, lo que es lo mismo, en una indagación en las sombras que nos rodean a todos: “Es un náufrago, un preadolescente confuso que odia a las madres y a las niñas que le desean; un chico cruel y cobarde. Además, es héroe y villano; un chico eterno y un niño muerto; amo y creador a la vez que personaje en conflicto narrativo, debatiéndose entre ser el protagonista de un cuento de hadas y un mito.”
Recaredo Veredas
Podría parecer que Todos crecen menos Peter (galardonada con el premio de ensayo Caja Madrid) sólo posee interés para incondicionales de la vida y obra de James Mathew Barrie o para aquejados por el síndrome de Peter Pan, que buscan la causa de la denominación de su patología. Sin embargo, esta obra puede apasionar, incluso, a quien sólo conoce “Nunca Jamás” por la película de Disney. Porque, al margen de su valía literaria, Peter Pan es un mito que, como los grandes personajes shakespearianos, define y delimita sentimientos irremediables de la naturaleza humana. Un mito que, como tantos otros -como Drácula, por ejemplo-, ha superado a la obra que le concedió vida. El interés, ya puramente narrativo, de la obra de Silvia Herreros de Tejada parte desde la pregunta planteada en el título, que afirma la excepcionalidad del protagonista: un joven llamado Peter, por motivos desconocidos, no crece. Las siguientes 205 páginas se dedican a averiguar, con el rigor de la mejor investigación policiaca, las causas de tan extraño deseo, designio o patología.
Silvia Herreros de Tejada aborda una doble perspectiva: la del creador y la de su personaje, irremediablemente unidos en este caso, estableciendo un paralelismo que se apoya en interpretaciones psicológicas sumamente plausibles, que huyen de los delirios en los que, con frecuencia, cae la crítica literaria más psicoanalítica. No se desliza en enlaces forzados cuya indemostrabilidad, lógicamente, se ha incrementa aún más con el transcurso de las décadas. Además es un excelente estudio de la relación que mantiene la vida del autor con su obra, de los vínculos conscientes e inconscientes que siempre existen y han existido, lo pretenda o no el creador. El análisis técnico también resulta interesante, ya que muestra lo manipulables, lo moldeables que resultan los criterios y los cánones literarios.
Un hombre de cuarenta años que busca la amistad de unos inocentes niños es contemplado, irremediablemente, ahora y hace un siglo, como un pervertido. Y con frecuencia lo es. Sin embargo, Silvia Herreros de Tejada demuestra que Barrie constituía una excepción. Su búsqueda de amistad infantil, determinada por carencias físicas y psicológicas, era plenamente sincera, casi irremediable. Sin embargo, fue víctima de los prejuicios sociales, que consideran determinadas conductas intrínsecamente perversas, aplicando patrones inamovibles. El triste destino de los hermanos Llewelyn acentuó aún más la leyenda negra, dulcificada por la mirada de Hollywood. Barrie, al menos, construyó un mito con su desgracia. No consiguió la inmortalidad, la eterna juventud que tanto anhelaba, pero sí logró que su obra haya merecido un reconocimiento insólito: que sus derechos no caduquen –como ocurre con cualquier otro autor- setenta años después de su muerte, sino que permanezcan siempre vivos.
Todos crecen menos Peter también posee un fuerte componente narrativo. Contemplamos, por ejemplo, el tremendo riesgo asumido por Barrie en el estreno de la versión teatral de Peter Pan. Hace que nos impliquemos plenamente en el suspense, en la consecución de ese logro mágico materializado tras años de trabajo, de preparación previa que incluyó la creación de ese hermoso boceto es El pajarillo blanco. Lentamente, conforme transcurren las páginas, nos alejamos de Barrie y nos aproximamos hasta el personaje. Hacia el análisis de un mito que merece tantas interpretaciones como el mismísimo Hamlet. ¿Peter no puede crecer o no quiere hacerlo? Bajo la apariencia de una obra infantil nos hallamos frente a una terrible historia de amor y egoísmo que sustenta un conflicto irresoluble: su protagonista no es ni adulto ni joven, ni niño ni viejo. Es un ser que nunca morirá y cuyo grito de guerra es, sin embargo, “Morir será una aventura maravillosa”. Y no sería nada sin su antagonista, sin Garfio. Silvia Herreros de Tejada incluye un análisis exhaustivo de la temática del doble, de la complejidad del héroe y su irremediable complementariedad con un villano sin el que carecería de sentido: representa su sombra, ese lado siniestro que todos poseemos y del que Peter, por su obcecada negación al avance, se ha desprendido absolutamente.
Aparecen hipótesis sumamente oscuras, como la muerte de Peter Pan poco después de su nacimiento, que provoca su condición fantasmal. Lo que le convierte no en un frívolo, sino en un personaje plenamente trágico (“…ahora pienso que Peter es sólo un bebé muerto, el bebé de todos aquellos que nunca tuvieron uno”, afirma Barrie en sus propias notas). Su relación con Wendy también merece especial atención: aunque su inmadurez no le permita amar a Wendy como mujer, Peter la salva de la muerte al permitir que todos sus descendientes vayan al reino de Nunca Jamás.
Además Silvia Herreros de Tejada domina el lenguaje y convierte este ensayo en una obra llena de vigor, ritmo y, cuando es necesario, lirismo, en una indagación en las sombras que rodean a la creación de un mito o, lo que es lo mismo, en una indagación en las sombras que nos rodean a todos: “Es un náufrago, un preadolescente confuso que odia a las madres y a las niñas que le desean; un chico cruel y cobarde. Además, es héroe y villano; un chico eterno y un niño muerto; amo y creador a la vez que personaje en conflicto narrativo, debatiéndose entre ser el protagonista de un cuento de hadas y un mito.”
1 comentario:
Recomendar la magnífica edición de El Pajarito Blanco que acaba de publicar Barataria.
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