lunes, mayo 05, 2008

Entre perro y lobo, Julio Llamazares

Alfaguara, Madrid, 2007. 272 pp. 19,50 €

Luís García

Ni blanco ni negro,
ni contigo ni sin ti


Dice Julio Llamazares a propósito de su último libro publicado, Entre perro y lobo, que dicha expresión, en francés entre chien et loup, “hace alusión a esa indefinida luz que se produce al caer la tarde, cuando ya el sol se ha ocultado pero la noche se resiste a hacer su presencia”. No es banal entonces el titulo de esta recopilación de artículos literarios, por cuanto alude en el mismo a su propia esencia como escritor, periodista, poeta, o novelista, a una ambigüedad consciente de quien “mira la vida desde la ventanilla de un tren que cruza el paisaje envuelto en una luz que ni es real, ni es irreal. Esa luz que hace que el mundo no sea blanco ni negro”. Una antología de artículos literarios, que previamente han sido publicados en diferentes medios escritos con cierta cadencia, es de por sí una Antología de trabajos dispersos. Y no porque hayan mediado en su publicación entre unos y otros varios días, meses o años, sino por los temas que tratan. Los primeros de Julio Llamazares aquí reunidos bajo el enigmático titulo Entre perro y lobo, se remontan a 1986, un año y un tiempo especialmente delicado en una España en la que su problema era que “siempre creía estar en una encrucijada”. Son artículos de opinión social, pero también literaria y cinematográfica, en los que rememora su pasado, su juventud, los primeros encuentros con Antonio Colinas o Camilo José Cela, por ejemplo. En los que salda viejas deudas como la que siente tener con Antonio Pereira, paisano suyo y a su juicio, “el mejor narrador oral y autor de relatos breves de este país”. Con su hermosa tierra leonesa, esa comarca de Babia bañada por el río Luna, en la que sus recuerdos “están todos impresos de nieve”... porque “la nieve esta en su corazón como el silencio en las habitaciones de los balnearios: densa y profunda, indescifrable”, y en los que no se olvida, por ejemplo, de la fiesta de los toros, inexplicablemente “apoyada hoy por los nuevos intelectuales”, ni del último deseo de Thomas Baal, preso ajusticiado en Nevada un 3 de Junio, un deseo que raya lo surrealista puesto que lo que pidió fue amén de una copiosa cena, “pasar la noche con una prostituta”, algo que le fue negado por unos rigurosos reglamentos carcelarios, es decir, por una “cuestión moral”. Y son artículos en los que uno descubre que zigurat es algo más que el nombre de una hermosa revista de poesía, que alude a “la subida en espiral al abismo, como un minarete que se alza solitario contra el cielo azul cobalto del desierto”. Los más simpáticos y si me apuran domésticos, son el que hace mención al particular parque jurasico de la época, el de la Chabeli y Ricardo Bofill jr., el de Maria del Monte, Lolita y algún que otro político despistado como Jorge Verstrynge, el de Sara Montiel e Iñigo, el gran José María Iñigo de los años setenta...., así como el que recuerda aquel “¡por qué no te callas!” de su Majestad el Rey al Presidente venezolano, o los que habla de la teoría de la conspiración, o de las dos Españas.... Y es que a su manera, Entre perro y lobo se puede leer como una peculiar historia de España más, de sus últimos doce años, aunque en esta ocasión vista desde la inquisitorial mirada (porque en ocasiones Julio Llamazares aborda dicho papel, convirtiéndose en juez y parte) de quien los ha vivido con intensidad desde su doble papel de escritor y periodista. Esto es sin duda lo mejor del libro, puesto que a aquellos que comenzamos a peinar canas, que pertenecemos lustro más, lustro menos, a la generación del autor, nos resulta bastante sencillo identificarnos con los temas que trata, con los personajes, políticos, futbolistas.... que menciona. Lo peor, que precisamente a aquellos que no se identifiquen con dicha generación, les resultará no sólo difícil entrar en cada artículo, también encontrarle interés literario. Si uno lee los artículos de Larra, Julio Camba o Álvaro Cunqueiro, observará que no es necesario identificarse con la época. Que escribían, incluso cuando hacían referencia a algún acontecimiento de su época, artículos atemporales, capaces de sobrevivir al paso del tiempo. Ese es el verdadero valor del articulista. Esa es la carencia de Julio Llamazares. El título, en mi opinión lo mejor del libro junto a contados trabajos del mismo: Entre perro y lobo, entre blanco y negro, entre chien et loup, ni contigo ni sin ti….

4 comentarios:

Santiago Bergantinhos dijo...

Muy interesante. En gallego existe "entre lusco e fusco" que es esa hora del día por la mañana o por la tarde donde no se distinguen las cosas, y uno de los nombres del amanecer es "lubricán", cuya etimilogía es "lupus canis", el momento donde no se distingu "un lobo dun can"

Ramón Buenaventura dijo...

No he leído el texto de Llamazares, pero sería sorprendente si, como se dice en esta reseña, el título se justificara apelando al francés, cuando en castellano existe (y está en el DRAE) «entrelibricán», es decir ‘entre el lobo y el perro’.
A Javier Goñi (Babelia, 23 de enero de 2001) le pareció muy mal que yo utilizase esta palabra en mi novela El corazón antiguo .
Ramón Buenaventura

Santiago Bergantinhos dijo...

¿Entrelibricán está en el DRAE? Lubricán sí, pero debe ser una arcaísmo o palabra en desuso. ¿De qué zona es?

Como curiosidad en las traducciones de Saramago al español se utilizan algunas palabras propias de la zona de León o palabras que coinciden con el gallego o portugués aunque ya no tenga mucha presencia en la lengua: "llar" y tantas otras.

Ramón Buenaventura dijo...

Perdón: donde escribo «entrelibricán» debería haber escrito «entrelubricán». Está en el DRAE:
entrelubricán.
(De entre- y lubricán).
1. m. p. us. Crepúsculo vespertino.