lunes, septiembre 11, 2006

Narrativa completa. Vol. 1, H. P. Lovecraft

Valdemar, Madrid, 2006. 832 pp. 33 €

Ángela Vallvey

Howard Phillips Lovecraft (Providence, Nueva Inglaterra, EEUU;1890-1937) es uno de esos autores clásicos del siglo XX, maestro de oscuridades y pesadillas, que escribió con mayúsculas el género del terror y la fantasía. Nunca salió de su ciudad natal, y según contaba Borges, era «muy sensible y de salud delicada, fue educado por su madre viuda y sus tías. Gustaba, como Hawthorne, de la soledad, y aunque trabajaba todo el día, lo hacía con las persianas bajas». Podemos imaginarnos a aquel niño solitario, de imaginación desbocada, resguardado entre faldas, inseguro de su aspecto físico, escondiendo la cara entre libracos antiguos que lo rescataban de las garras del mundo real para sumergirlo en historias en las que él, y nadie más, manejaba los hilos del mal y, por lo tanto, estaba a salvo de ellos. “El soñador de Providence” siempre pisó con más firmeza la tierra inconsútil de los sueños que la de la vida.
El nacimiento del autor coincide con el de varios movimientos que transformarán la literatura y las artes: una lucha contra el Naturalismo imperante, un sincero esfuerzo encaminado hacia ciertas formas de idealismo, a la vez que surgía una suerte de esteticismo desengañado y jactanciosamente exhibicionista. De repente, se puso de moda ser “decadente” y neurótico, toques muy “fin de siglo” que el buen gusto de algunos estetas les impulsaba a lucir como un traje del gusto mundano del momento. El simbolismo estaba en boga, primero en Francia y después en otros países. En Rusia, la “generación de 1885”, enemiga del utilitarismo y las preocupaciones sociales, cuenta con miembros que buscan lo bello en el arte puro. Hacia 1900, el simbolismo francés parece agonizar, o transfigurarse en distintas escuelas. El Neorromanticismo surge en Holanda en 1895, y hacia 1900 en Alemania, invadiendo como una epidemia, poco a poco, los países del Norte. Podría dar la impresión de que la inteligencia y la razón han caído en desgracia y que su descrédito contrasta, no sólo con el favor de que goza el sentimiento, sino con la sólida reputación del instinto y la “sensación”. La literatura, por tanto, se vuelve subjetiva, casi indiscreta. El intelectualismo y el historicismo están muy pasados, las ideas de Nietzsche facultan la inversión de los viejos valores morales; las esquemáticas simplificaciones de la filosofía de Bergson incitan a contemplar la inteligencia como un mero instrumento para la acción, y a revolucionar el concepto de “tiempo”. La física de Einstein ha renovado la idea del universo. El psicoanálisis de Freud otorga al inconsciente, y al instinto sexual, un papel fundamental en la volición humana, esto es: en su destino. Junto a la voz del espíritu, ahora se empieza a escuchar el rugido del instinto. La vida sexual de las personas empieza a ser descrita en algunos países con una crudeza inédita, y las “anomalías” y “perversiones” comienzan a ser descritas con verdadera fascinación, cuando no con abiertas simpatía y estima.
Sin embargo, también el pragmatismo de William James y del propio Bergson, la filosofía católica y neotomista de algunos contemporáneos, y un sutil pero imparable renacimiento religioso, propicia la vuelta a la religión de algunos escritores incrédulos, y en las naciones protestantes varios autores célebres se convierten al catolicismo. Los problemas morales ocupan, así, el espacio de la literatura y cierto pesimismo sombrío comienza a empapar el retrato que ésta hace de la sociedad y las costumbres.
En los Estados Unidos, la corriente realista coincidió con los inicios de la literatura en el centro y el oeste de la Unión, una vez finalizada la Guerra de Secesión. La novela se instaló en un territorio virgen y, en el este, libre de convenciones morales y religiosas, hundió sus raíces hasta crecer como una planta sana y briosa, reflejo de una sociedad nueva, en contraste con la decadencia europea.
Este es el panorama en el que podemos inscribir a Lovecraft, el personaje, junto con su obra: un producto atípicamente americano, aunque sea asimismo profundamente americano. Discípulo de Poe, es un poeta del temblor que captó como nadie el horror “cósmico” que produce estar vivos.
A propósito de su narrativa dijo el autor que «la causa por la que escribo relatos fantásticos es porque me producen una satisfacción personal y me acercan a la sensación vaga, escurridiza y fragmentaria de lo maravilloso, de lo bello y de las visiones que me llenan con ciertas perspectivas (…) Elijo los cuentos sobrenaturales (weird stories) porque coinciden con mis inclinaciones personales: uno de mis anhelos más fuertes es el de lograr la suspensión o violación momentánea de las irritantes limitaciones del tiempo, del espacio y de las leyes naturales que nos aprisionan y frustran nuestra curiosidad de indagar en las infinitas regiones del cosmos, lejos de nuestro análisis y más allá de nuestra visión. Estos cuentos enfatizan el elemento del horror, porque el miedo es nuestra emoción más fuerte y profunda, y aquella que mejor se presta a desafiar los cánones de las leyes naturales. El horror, lo desconocido y lo extraño, están siempre estrechamente conectados y tan íntimamente unidos que es difícil crear una imagen convincente de la destrucción de las leyes naturales, de la alienación cósmica y de lo llegado del exterior sin basarla en el sentimiento de miedo y terror. La razón por la cual el factor tiempo tiene un papel tan importante en muchos de mis relatos se debe a que este elemento se destaca en mi mente como la cosa más profunda, dramática, espantosa y terrible del Universo. Siento que el conflicto con el tiempo es el tema más poderoso y prolífico de toda expresión humana». (Notes On Writing Weird Fiction; texto publicado póstumamente en 1937; traducción de Pablo Morlans; puede encontrarse en un “dossier Lovecraft” bastante completo e interesante publicado por Malacandra, revista on-line de literatura fantástica).
Sólo cabe saludar con entusiasmo el proyecto de la editorial Valdemar de publicar la Narrativa Completa de H. P. Lovecraft, cuyo primer volumen —en una edición del exquisito Juan Antonio Molina Foix, con esmeradísimas traducciones de él mismo y de Francisco Torres Oliver y José María Nebreda— festejamos aquí como no podía ser de otro modo.
Salud y buena lectura, amigos.

3 comentarios:

Sergi Bellver dijo...

Aunque fuera en diferido "anoche" decías: "al menos los escritores no estamos cometiendo delitos contra la salud pública" mientras tratabas de hacer ver a diestra y siniestra (sobre todo a "la fiera" de tu diestra) que estamos desanimando a la gente a acercarse a la lectura.

Pero digo yo... ¿segura? ¿No es cómplice de delito ecológico el que ayuda a contaminar las ya de por sí pantanosas aguas de las letras?

Delito no sé, pero alguna que otra negligencia habrá que señalar.

Por otra parte, interesante texto sobre Lovecraft, un poco sesudo para mis cortas entendederas (echo de menos algo de pasión y mucho de causiticidad -insisto- en este espacio, pero lo interesante pesa más en la balanza).

pd: no seas tan compasiva, saldrás ganando.

Anónimo dijo...

a mí me gusta ser compasiva, querido Sergi. me ha costado mucho aprender "compasión" de los escritores rusos, mucho más que aprender matemáticas (no de los escritores rusos, evidentemente), pero una vez aprendida... no olvido esa destreza, y recomienzo estusiásticamente su aprendizaje.
a veces más vale perder que ganar tan poca cosa.
salud y poesía!,

angela vallvey


pd: pongo esto de identidad anónima porque no sé cómo va la vaina ésta de la identidad.
la cosa de los blogs incita a las confusiones incluso de género. ¿es o no...?

Anónimo dijo...

Me estreno en este blog, buscando algo sobre Fco. Torres Oliver. Puede que alguien lea esto y me lo aclare. Tengo un "Drácula" de Editorial Bruguera editado en 1981 y traducido por Fco. Torres. He adquirido otro "Drácula" de Alianza Editorial editado en 1996 y reeditado periódicamente hasta la última en 2006, también con traducción del antes mencionado. Las dedicatoria inicial esd la misma, pero las traducciones tienen diferencias importantes. ¿Como es posible tal cosa?
mariorigau@yahoo.es