Editorial Pre-Textos, Valencia, 2005. 153 págs. 16€
Guillermo Busutil
París siempre ha sido el símbolo de la ciudad de consumo cultural y la geografía idealizada de la creación artística de los siglos XIX y XX. Basta con revisar las obras de Baudelaire, Proust, Miller o Cortázar, entre otros escritores, para comprobar la mitificación de un espacio recreado a partir de una geografía real que igualmente posee mucho de ficción literaria. Pero París también es, sin duda alguna, la metáfora urbana del ciudadano que explora y dialoga a la deriva con los entornos, atmósferas y lugares de un universo que le permite ser un cómplice habitante con mirada extranjera. Algo en lo que pretendía convertirse Julien Green cuando se propuso, a modo de un flaneur, pasear sin objetivo por una ciudad con la que entablar una dialéctica entre lo visible y lo invisible, a la vez que recorre, descubre y describe, la multiplicación de placeres y pequeños choques sucesivos con una ciudad en la que, como señala el autor francés, «si uno se cansa de sus calles es que está harto de la vida». Afirmación que define el espíritu que subyace en este libro y que responde a que hay que saber elegir la manera en la que uno habla de una ciudad. El París, en este caso, que sólo sonríe a quiénes, al igual que Green, curiosean por Passy, Trocadero, Ópera, las plazas y calles que la mirada y la palabra del autor convierten en hermosos daguerrotipos de calidad plástica, en ensoñaciones y errabundas meditaciones acerca de las transformaciones y variaciones de París en distintas épocas.
Una ceremonia con la que el ciudadano y el escritor buscan acercarle a los lectores el alma burguesa y culta de sus palacios, la majestuosidad de sus jardines y museos, pero también el sencillo encanto de sus rincones y sus gentes anónimas, la bella fantasmagoría de sus monumentos y chimeneas, los senderos de sus escaleras y la corriente anímica que existía entre la ciudad con perfume de llovizna y los creadores que novelaron con ella una historia de complicidades y secretos, al igual que cuadros de diferentes luces y paisajes cuyos caminos recorrió la historia de Francia. Todo ello contribuye a que este libro sea un libro de paseo, el cual también podría definirse como un pentagrama de ciudad, que transmite una especial melancolía, sazonada de admiración. Un tono que convierte las páginas de París en el diálogo interior de Julien Green con la memoria, el inventario y el futuro de un espacio escénico de la historia moderna y de un hábitat al que humaniza y evoca, al mismo tiempo que lo reflexiona y lo constata con su palabra y con las fotografías que ilustran su enfoque y sus emotividad. Tal vez por eso, la prosa itinerante, callejera y emocional del escritor impregna de ensoñación, hechizo y turbaciones los silencios, los efectos lumínicos y los latidos de una ciudad netamente impresionista en su imagen exterior e interior.
En cualquier caso la lectura de París de Julien Green es un ameno e interesante recorrido por la mítica escenografía urbana de los pintores, de los poetas, de los fotógrafos, de los personajes y de los barrios que facilitan que la memoria y el corazón de sus transeúntes lectores se llenen de vida y de arquitectura. Y por encima de todo, este libro, demuestra que no existen ciudades literarias sino que es la mirada sobre la ciudad la que es literaria.
Guillermo Busutil
París siempre ha sido el símbolo de la ciudad de consumo cultural y la geografía idealizada de la creación artística de los siglos XIX y XX. Basta con revisar las obras de Baudelaire, Proust, Miller o Cortázar, entre otros escritores, para comprobar la mitificación de un espacio recreado a partir de una geografía real que igualmente posee mucho de ficción literaria. Pero París también es, sin duda alguna, la metáfora urbana del ciudadano que explora y dialoga a la deriva con los entornos, atmósferas y lugares de un universo que le permite ser un cómplice habitante con mirada extranjera. Algo en lo que pretendía convertirse Julien Green cuando se propuso, a modo de un flaneur, pasear sin objetivo por una ciudad con la que entablar una dialéctica entre lo visible y lo invisible, a la vez que recorre, descubre y describe, la multiplicación de placeres y pequeños choques sucesivos con una ciudad en la que, como señala el autor francés, «si uno se cansa de sus calles es que está harto de la vida». Afirmación que define el espíritu que subyace en este libro y que responde a que hay que saber elegir la manera en la que uno habla de una ciudad. El París, en este caso, que sólo sonríe a quiénes, al igual que Green, curiosean por Passy, Trocadero, Ópera, las plazas y calles que la mirada y la palabra del autor convierten en hermosos daguerrotipos de calidad plástica, en ensoñaciones y errabundas meditaciones acerca de las transformaciones y variaciones de París en distintas épocas.
Una ceremonia con la que el ciudadano y el escritor buscan acercarle a los lectores el alma burguesa y culta de sus palacios, la majestuosidad de sus jardines y museos, pero también el sencillo encanto de sus rincones y sus gentes anónimas, la bella fantasmagoría de sus monumentos y chimeneas, los senderos de sus escaleras y la corriente anímica que existía entre la ciudad con perfume de llovizna y los creadores que novelaron con ella una historia de complicidades y secretos, al igual que cuadros de diferentes luces y paisajes cuyos caminos recorrió la historia de Francia. Todo ello contribuye a que este libro sea un libro de paseo, el cual también podría definirse como un pentagrama de ciudad, que transmite una especial melancolía, sazonada de admiración. Un tono que convierte las páginas de París en el diálogo interior de Julien Green con la memoria, el inventario y el futuro de un espacio escénico de la historia moderna y de un hábitat al que humaniza y evoca, al mismo tiempo que lo reflexiona y lo constata con su palabra y con las fotografías que ilustran su enfoque y sus emotividad. Tal vez por eso, la prosa itinerante, callejera y emocional del escritor impregna de ensoñación, hechizo y turbaciones los silencios, los efectos lumínicos y los latidos de una ciudad netamente impresionista en su imagen exterior e interior.
En cualquier caso la lectura de París de Julien Green es un ameno e interesante recorrido por la mítica escenografía urbana de los pintores, de los poetas, de los fotógrafos, de los personajes y de los barrios que facilitan que la memoria y el corazón de sus transeúntes lectores se llenen de vida y de arquitectura. Y por encima de todo, este libro, demuestra que no existen ciudades literarias sino que es la mirada sobre la ciudad la que es literaria.
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