Elia Barceló
Con La neblina del ayer, nos ofrece Leonardo Padura, una nueva entrega de la tetralogía «Las cuatro estaciones», que sus lectores temíamos ya cerrada. Y no sólo no nos defrauda, sino que nos demuestra que sigue estando en plena forma como narrador y que esta novela era necesaria para el proyecto que comenzó hace ya quince años.
En las cuatro novelas predecentes, —Pasado perfecto, Vientos de Cuaresma, Máscaras y Paisaje de otoño—, que han ido apareciendo fuera de orden en Tusquets, Padura nos presenta cuatro casos policíacos en la Cuba del año 1989 a través de los cuales queda casi totalmente cubierto el espectro de la sociedad cubana con sus muchas miserias, que no siempre y no sólo son económicas, y sus pocos puntos de luz, que caen mayoritariamente en el entorno inmediato del protagonista que ha dado a Padura fama y lectores en varios países: Mario Conde, un solitario y solidario teniente detective de policía malgré lui, a quien vemos desarrollarse a lo largo de un año, con el peso de su pasado —que es también emblemático del pasado de su isla—, su sentido de la amistad y la justicia, sus reflexiones sobre la vida y la muerte, sus dudas cada vez más fuertes sobre la profesión que ejerce, sus vicios, y sus sueños: el más grande, llegar a ser escritor y lograr escribir relatos «escuálidos y conmovedores».
Cuando en La neblina del ayer reencontramos al Conde después de catorce años —más viejo, más calvo, más triste— sigue sin ser escritor y sin haber publicado una sola línea. Ahora, después de dejar la policía, se dedica a la compra–venta de libros de todo tipo.
El descubrimiento de una biblioteca llena de joyas de bibliófilo, que sus custodios se ven obligados a malvender para sobrevivir, lo pondrá en contacto con una vieja historia criminal —que nos mostrará el ambiente cosmopolita y mafioso de los años cincuenta, durante la dictadura de Batista— y con otra actual, en la que el mismo Conde es uno de los principales sospechosos. La investigación de ambas historias, enlazadas a través de cuarenta años de sociedad « revolucionaria» nos permitirá entrar en contacto con historias presentes y pasadas tan escuálidas y conmovedoras como las que sueña el Conde.
En este descenso a los infiernos u odisea a ritmo de bolero, Padura nos muestra una Habana envilecida, desesperada, que vive en una especie de posguerra eterna y se alimenta de los recuerdos nostálgicos, embellecidos, de una época irreversiblemente perdida en la que, sin embargo, también había crimen y dolor, aunque las necesidades económicas estuvieran cubiertas.
La historia está narrada en tercera persona, desde la perspectiva del Conde, como de costumbre, pero sabiamente complementada con testimonios de ancianos que vivieron aquella época y con cartas misteriosas escritas con técnica de bolero.
Una novela redonda, profunda y hermosa, que llevará a los lectores que aún no conozcan la tetralogía a salir a comprar las anteriores y a sus lectores habituales los dejará con ganas de más.
2 comentarios:
Ummmmm... ¿una tetralogía de cinco?
Entiendo que tetralogía era lo que ya había hecho... por eso estaba cerrada. Y por eso éste (el quinto) no era esperado por sus lectores. Ni siquiera por una lectora de altos vuelos, como Elia Barceló. Enhorabuena por el blog, chicos, sois buenísimos.
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