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viernes, diciembre 02, 2016

El Enigma Turing, David Lagercrantz


Trad. Martin Lexell y Mónica Corral Frías
Destino, Barcelona, 2016. 480 pp. 20 €

Tomás Sendarrubias

Que Alan Turing es un personaje que podría haber sido calificado como el espíritu del Siglo XX es algo de lo que supongo no habrá duda alguna. Este matemático británico, no tan conocido como debiera, ha sido una de las mejores mentes que este planeta ha visto en su historia, y sus ideas y trabajos han marcado tanto nuestro tiempo que podría decirse que Turing es, como nadie más, el arquitecto del siglo XXI. Alan Turing fue un matemático inglés que colaboró con uno de los proyectos más secretos de la Segunda Guerra Mundial, el operativo de Bletchley Park, cuyo objetivo era romper los códigos secretos de comunicación de los nazis (el famoso código Enigma). Sin el éxito de Turing (y el resto de los hombres y mujeres que formaban ese operativo) probablemente la evolución de la Segunda Guerra Mundial hubiera sido muy diferente, pero cuando hablamos de Turing como "padre" del mundo moderno, no lo hacemos en un sentido contrafactual de "qué hubiera pasado si...", sino que lo hacemos porque Turing es quien definió con sus trabajos lo que sería todo el mundo informático del que hoy tanto dependemos. Empeñado en crear una máquina inteligente y capaz de aprender de sus errores, Turing legó a la posteridad los principios de la moderna informática... y también una historia dramática. Y es que a pesar de sus éxitos para los Aliados durante la Segunda Guerra Mundial, Turing fue víctima de una caza de brujas en la Gran Bretaña de su época, debido a su tendencia sexual (Alan Turing era un homosexual reconocido), y sufrió el escarnio público, el acoso de su propio gobierno, y finalmente, acabó con su vida envenenándose con una manzana con cianuro.
Y precisamente ese es el punto del que el escritor sueco David Lagercrantz (Soy Zlatan Ibrahimovic; Lo que no te mata te hace más fuerte) decidió partir hace unos años a la hora de escribir su obra La Caída de un Hombre en Wilmslow, que había permanecido hasta ahora inédito en nuestro país, donde no hace mucho se ha publicado con el título más llamativo de El Enigma Turing. La novela llega a remolque de tres corrientes de actualidad que parecen haber confluido para que tengamos con nosotros esta historia. La primera, la fama adquirida por el escritor en el último año, después de que se decidiera que él fuera el continuador de la Trilogía Millenium, del finado Stieg Larsson, con la publicación de la cuarta parte de la historia, Lo que no te mata te hace más fuerte. Por otro lado, el éxito el año pasado de la película Descifrando a Enigma, protagonizada por Benedict Cumberbatch ha traído a Turing de vuelta a la actualidad. Y sin duda, el título de la novela en España es un homenaje a toda la serie de novelas que, a raíz de El Código DaVinci de Dan Brown han surgido, llenándolo todo de misterios y enigmas atribuibles a Dante, Wagner, Miguel Ángel, etc...lo que sin duda lo hacía mucho más atractivo en nuestro país que su nombre original.
Ahora bien. ¿Qué es lo que nos encontramos en esta novela? David Lagercrantz arranca su historia precisamente con la muerte de Alan Turing, y convierte en el protagonista de la trama al policía encargado de investigar su fallecimiento, un hombre de carácter desagradable llamado Leonard Corell, que se encuentra de pronto sumergido en el confuso mundo del que Turing había surgido, y lo hace en plena Guerra Fría, y en un momento de gran persecución a la homosexualidad por parte de las propias instituciones británicas. Corell decide investigar los motivos de la muerte de Turing, y lo hace yendo más allá de las propias indicaciones de sus superiores, encontrándose con que el estudio de Turing le permite acceder a partes de él ya olvidadas, como sus intereses por las matemáticas o su compleja vida adolescente y de estudiante en uno de los prestigiosos colegios ingleses.
Sin duda, los amantes de la literatura sueca y de la Saga Millenium encontrarán en El Enigma Turing una lectura interesante, ya que comparte muchos puntos en común con el estilo de Larsson... ahora, aquellos que no se sientan tan atraídos por esa forma de escribir, encontrarán en El Enigma Turing un hueso duro de roer. La narración es lenta y personal, Corell una criatura absolutamente desagradable, y aunque plantea algunas cuestiones matemáticas y filosóficas muy interesantes, el entorno en el que se siembran es algo árido. Un libro orientado a un público muy concreto, que sin duda disfrutará de Lagercrantz y su retrato de la década de los cincuenta.

viernes, noviembre 04, 2016

Lo que no te mata te hace más fuerte, David Lagercrantz


Trad. M. Lexell y J. J. Ortega
Destino. Barcelona, 2015. 651 pp. 22,50 €

Victoria R. Gil

Un éxito de la magnitud que obtuvo la saga Millennium, con más de 85 millones de libros vendidos en todo el mundo, no se iba a detener por algo tan nimio como la muerte de su autor, Stieg Larsson, recién terminada la tercera novela de la serie de diez que tenía previsto escribir. Ni siquiera hizo falta que todo un premio Nobel como Mario Vargas Llosa abogara por que Lisbeth Salander continuara viva, en un artículo en el que comparaba la trilogía de Larsson, pese a sus imperfecciones, con la habilidad para arrebatarnos de Charles Dickens y Alejandro Dumas. La familia y la editora del malogrado Larsson no dudaron en iniciar la búsqueda del autor que aceptara un encargo tan comprometido, ya que, aun teniendo el éxito económico garantizado gracias a la orfandad de los millones de seguidores de la saga, bien podía convertirse en la tumba narrativa del arriesgado escritor que aceptara el reto.
Lagercrantz, autor sueco conocido por sus biografías, algunas de ellas noveladas, de Alan Turing y Zlatan Ibrahimovic, entre otras, parece haber sobrevivido al difícil lance. Sin acceso a las notas escritas por Larsson para la que iba a ser su cuarta obra (la lucha por los derechos de autor entre la familia y la pareja del fallecido bien darían para otra novela), Lagercrantz va por libre y arma una trama de plena actualidad en torno a la inteligencia artificial, la seguridad nacional y el espionaje informático. Todo ello para cuestionar esta vida tecnificada y digitalizada en la que nos hemos zambullido con una feliz inconsciencia.
Y funciona. Porque si con más de 600 páginas, la acción no decae y la urdimbre policíaca no se tambalea, es que, se trate o no de la cuarta parte de Millennium, la historia engancha y el lector desea llegar al final para despejar todas las incógnitas. Éste es uno de los puntos a favor de Lo que no te mata te hace más fuerte, que cumple con las expectativas del género, lo que no es poco.
Pero siendo un mérito a reconocer, no nos engañemos, los lectores de esta novela van buscando otra cosa, o más bien, a una persona: Lisbeth Salander, el personaje más potente surgido de un libro en las últimas décadas y el verdadero motor de la saga, más allá de los grandes temas sobre los que ha puesto el foco: la violencia de género, la corrupción de los poderes públicos, la manipulación de los medios de comunicación… Y Salander se hace de rogar. Durante el primer tercio del libro, Lisbeth no aparece, lo que para algunos será un acierto, mientras que otros se morderán las uñas con impaciencia hasta que se produce el esperado reencuentro y la tensión se dispara.
Lo que no te mata te hace más fuerte nos trae de nuevo a esta joven hacker con síndrome de Asperger, obsesionada con defender a los más débiles, que en esta novela resulta ser un niño autista que guarda más de una llave en su interior. Pero también nos devuelve a un Mikael Blomkvist enganchado a esa relación de ida y vuelta con Lisbeth, que nunca sabe a dónde le llevará, y a una Erika Berger siempre luchando por el futuro de la revista Millennium. Y nos devolverá también una parte del pasado de Lisbeth que, no sería de extrañar, tomará fuerza en la futura quinta parte que seguro ha de llegar.
A los lectores les corresponde ahora opinar sobre si Lagercrantz se ha estrellado en su intento por hacer revivir a Lisbeth Salander y a Mikael Blomkvist o, si por el contrario, sale con bien del reto y ha conseguido apaciguar el mono que muchos sentíamos tras dar por concluidas las tres novelas con que Larsson se dio a conocer al mundo (Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire), en opinión de muchos, con un puñetazo en pleno estómago del lector inadvertido.

miércoles, octubre 12, 2016

La isla de los condenados, Stid Dagerman


Trad. Carmen Montes
Sexto Piso, Barcelona, 2016. 296 pp. 22 €

Pedro Pujante

Stig Dagerman (1923-1954), a pesar de su breve vida, fue considerado un niño prodigio y dejó escritas cuatro novelas, cuatro obras de teatro y un gran número de relatos y novelas breves. Ahora, la editorial Sexto Piso rescata, nunca mejor dicho, La isla de los condenados, una novela densa y oscura.
En ella se nos narran los avatares de un grupo de náufragos que acaban en una isla desierta, extraña, simbólica y poblada por lagartos. Entendemos, como ocurría en El señor de las moscas, que el escenario de la isla funciona como un teatro en el que se representa el crudo drama del hombre tratando de sobrevivir en un medio hostil. La desnudez de siete personas desesperadas que se enfrentan a un reto físico, moral y emocional. Pero también, a sí mismos.
La novela está construida de un modo artificioso pero elegante. En el texto avanza la trama de los náufragos al mismo tiempo que se puntea con prolongadas prolepsis en las que se presentan fragmentos de las vidas de los personajes. Siempre teñidos de dolor, frustración y tinieblas. Un espejo de sus almas que refleja los rincones pretéritos más oscuros.
En este sentido la novela mantiene un ritmo moroso que se traduce en una angustiosa prórroga. La existencia común de los náufragos parece estar detenida en un infierno nebuloso del que no hay salida. Tan solo, parecemos entender, mediante la expiación de sus pecados y la consumación de sus fantasmas personales lograrán salvarse del abismo que los sofoca.
La voz narrativa, a veces cercana al monólogo interior, es barroca, intrincada pero fluida y absorbente. Recuerda a las novelas-monólogo de László Krasznahorkai, pero con el aliento de Beckett o Camus. Los acontecimientos se entremezclan con los sueños y los sentimientos, confundiendo la realidad con la conciencia de los personajes dotando al libro un tono lúgubre y turbio. En ningún momento se da pie a a creer en que elementos fantásticos perturben la realidad. Al contrario, las pesadillas parecen acrecentar más si cabe lo funesto y realista de la situación en la que los náufragos se hallan.
Esta es una novela extraña y compleja, pero con una textura sólida. No es complaciente el autor con sus criaturas. Las hace sufrir, experimentar dolores y angustias profundos, como si de un dios justiciero se tratase.
Stig Dagerman se suicidó debido a una fuerte depresión. Los oscuros demonios que asolaron su mente revolotean por esta angustiosa novela, metafísica, descarnada y onírica que parece haber sida escrita por un desolado Lautréamont kafkiano.

viernes, febrero 05, 2016

La bendición de la tierra, Knut Hamsun


Trad. Kristi Baggethun y Asunción Lorenzo. Nórdica, Madrid, 2015. 368 pp. 21,50 €

Santiago Pajares

La bendición de la tierra es sin duda una de las obras cumbres de Knut Hamsun, tanto que tras su publicación recibió el premio Nobel en 1920. Famoso mundialmente desde su primera novela Hambre, que escribió recién llegado de su periplo de seis años por Estados Unidos, siempre renegó de las grandes ciudades, viviendo gran parte de su vida en una cabaña en el bosque en Noerholm, en su Noruga natal. Y de eso trata La bendición de la tierra, de la vida en el bosque, concretamente en los páramos de Noruega donde los colonos comenzaron a establecer granjas y a trabajar la tierra con sus manos. La obra de Knut Hamsun es considerada una de las más influyentes del siglo XX, inspirando a autores como Thomas Mann, Franz Kafka, Herman Hesse o Charles Bukowski, quien incluso le citó en su famoso poema “Cómo ser un gran escritor”.
En esta novela nos centraremos en la figura de Isak, un colono que tras varios días de estudio del terreno, decide asentarse en una meseta, construir una cabaña y empezar a arar la tierra por sus propios medios para tratar de sobrevivir. Trabajando de sol a sol logra subsistir, tanto que llegado un momento necesita ayuda para las tareas cotidianas, por lo que pide en el pueblo a alguna mujer que suba al páramo a echarle una mano con los animales que comienzan a parir. Aparece entonces Inger, una campesina poco agraciada con un labio leporino, que se remanga y comienza a trabajar las largas jornadas con Isak, creándose entre los dos un vínculo, una sociedad de supervivencia que acaba en una relación amorosa. La relación que puede surgir cuando dos personas están solas en una isla desierta, que es lo que representa aquel páramo olvidado casi hasta por el propio gobierno. Sin embargo este, el gobierno, se acercará a pedir tributo a quien está trabajando las tierras del estado, instándole a regularizar su situación. Entonces Isak, el trabajador granjero, deberá pedir la ayuda de Geissler, un funcionario que no sólo le ayuda, sino que usa la cabeza como otros las manos para rescatar la riqueza de la tierra. Así comienza La bendición de la tierra, una novela en la que veremos a Isak ampliar su hacienda, sus cosechas, su ganadería y su propia familia, hasta convertirse en un hombre rico, el marqués del Páramo. Una historia rural que página a página nos emocionará con sus vicisitudes y sus problemas: Las envidias, las penurias, los amores y desamores, la riqueza, la miseria y el odio, dejándonos la historia de un hombre que llegó a Noruega con nada y a fuerza de trabajo y esfuerzo lo acabó consiguiendo todo. Uno no puede dejar de imaginar así los principios del propio Knut Hamsun tras su vuelta de América, las carencias que tuvo que pasar para recién llegado escribir su obra más famosa, Hambre, de la que aquí quedan claros rescoldos. Todos los personajes tienen algo del autor, y tras leer La bendición de la tierra, creo que podremos conocer un poco más no al colono Isak, sino a Knut Hamsun, que no sembrando sino recogiendo palabras de la propia tierra, supo crear su personal riqueza.

miércoles, noviembre 11, 2015

Arenas movedizas, Henning Mankell


Barcelona, Tusquets, 2015. 374 pp. 19,90 €

Pedro M. Domene

El nombre de Henning Mankell (Estocolmo, 1948-Gotembrugo, 2015) es de sobra conocido en nuestro país, todo el mundo lo identifica como el gran patriarca de la literatura policíaca escandinava, y uno de los maestros de la novela negra contemporánea. Su serie protagonizada por el inspector Wallander ha sido pionera y sentó las bases de una categoría del género criminal: la novela nórdica. El Mankell escritor destaca por su infalible capacidad de observación, tanto en cuestiones sociales así como en los tipos humanos que pueblan sus novelas. Es un gran creador de atmósferas, y un talento único para crear personajes indelebles; por eso, sin duda sus historias, al margen de los enredos policíacos, provocan un dilatado recuerdo y dejan poso porque hablan de esos otros dramas humanos de la Europa contemporánea y, sobre todo de su amada África, casos de algunos títulos, Comedia infantil (1995) o Hijo del viento (2009). O como se desprende de un libro como Arenas movedizas (2015), unas singulares y emotivas memorias parciales, porque si los escritores se dividen entre los que iluminan y los que ocultan, él siempre ha perseguido desvelar con su literatura lo que los algunos están empeñados en enterrar o esconder: «Escribir es iluminar con una linterna los rincones de penumbra.»
Mankell cuenta cómo, siendo un niño, le aterraba, la idea de ser engullido por una de esas arenas sin dejar rastro aunque luego, con el paso del tiempo, ha descubierto la verdad que rodea a ese mágico fenómeno, todo mito. Y en este caso, frente a la enfermedad diagnosticada: cáncer, que parecía engullirlo sale, recién estrenado el año 2014, de la consulta para aferrarse a los recuerdos, y así repasar parte de su vida: «Puede que no me atreviera a pensar en el futuro —asegura—. Era territorio incierto, minado. Así que volvía continuamente a la infancia», se puede leer en el libro. En igual proporción, con respecto a su adolescencia y a su madurez, a sus momentos estelares a lo largo de una extraordinaria y dilatada vida. En estos textos se enfrenta al horizonte de la muerte creando todo un amplio recorrido de algunos de los primeros hallazgos que han marcado su existencia personal y colectiva. No es un libro que cuestione aspectos filosóficos, sociológicos o una especie de manual de autoayuda, aunque en los 67 capítulos o entradas de que se compone, se haga esas preguntas esenciales de siempre; sino que más bien, y a partir de ellas recuerda que la vida de cada uno está llena de historias luminosas o sombrías, cuentos o novelas según se quiera, que nos conectan con nuestros semejantes y con el resto del mundo. Y como cabe suponer, siguiendo su estilo, Mankell proyecta una denuncia política y social sobre el legado que en estos precisos momentos está dejando nuestra civilización a la humanidad: no se trata de un pormenorizado inventario de la memoria de inventores, o pintores, incluso escritores o músicos y sus grandes obras, sino que el narrador se muestra preocupado por los residuos nucleares enterrados en el fondo de alguna montaña sueca, y más le pesa el último recuerdo que deje el ser humano que, según él, se concretará: «Que nadie recuerde nada. Lo último que dejaremos detrás de nosotros es algo que escondemos para que nadie lo encuentre».
La literatura, en esta ocasión, es un modo de consuelo, y debemos reconocerle a Henning Mankell el valor de describir así su angustia: «Ahora que tengo cáncer comprendo muy bien la sensación de extravío. Me encuentro en un laberinto que no tiene entrada ni salida. Sufrir una enfermedad grave es haberse extraviado en el propio cuerpo, en el que sucede algo que uno no puede controlar». Arenas movedizas se convierte así en un auténtico rompecabezas de historias que entretejen en silencio el porvenir de una persona que se sabe en la desesperación misma que le otorga la incertidumbre de un futuro. Un libro que se escribe con la mejor prosa de un valiente y auténtico Mankell.
Mientras leíamos, y redactábamos estas líneas, las noticias sobre la salud de Mankell confirmaban que con Arenas movedizas había firmado su testamento literario. Quienes hemos seguid la mayor parte de su producción literaria, nos cosuela saber que en estas páginas se encuentra un valiente Henning que le había pedido a la muerte un pequeño retraso para dejarnos una nueva muestra de su maestría literaria.

viernes, noviembre 28, 2014

Vatanescu y la liebre, Tuomas Kyrö

Trad. Dulce Fernández Anguita. Alfaguara, Madrid, 2014. 345 pp. 18,50 €

Ariadna G. García

La literatura nórdica está de moda, y en concreto, la finlandesa. Las pruebas son evidentes, no sólo se traducen los libros al español, sino que el arco temporal entre los años de publicación en Finlandia y en nuestro país resulta cada vez más pequeño: se estrecha, se comprime. No fue el caso de Arto Paasilinna (1942). El desfase entre el año de publicación de sus novelas en su lengua y en la nuestra es enorme: El molinero aullador (1981-2004), El bosque de los zorros (1983-2005), Delicioso suicidio en grupo (1990-2007), La dulce envenenadora (1988-2008), El mejor amigo del oso (1995-2009) y El año de la liebre (1974-2011). La nueva generación de escritores finlandeses, sin embargo, lo tiene más fácil. Son los casos, sobre todo, de autoras que se han vuelto imprescindibles en la literatura europea: Sofi Oksanen (1977. Purga: 2008-2011; Cuando las palomas cayeron del cielo: 2012-2013), Riikka Pulkkinen (1980. La verdad: 2010-2012) y Katja Kettu (1978. La comadrona: 2011-2014); así como del autor que nos ocupa: Tuomas Kyrö (1974. Vatanescu y la liebre: 2011-2014).
Esta última novela es un claro y explícito homenaje al gran Paasilinna, y por supuesto, al libro que lo catapultó a la fama: El año de la liebre. Si éste tardó la friolera de 37 años en traducirse, su acólito ha tardado sólo tres. Y no porque la obra sea mejor, sino por la simple razón de que el lejano Norte y sus estepas heladas cruzadas por auroras boreales por fin nos interesan a los mediterráneos. Será que necesitamos la oscuridad y el frío de Laponia, su silencio, para olvidar la crisis, para dejar de ver esta sociedad consumista que nos consume, este capitalismo que carece de importancia. Los valores necesarios son otros, y por lo visto, no se encuentran aquí.
Vatanescu y la liebre imita la estructura itinerante de los libros de Arto Paasilinna. El protagonista de la historia es un rumano que ha contratado una red clandestina dedicada al tráfico humano para rehacer su vida en un país del Báltico (la narrativa europea se está interesando de verdad por un problema que nos afecta a todos, valgan como ejemplos las obras: Libro, Purga, Inercia, Temblad villanos…). En su huída de la red, Vatanescu (versión rumana de Vatanen, el protagonista finlandés de El año de la liebre) se irá relacionando con distinto personajes –nativos o emigrantes– que le pondrán obstáculos o le ayudarán en ese ejercicio tan difícil de la supervivencia. El motor que le mueve es el sueño de su hijo por calzarse unas botas de tacos y ser futbolista.
Como en el caso de la novela de Paasilinna, encontramos en esta obra la concatenación de situaciones absurdas y disparatadas, aderezadas con humor negro; no obstante, la narrativa de Tuomas Kyrö no alcanza los niveles de desolación y desencanto de su maestro. Kyrö se decanta por la redención, por el cumplimiento de promesas, por la fantasía que sólo la literatura puede propiciar.
Lógicamente, aunque ambas novelas compartan un espíritu irónico, una actitud crítica ante el modo de vida occidental, una defensa de la ecología, un armazón, una pareja protagonista o una localización espacial, la Finlandia que describen no es del todo idéntica. Entre ambas novelas han transcurrido 40 años. De ahí que en la galería de tipos sociales de Vatanescu y la liebre nos topemos con mafiosos rumanos y soviéticos o con exiliados vietnamitas y ghaneses. Y por eso también la voz narradora en la que Kyrö delega su responsabilidad enunciativa es una voz macarra, hasta soez, muy a menudo.
Los lectores de Paasilinna disfrutarán con este libro, en el que encontrarán guiños y ecos de las novelas del prolífico y afamado escritor finlandés. Los demás descubrirán un horizonte narrativo heredado: divertido y sarcástico.
Ojalá Anagrama aproveche el interés editorial por Finlandia para seguir editando los títulos del indiscutible maestro, al que echamos en falta.

miércoles, mayo 28, 2014

Cuando las palomas cayeron del cielo, Sofi Oksanen

Trad. Luisa Gutiérrez Ruiz. Salamandra, Barcelona, 2013. 368 pp. 19 €

Ariadna G. García

Tanto en su novela anterior, Purga, como en su libro más reciente, la escritora finlandesa Sofi Oksanen (1977) revisa la historia reciente del país de su madre: Estonia. Ambas obras guardan similitudes formales que vamos a repasar brevemente: desarrollo paralelo de acciones, saltos espacio-temporales y multiperspectivismo. Además, los dos libros se sumergen en idénticos temas: las conflictivas relaciones familiares, la impostura, la ocupación nazi y comunista de Estonia, y la increíble capacidad de adaptación de algunas personas para sobrevivir bajo cualquier régimen. No obstante estas analogías, entre un libro y otro se abre un abismo estético. Si Purga rezumaba lirismo y violencia a partes igual; Cuando las palomas cayeron del cielo presenta una prosa depurada, exenta tanto de metáforas y símbolos, como de un léxico desgarrado y soez. Este estilo responde a una mirada mucho menos subjetiva sobre los hechos narrados, a un distanciamiento emotivo y a un mayor deseo de objetividad. La propia naturaleza de muchas de las escenas descritas –estáticas y localizadas en restaurantes, cafeterías o espacios interiores cerrados (habitaciones, oficinas, despachos)–, exige un estilo frío y reposado, del que da cuenta cabal la meritoria traducción de Luisa Gutiérrez Ruiz.
A quienes encandiló la belleza cruel de Purga, es más que posible que les decepcione la última novela de Sofi Oksanen. Su comienzo, sin embargo, es soberbio y sigue la línea del libro anterior. Narrado a dos voces, comienza con un relato en primera persona que nos adentra en el campo de batalla. Se trata del diario de Roland, un estonio que lucha junto a su primo Edgard por el bando alemán contra el Ejército Rojo. Estamos en la Segunda Guerra Mundial. Su deseo: liberar a Estonia del protectorado soviético con la ayuda nazi, para después proclamar a su país estado independiente. La segunda de las voces pertenece a un narrador omnisciente en tercera persona. Su misión es la contextualizar a ambos primos. De este modo, en la primera parte de la novela discurren a la vez dos tramas: la desarrolla en el frente y la ambientada en la aldea familiar. En esta segunda conocemos a la novia de Roland (Rosalie, que desaparecerá misteriosamente) y a la esposa de Edgard (Judith, que vive una frustrante y casi inexistente vida sexual, sin pasión y sin hijos).
La segunda parte nos sitúa en plena Guerra Fría. Estamos en 1963. Edgard ha cambiado de identidad y trabaja en calidad de espía para la Unisón Soviética, a la que pertenece la República Socialista de Estonia. En adelante, y hasta el final de la novela, se irán alternando capítulos de los años 60 con flash back desarrollados durante la ocupación nazi del estado báltico. Esta alternancia va a ser en Cuando las palomas cayeron del cielo mucho más relevante que en Purga. No se trata de actualizar un pasado para tener información sobre el carácter de los personajes, sino de comprender las razones por los que ese pasado acabado dando caza a cada criatura de la novela. Nadie escapa al pasado.
Los cambios espacio-temporales van a marcar un antítesis demoledor en el caso de Judith. El lector asistirá impotente a la falla que separa su romance con un oficial alemán en los años 40 y su enclaustramiento en casa bajo el mismo techo de su marido estonio veinte años después. En el caso de Edgard, el marco servirá para pintarnos a un hombre sin escrúpulos, ruin y mezquino, a un hombre servil capaz de colaborar con los alemanes primero y con los soviéticos más tarde.
La novela resulta un alegato contra la opresión de un pueblo, el estonio, disputado por fuerzas contrapuestas a lo largo de su historia reciente: el totalitarismo nazi y el comunista.
Un consejo: lean sin prejuicios Cuando las palomas cayeron del cielo. Olvídense de la obra anterior. Y entonces disfrutarán de una buena novela.

jueves, junio 27, 2013

Naíf. Súper, Erlend Loe

Trad. Cristina Gómez-Baggethun. Nórdica, Madrid, 2013. 240 pp. 18,95 €

Fernando Sánchez Calvo

El narrador de esta novela no se encuentra a sí mismo. Le sucede lo que a muchos compañeros de generación, aquéllos que eran jóvenes en los 90: el estado de bienestar los preparó para un gran mundo interior repleto de ricas reflexiones y sutiles intimismos pero los anuló para la vida real, para relacionarse con una mujer, para saber qué se hace después de haber estado estudiando casi veinte años y, en definitiva, para los problemas concretos que nos depara de vez en cuando este “lachrymarum valle”.
El narrador de esta novela, universitario de veinticinco años, nórdico, prototipo de la Europa más desarrollada, decide abandonar sus estudios e irse a vivir a Oslo para ver si de una vez por todas se encuentra. Para ello cuenta con la casa de su hermano, quien, al contrario que él, viaja, gana dinero, prospera, trepa y, en definitiva, ha asumido que en este mundo si no comes, te comen.
Nuestro protagonista se instala pues en el piso de su hermano. Lo único que tiene que hacer es mantenerle en un buen estado la casa y comprarle un coche antes de que éste vuelva de su viaje de negocios, pero sus dudas, su falta de decisión y su gran desapego al ritmo de los demás lo conducen a involucionar de manera brillante y divertida (para los lectores, claro está). Sus nuevas ocupaciones serán:
  • Hacer una lista de las cosas que le gustan y que no le gustan.
  • Competir con un crío vecino sobre quién es el que mayor número de especies animales ha visto a lo largo de su vida.
  • Poner en cualquier buscador de Internet palabras escatológicas del noruego y ver qué correspondencia con la realidad tienen.
  • Estar por estar.
¿Los grandes aciertos de la novela? El ritmo, la agilidad de los diálogos, la ironía y el retrato psicológico de toda una generación, aquélla que convirtió lo superficial y lo naíf en el asunto más grave del mundo. Es fácil encontrar un sentido u objetivo en tu vida cuando la época que te ha tocado vivir no es buena: basta con salir a la calle para poder comer. Lo difícil es encontrar un sentido a la vida cuando los que te han precedido te lo han dado todo y, sin saberlo, han creado para ti otro tipo de tragedia: la de no saber qué hacer o cómo prosperar cuando ya casi todo está hecho o conseguido. Dicha reflexión quizás no sea compartida por muchos, sobre todo por el nuevo giro económico y social que han adoptado estos nuevos tiempos, pero existió una época no muy lejana, una época dorada situada al final del siglo XX, donde los problemas (los comprendamos o no) eran otros.
Bien por Erlend Loe y por Naíf. Súper. O dicho de otro modo: bien por la tragedia de lo banal.

miércoles, octubre 27, 2010

Asesinato en el Savoy, Maj Sjöwall y Per Wahlöö

Trad. Martin Lexell y Manuel Abella. RBA, Barcelona, 2010. 267 pp. 17,95 €

Julián Díez

Mientras imitadores, secundarios e impostores pueblan las librerías con misterios suecos de tercera fila —dicho esto con todo el respeto por autores de calidad como Henning Mankell—, la reedición de las magistrales obras de los padres de este peculiar subgénero está pasando relativamente inadvertida. Tal vez porque son obras bastante fuera de modas, pese a estar en el remoto origen de una de ellas. Son novelas relativamente breves para lo que se lleva hoy, sus personajes son tan reales en defectos y virtudes que no generan demasiada simpatía, y su ideología nada encubierta es de un decidido izquierdismo que en estos tiempos de corrección política meliflua y reaccionarismo campante como única respuesta no se lleva nada, pero que nada.
Asesinato en el Savoy es la sexta de esta serie de diez joyas publicadas por la pareja entre 1965 y 1975, con el declarado propósito de recrear, de manera subyacente a las tramas particulares de cada novela, el crimen perpetrado por la socialdemocracia sueca contra su pueblo, dándole la espalda para actuar en realidad en beneficio de los intereses de la aristocracia tradicional y la emergente alta burguesía capitalista.
Un tanto familiar, ¿no? Y hay quien dice que estas novelas están algo obsoletas.
En el caso concreto de Asesinato en el Savoy, la intencionalidad política también es bastante clara en su argumento propio. Viktor Palmgren, un hombre de negocios de Malmö, es asesinado en su hotel mientras pronuncia un discurso por un hombre que simplemente se acerca a él y le pega un tiro. En su investigación, el equipo dirigido como es habitual por el taciturno Martin Beck se encargará de desentrañar quién de los innumerables sospechosos perjudicados por Palmgren ha decidido tomarse la justicia por su cuenta. En vista de que, como bien sabemos, hay ciertas agresiones contra los demás que resultan socialmente disculpables y generadoras de riqueza, y consiguen eludir el convertirse en delitos.
Aunque generalmente se identifica a Beck como el denominador común de esta serie, uno de sus puntos fuertes es precisamente la galería de personajes que construyeron Sjöwall y Wahlöö, dando una fiel imagen del trabajo policial como una tarea colectiva, metódica y casi siempre anodina, lejos de los rasgos de genialidad habituales en los protagonistas del género. El brutal pero eficaz y humano Larsson, el bon vivant frustrado Kollberg y el pasado de rosca Mansson son quienes acompañan esta vez a Beck en su investigación, en la que una vez más florecen las carencias de una sociedad que paulatinamente envilecida, aunque sus defectos parezcan ínfimos al lado de lo que vivimos hoy.
Quienes hayan eludido la moda nórdica, perdiéndose a buenos autores como Mankell o Arnaldur Indridasson, y quienes hayan sufrido la decepción que les hayan producido algunos otros cacareados superventas, deben darle una oportunidad a estos padres del cotarro. Concisos, contundentes, auténticos, comprensiblemente inspiradores.

jueves, marzo 18, 2010

Manuscrito encontrado en Zaragoza (versión del 1810), Jan Potocki

Trad. José Ramón Monreal. Acantilado, Barcelona, 2009. 800 pp. 35 €

Martí Sales

¡Qué obra! Casi ochocientas páginas de puro placer lector divididas en seis decamerones y treinta cuatro historias desopilantes, estremecedoras, sicalípticas, desconcertantes y didácticas a la vez; un tour de force de uno de los autores de vida y hechos más extravagantes de la historia de las letras europeas, el conde polonés Jan Potocki (1761-1815), viajero empedernido, militar, escritor, intelectual y, finalmente, suicida (se dio muerte con una bala de plata que él mismo pulió durante los últimos meses de su vida); un libro en dos versiones, una más deslavazada y subida de tono, la de 1804, y otra más trabajada, estructurada, completa, la que nos ocupa, la de 1810; una obra maestra de la literatura universal: El Manuscrito encontrado en Zaragoza.
Alfonso van Worden, oficial de la guardia valona, se dirige a Madrid para ponerse al servio del rey de España y en el camino a la capital, cruzando Sierra Morena, su periplo se atrabancará y agrandará en sesenta y un días que resultarán, para el joven militar, la lección de una vida. En este lapso de tiempo le pasarán y contarán todas las aventuras habidas y por haber, retos a la imaginación y viajes a los límites de lo posible, de mano de cabalistas, demonios en posadas encantadas, geómetras, gitanas bellísimas, jeques amos de maravillosos reinos subterráneos, muertos vivientes, poseídos y ermitaños. El género fantástico en todo su esplendor explorando los clarobscuros de la Ilustración. Porque en El Manuscrito encontrado en Zaragoza todo se pone en duda: la ética (cuando uno tropieza con la belleza de la carne, hasta las más altas torres caen), la religión (conoceremos judíos, musulmanes y cristianos y ninguno logrará hacer prevalecer su doctrina por encima de la de los demás), sus convicciones (en el caso de Alfonso, el pilar de su vida, que es un pundonor pasado de vueltas, se verá fuertemente cuestionado un montón de veces), su percepción de la realidad (¿existen fuerzas sobrenaturales?) y la posibilitad de conocer o aprehender la realidad (¿sabré con certeza algún día que es lo que sucede en el mundo?).
¿Todo se le pondrá en duda para formarle o para despistarle, aniquilarle? Eso sólo lo sabremos al final de este extraordinario libro que no se puede dejar de leer ni un solo instante, que es una recopilación de cuentos y leyendas y aventuras sólo comparable a las mil y una noches o a sagas hindúes como el Mahabharata. Un libro sapiencial con todo lo bueno de aprender con la boca abierta, es decir, como los niños pequeños que, sin saberlo, sin esfuerzo y con muchísima diversión, de todo sacan jugo y formación.

miércoles, marzo 17, 2010

Novela once, obra dieciocho, Dag Solstad

Trad. Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo. Lengua de Trapo, Madrid, 2010. 208 pp. 18.50 €

Miguel Baquero

Dentro de su colección “Otras lenguas”, la editorial Lengua de Trapo ha comenzado a lanzar en nuestro país la obra del escritor noruego Dag Solstad, posiblemente el escritor noruego vivo de mayor prestigio tanto en Noruega —como demuestra el haber sido galardonado nada menos que tres veces con el Premio de la Crítica Literaria de aquel país» como en el extranjero. Previamente a Novela once, obra dieciocho —no muy afortunado título, en mi opinión—, Lengua de Trapo publicó ya una novela anterior de Solstad, Pudor y dignidad, que había obtenido muy buena acogida en otros países, y es de suponer que continuará vertiendo al castellano su obra.
Por fortuna, cabe decir, porque Solstad está lejos de ser uno de esos autores surgidos de pronto de entre los hielos de la tundra, al calor de Larsson y su Millenium, en la vorágine de una moda y una repentina pasión por lo escandinavo que prácticamente desde el primer día lleva impreso en su frente el título de “perecedero”. Lejos de ello, Solstad parece mostrar un interés autentico y sincero por penetrar en la clave de nuestros tiempos e intentar adentrarse en el corazón y la razón de ser del hombre actual. No se hallará ni en Novela once… ni en la anterior Pudor y dignidad ningún crimen truculento, ningún personaje extravagante, ninguna concesión a la ruidosa y rápida posmodernidad. El hombre que aparece en las novelas de Solstad es el viejo carácter noruego de las obras de Ibsen; no en vano, en las dos novelas del autor vertidas al castellano, una obra del dramaturgo, El pato salvaje, adquiere una función determinante.
Novela once…, de hecho, tiene mucho de teatral, de dramatúrgico. Su protagonista es un hombre que vive sobre la escena, que desde fuera parece, si no del todo feliz, sí al menos satisfecho de su existencia, contento de su vida, confortado con su suerte. Sin embargo, bajo ese poso de tranquilidad —un trabajo de funcionario que no está mal, aunque pudiera estar mejor; una relación sentimental que, en apariencia, reúne todos los ingredientes de la pasión y la aventura; incluso una espita abierta a la creatividad y a la implicación en los asuntos colectivos—, bajo esa apariencia, como digo, de calma y comodidad, palpita un hombre que, como en las obras de Ibsen, sabe que está viviendo en la mentira, que se halla preso en una extraña cárcel de sonrisas, buenos modales y agradable fuego en la chimenea, de la que cuesta un ímprobo esfuerzo salir. Y, como en las obras de su inspirador, en las novelas de Solstad el sentido último de la acción, la finalidad del personaje es liberarse de esa opresión… aunque, como en el caso de Novela once, obra dieciocho, el final, sorprendente como pocos, sea justo lo que cualquiera de nosotros tendríamos por antítesis de la liberación.
Este final —que, por supuesto, no desvelaré—, de un simbolismo cruel e intenso, nos hace al mismo tiempo comprender, como lectores, que buena parte de la novela encierra un profundo simbolismo, también como en Ibsen. Que la figura de Bjorn Hansen, como se llama el protagonista de Novela once…, representa en gran medida al hombre contemporáneo, que su drama es el de todos, que las páginas quieren ir más allá de la simple anécdota o del crimen más o menos ingenioso y profundizar en el latir de nuestros días y en nuestro propio corazón. Y esto es, sin duda, lo que da a Solstad un nivel literario excelente.
Para terminar, y a manera de sencilla curiosidad, contar que el protagonista de esta novela tiene, según nos cuenta Solstad, un gusto literario exclusivo y bastante apartado del común, lo que le lleva, por ejemplo, a sentir un interés especial por Camilo José Cela, autor prácticamente desconocido en Noruega y que en esas latitudes escandinavas no puede por menos de parecer muy exótico. Durante algo más de tres páginas, Solstad nos habla del gusto aristocrático y selecto de su personaje en cuestiones literarias, una elegancia y una distinción que se vieron confirmadas cuando a Cela, para gran placer de Bjorn Hansen, le concedieron el premio Nobel de Literatura. Esto no es más que un detalle sin mayor importancia dentro de la novela, pero hace reflexionar —a mí al menos me lo hizo— sobre la verdadera naturaleza de lo exclusivo y de lo exótico.

martes, diciembre 08, 2009

Las vacas de Stalin, Sofi Oksanen

Trad. Úrsula Ojanen y Rafael García Anguita. 451 editores, Madrid, 2008. 474 pp. 21,50 €

Guillermo Ruiz Villagordo

La joven de aspecto gótico que nos mira desde la contracubierta de esta novela es una autora de éxito en su país, como una somera navegación por internet puede desvelar. Importa hacer notar esto para que no se la prejuzgue al mezclar este dato con el hecho de que uno de los temas principales de esta novela sea la bulimia. Y lo digo porque un tema tan poco (o nada) tratado por la literatura se toca con una total seriedad (no de la forma lacrimógena que acostumbran en tantas y tantas películas para televisión), lo que implica meterse en la mente del enfermo, entender sus ‘razones’ y no eludir los momentos escabrosos de su obsesión, pero ante todo por la significación que este trastorno adquiere en el contexto de la historia que nos cuenta este libro.
Las vacas de Stalin nos hace partícipes del mundo interior de tres mujeres de generaciones distintas, inmersas en un vaivén político y cultural que viven a distintos niveles: Anna, finlandesa de pleno derecho y bulímica plenamente consciente; su madre, Katariina, inmigrante estonia en Finlandia tras una huida en busca de mejores oportunidades que no salió según lo esperado; y su abuela, Sofia, testigo vivo y cuasi mudo de la reciente historia de Estonia. Anna quiere un destino mejor que el de su madre, que huyendo del infierno soviético cayó en otro de distinto signo al casarse con un alcohólico que las abandonó, además de tener que soportar el racismo que los estonios, y especialmente las estonias, sufren por parte de los finlandeses. Mientras, al otro lado de la frontera, Sofía, sin una voz tan individualizada como la de su hija y su nieta, ha vivido en carne propia la opresión de la Estonia sojuzgada por el comunismo ruso, que la convirtió en tierra de racionamientos y restricción de movimientos físicos y espirituales, y ve desde lejos ese supuesto paraíso finlandés en el que viven sus familiares.
Todo ello nos lo cuenta Oksanen en diversos saltos temporales, bien mediante la voz de Anna, bien por lo que nos revela un narrador omnisciente, en los que hace gala de una escritura directa, desnuda y dura que resalta su lacerante crítica social, convenientemente diseñada para no ser tan evidente como para asistir a una soflama, y que realiza en las varias capas ya mencionadas. Por si esto no fuera suficiente y dejando aparte la atención dedicada a la creación de ambientes angustiosos y claustrofóbicos, hay un detalle (y con esto volvemos a la afirmación del final del primer párrafo de esta crítica) donde muestra su mayor fuerza y empeño: cómo bascula inteligentemente (es decir, sin moralina, sin esconder los aspectos desagradables pero a la vez sin una transparencia forzada) entre el hambre impuesta por el sistema dictatorial estalinista y el paradójico desorden alimenticio que propicia una sociedad libre como la actual. En suma, una novela viva, tanto respecto al pasado como al presente, lo que al menos en mi modesta opinión no es decir poco.