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jueves, marzo 21, 2013

El sanador, Antti Tuomainen

Trad. Ursula Ojanen y Rafael García Anguita. Mondadori, Barcelona, 2012. 212 pp. 16 €

Julián Díez

Tapani Lehtinen, un poeta fracasado, recorre las calles de la Helsinki en llamas de dentro de diez, quizá quince años. En unas ocasiones va solo, en otras le lleva en su taxi un inmigrante magrebí que considera que esa ciudad de vagabundos hacinados en antiguos estadios, epidemias de gripe y bandas de seguratas imponiendo el terror es una tierra de oportunidades en comparación con su país de origen. Tapani busca a su esposa, periodista, que sigue la pista de un asesino que pretende castigar a los promotores del desastre ecológico: capitalistas sin escrúpulos, oligarcas, los supuestos triunfadores de pocos años atrás, ahora refugiados en urbanizaciones acorazadas o de camino hacia el círculo polar ártico, donde todavía el clima es soportable.
En su alucinado peregrinaje, el poeta visita repetidamente a personajes que definen su futuro, nuestro futuro: una pareja de amigos suyos que quiere escapar de la ciudad, él un abogado que sabremos que puso su granito de arena en el armagedón; un policía que sigue luchando por inercia, a sabiendas de que no hay forma de detener el derrumbe, pero que es honesto casi por eliminación, por falta de alternativas; el redactor jefe de un periódico que se aferra a la supervivencia de su medio, aunque lo que haga ya no tenga nada que ver con el servicio a la sociedad, sino sólo con la fidelidad a su propio sueldo («Tengo redactores que quieren contar la verdad. Siempre les pregunto qué es la jodida verdad. Y no pueden darme una respuesta en condiciones. Excepto, naturalmente, que la gente tiene que saber. Y yo les pregunto si realmente la gente quiere saber. Sobre todo, si están dispuestos a pagar para saber más»).
El amor de Tapani es sólido, creíble, pese a que asistiremos al descubrimiento de las fisuras en su relación. Su fidelidad, ciega, es un contrapunto con la reconocible debacle de su entorno. Como corresponde a una distopía actual, sobre un futuro plausible ante el que no parece que seamos capaces de dar ninguna solución, Tapani no será capaz de encontrar una salida y no hay ninguna clase de horizonte. Aunque al menos seguirá fiel a sí mismo. Tuomainen no es capaz de ofrecer mucha más esperanza que la individual, pero tiene la compasión suficiente hacia sus personajes como para no dañarles más de lo imprescindible en su contexto. Quizá lo más eficaz de la novela es que no es tremendista: lo que ocurre en ella es duro, pero lo más inquietante es seguramente que deja claro que lo peor está aún por llegar.
Su estilo es seco, eficaz, mucho más en la tradición de la novela negra americana que en la de la nórdica o la literatura distópica. Respecto a la primera, da un giro de tuerca al trasladarse del retrato social a la especulación. En cuanto a su dimensión como distopía, ya ni siquiera resulta llamativo que la mejor obra al respecto publicada el año pasado, la única que se ocupa de lo que el ciudadano medio teme que esté por venir, haya aparecido en una colección que no es de ciencia ficción. Un libro, en suma, relevante, necesario, que parece mentira que nadie haya escrito antes y que resulta increíble que pueda pasar inadvertido.

sábado, febrero 09, 2013

Prisioneros en el paraíso, Aarto Paasilinna

Trad. Dulce Fernández. Anagrama, Barcelona, 2012. 200 pp. 16,90 €

Miguel Baquero

Autor de indiscutible éxito internacional gracias a novelas como Delicioso suicidio en grupo o El bosque de los zorros, que le han destacado por su particular y finísima forma de entender el humor (fresco, ligero, sano, pero con unas gotas necesarias y bien medidas de crítica social), el finlandés Aarto Paasilinna (Kittila, 1942) está conociendo ahora la edición en nuestro país, por parte de Anagrama, de las novelas anteriores a su consagración. Llega el turno ahora, tras El año de la liebre para esta Prisioneros en el paraíso, editada por primera vez en Finlandia en 1974 y donde ya podemos apreciar (y degustar) algunos de los rasgos más sobresalientes del autor.
El argumento de la novela es bien sencillo, e incluso me atrevería a decir habitual: un avión se estrella cerca de una isla desierta (“desierta” es la fórmula común para significar que está alejada de la civilización) y los supervivientes, hombres y mujeres de varias nacionalidades y distinta extracción social, han de organizar su vida diaria en lo que les localizan los equipos de rescate. Hasta aquí, nada nuevo, y estoy completamente de acuerdo con una de las opiniones de los críticos que reseñaron esta novela, en este caso el crítico de “Le Monde”, en el sentido de que, sin el humor, este género de relatos parecería ridículo. Pero, en efecto, interviene el humor; un humor de muchos quilates como es el de Paasilinna; un humor que no se recrea en el chiste ni en el “golpe” y va mucho más allá: pretende trazar la comicidad de la situación en su conjunto, pretende hacer una sátira no de éste ni de aquél individuo, ni de un determinado tipo humano en concreto, sino que es una mirada burlesca sobre la totalidad. Con totalidad me refiero al hombre occidental y su pequeña visión del mundo, llena de miedos y prejuicios.
Los pasajeros del avión que se estrella son, en su mayoría (ya en este primer punto se inicia la particular mordacidad de Paasilinna), integrantes de una misión humanitaria de la ONU que viaja al Tercer Mundo para proteger a los indígenas de uno de tantos peligros como les acechan. Como buenos occidentales, solidarios y políticamente correctos, la primera medida que toman al llegar como náufragos a la isla es elegir una junta directiva. Posteriormente, y en la misma línea, entablarán un debate sobre cuál se va a convertir en la lengua oficial de su pequeño grupo o de qué manera van a organizar los periodos electorales; se lamentan así mismo porque, enfrascados en las tareas de hallar medios de supervivencia, talar árboles y construir cabañas, no les es posible aplicar la normativa europea en materia de jornadas laborales; y desnudos ante la intemperie y el calor sensual del trópico, deciden, como primera medida, crear un consultorio de asesoramiento sexual…
Todo esto antes de que la naturaleza comience a obrar y día a día, con la misma exuberancia de la vegetación que les rodea, vaya rompiendo con sus raíces, tenaz y pacientemente, esa pequeña estructura social y ponga al descubierto lo precario e incluso ridículo de sus cimientos.
Y de nuevo aquí hace gala Paasilinna de esa contención que es la clave de la excelencia de sus novelas y de la calidad de su humor. Porque sin renunciar a la burla, y en general a la ridiculización de la sociedad, no descuida el dibujo compasivo de sus personajes, gracias a lo cual hace entrañables y humanos incluso a la ultrarreligiosa preocupada por los métodos anticonceptivos. Una justa distancia, en suma, la que acierta a tomar el autor y que a ratos se convierte en ejemplo de cómo sostener un pulso literario.

miércoles, enero 30, 2013

La verdad, Riikka Pulkkinen

Trad. Luisa Gutiérrez Ruiz. Salamandra, Barcelona, 2012. 320 pp. 18 €

Ariadna G. García

En 2008, la escritora finlandesa Sofi Oksanen (1977) publicó una novela soberbia, lírica y violenta a partes iguales, titulada Purga. La estructura narrativa de su libro se divide en tres niveles. El primero tiene lugar en 1992, y relata el tenso encuentro de una joven huida de una mafia rusa dedicada a la prostitución, con una enigmática anciana en su casa de Estonia. El segundo cuenta la dramática historia de la joven, y se remonta a 1991, cuando fue reclutada en Vladivostok y trasladada a Berlín para trabajar en una red clandestina de trata de blancas. El tercero narra el oscuro pasado de la viuda durante la Segunda Guerra Mundial y la inmediata posguerra; un tiempo de amores imposibles, traiciones políticas, venganzas y supervivencia. Con estas tres madejas, que se unen en un final espléndido, Oksanen teje un libro vigoroso. La traducción del libro al castellano la publicó Salamandra en 2011. Esta misma editorial edita ahora La verdad, a cargo de otra autora finlandesa: Riika Pulkkinen (1980). Dicha novela apareció en su país natal en 2010, y sus deudas (formales) con Purga son evidentes.
La verdad simultanea también dos historias desgarradas. La primera transcurre en el presente y tiene por protagonista a los siete miembros de una familia de la clase alta. La fase terminal en que entra el cáncer de Elsa, la abuela (famosa psicóloga), despierta en todos un sentimiento adelantado de pérdida, la añoranza de la seguridad de la niñez y la incredulidad por el paso del tiempo. Las escenas costumbristas del libro (picnic, sauna, paseos…) nos describen a una familia que se ama, pero que se muestra incapaz de exteriorizarlo. El dolor que produce el crecimiento de los hijos (su progresiva independencia), y la propia transformación del cuerpo (“De repente uno se despierta y repara en que es viejo” p.48), los convierte en extraños. A lo largo de la obra, tratarán de luchar contra sus miedos y limitaciones para acompañarse en los días finales de la abuela.
La segunda historia se localiza en los años 60, con el telón de fondo de la Guerra de Vietnam y el movimiento hippy. Su protagonista es un joven y popular pintor abstracto: Martti (el abuelo). Se trata de la historia de un amor prohibido, sin futuro posible; de un hombre casado y su pasión por la asistenta de la casa; de un padre de familia y su deseo incombustible, culpable, hacia la universitaria en quien encuentra la razón de su vida.
El puente entre ambas tramas es el encuentro fortuito, en el armario de Elsa, de un vestido de Eeva, la antigua amante de su esposo, cuya memoria recupera Ana (la nieta mayor), abriendo así la caja de Pandora.
¿Es posible olvidar al amor de tu vida? ¿Se puede perdonar una traición de años? ¿Alguien tiene la culpa de que su pareja se vuelva a enamorar? ¿Qué es preferible, vivir atormentado por los remordimientos o por la cobardía? ¿Se puede ser feliz en cualquier caso?
La verdad, con su hermoso lirismo, nos enfrenta a un mundo donde nada es lo que parece, a un mundo en permanente tránsito, donde la realidad no está garantizada. O quizás sea ese crisol de sentimientos, mentiras y contradicciones, lo único real.

miércoles, abril 25, 2012

El abuelo que saltó por la ventana y se largó, Jonas Jonasson

Trad. Sofía Pascual Pape. Salamandra, Barcelona, 2012. 413 pp. 19 €

Cristina Davó Rubí

La primera palabra que se me ocurre sobre esta novela es insólita. Asimismo le vendrían bien calificativos como curiosa, original y divertida. Algo no muy común en la narrativa nórdica a que estamos acostumbrados. Pues así es la ópera prima de Jonas Jonasson (Växjö, 1962). Dedicado durante muchos años al periodismo y a la producción televisiva, finalmente decidió dedicarse por completo a la literatura y escribir la historia que siempre quiso contar. El abuelo que saltó por la ventana y se largó (2012) es una disparatada fábula inspirada en la figura de su propio abuelo y con la que el autor sueco da un giro radical a su vida. Reconocido como Libro del Año y Premio de los Libreros en Suecia, estamos ante un éxito que traspasa fronteras y que arrasa como un vendaval con todos los tópicos sobre el país nórdico y sobre la tercera edad.
El peculiar anciano protagonista es Allan Karlsson, que decide escapar de una vida que no va con él y se va de la residencia de ancianos saltando por la ventana -el título no esconde ningún misterio-, el día de su centésimo cumpleaños. A partir de aquí se van sucediendo una serie de rocambolescas situaciones que nos llevan a conocer a fondo al personaje. Una vida de cien años permite al escritor hacer un recorrido por la historia del siglo XX, intercalando episodios de la biografía de Karlsson con la peripecia de su huida actual. La herramienta principal que utiliza el autor sueco es el humor, pero detrás de la risa no puede pasar desapercibida la crítica a las deficiencias de una sociedad que no aprende de sus errores pasados. Asimismo, se cuestiona la eficacia de los medios de comunicación y de la Justicia en la actualidad.
Leyendo los disparates que se van sucediendo en la existencia de Karlsson, sus encuentros con Churchill, Franco, Mao Tse-tung, Truman, Oppenheimer, de los que siempre sale bien parado y considerado poco menos que un héroe, nos preguntamos si tal vez quien más ignorante parece es ciertamente el único que sabe disfrutar de la vida. Alejado de toda convicción religiosa y política, autodidacta, especialista en explosivos y con un optimismo innato, el centenario Allan Karlsson sigue encontrando razones para vivir. Un personaje con entidad propia, eje fundamental de toda la trama. Cuando al principio de la novela el abuelo se escapa del pueblo en un autobús de destino incierto, con una maleta robada casi por accidente, no imaginamos la riqueza de la historia que nos espera. Un argumento perfectamente hilado, en el que no se escapa ni el más mínimo detalle a pesar de su complejidad. Con una galería de personajes corales dignos acompañantes del protagonista: un marginal que vive en una estación de tren abandonada, un vendedor de salchichas erudito, una pelirroja irreverente que tiene como mascota a una elefanta, el jefe de una banda de mafiosos de medio pelo o un comisario frustrado. Para no aburrirse. El acierto último que termina de redondear esta sarcástica historia es el método narrativo de Jonasson, con descripciones breves, diálogos directos de frases cortantes y acciones claras y veraces.
No hay excusas para coger entre manos esta novela y darnos cuenta de la estupidez humana, de que las ideas absolutas conllevan miseria y destrucción, y de que la risa es un arma muy efectiva. Deberíamos hacer más uso de ella.

miércoles, abril 04, 2012

Mi abuelo llegó esquiando, Daniel Katz

Trad. Dulce Fernández Anguita / José Antonio Ruiz. Libros del Asteroide, Barcelona, 2011. 240 pp. 16,95 €

Ariadna G. García

La narrativa finlandesa tiene un hueco, por fin, en las librerías españolas. Anagrama lleva una década publicando las delirantes novelas de Arto Paasilinna (1942); Salamandra editó el año pasado una obra soberbia: Purga, de Sofi Oksanen (1977); y Libros del Asteroide ha rescatado recientemente un libro importante en la literatura ártica: Mi abuelo llegó esquiando, de Daniel Katz (1938). Esta obra, publicada originariamente en 1969, recibió el premio J. H. Erkko (a la mejor ópera prima) del diario Helsingin Sanomat. Su autor, desde entonces, ha ido cosechando varios méritos, como el Premio Nacional de Literatura (2009).
Mi abuelo llegó esquiando fue escrita durante la Guerra de Vietnam. No parece una coincidencia. La novela relata las aventuras e infortunios de tres generaciones de una estirpe judía desde la guerra Ruso-Japonesa (1905) hasta el desenlace de la Segunda Guerra Mundial (1945). El tono humorístico del libro, las escenas absurdas, van a servir de catalizadores de un hondo desarraigo físico y existencial. Su humor arroja luz sobre el lado grave de la realidad: la injusticia, la pérdida, la muerte. Más allá de la carcajada, el autor va buscando la adhesión de sus lectores a un ideario anti-bélico, así como a la toma de conciencia de que la identidad es un concepto en crisis, doloroso e inestable.
La novela se estructura en tres bloques. El primero se centra en el abuelo bielorruso (corneta del ejército del Zar) y en su valiente esposa de origen finlandés. La historia avanza por la acumulación de anécdotas y episodios más o menos jocosos (eróticos y militares). El segundo ofrece una visión descarnada del mundo. Se Localiza en el golfo de Botnia entre los años 1941-1944, en plena Guerra de Continuación, que enfrentaba a las tropas de Finlandia y la URSS tras la derrota del Ejército Rojo en la Guerra de Invierno (1939-1940). El conflicto, ahora, se inserta dentro del escenario de la Guerra Mundial (1939-1945), de modo que el hijo mayor de Benno y Wera, Arje, se ve en la paradoja de luchar contra soldados oriundos de la tierra de su padre en coalición, nada menos, que con el cuerpo de élite de la Alemania nazi, las Waffen SS. Katz explota esta situación grotesca con un humor que se va transformando en materia agresiva. La actitud desenfada del autor encubre el miedo que constriñe a los personajes, sus dudas sobre la lealtad de sus vecinos (e incluso del Estado), el pánico a la deportación a Polonia, o el deseo de huída en barco a Suecia. El último bloque del libro retoma la concatenación de recuerdos dispersos, poco o nada relacionados entre sí. Sin duda alguna, es el más flojo. Pese a todo, ofrece algunas notas interesantes sobre la visión crítica de Daniel Katz a propósito de la ocupación de tierras palestinas por parte de Israel, de los rituales judíos (la circuncisión) y de la inacción de quienes dan sus vidas por perdidas y se dejan atrapar, asfixiar como peces desvalidos, por una red impuesta.
Mi abuelo llegó esquiando hará las delicias de los lectores que gusten de las obras cómicas con trasfondo grave, de las películas de Woody Allen o del teatro de Mihura. Eso sí, con el añadido de un entorno enigmático: la distante y desconocida Europa septentrional.

jueves, marzo 01, 2012

Los zapatos rojos, Hans Christian Andersen

Ilust. Sara Morante. Trad. Enrique Bernárdez. Impedimenta, Madrid, 2011. 72 pp. 15,60 €

María Dolores García Pastor

Que me perdone la irreverencia el señor Andersen pero en esta nueva edición de Los zapatos rojos su texto queda en un segundo lugar, perdiendo algo de protagonismo para cedérselo a las imágenes que lo ilustran. Sus palabras son la excusa, perfecta eso sí, para que Sara Morante pueda desplegar todo su universo creativo. Un mundo en blanco, negro y rojo en el que el lector queda atrapado irremediablemente.
En el año 1845 se publicó por primera vez este cuento del escritor danés Hans Christian Andersen. Comparte el autor con Karen, la protagonista, una infancia marcada por la pobreza y la desgracia. Otra pincelada autobiográfica podría ser el hecho de que el padre del escritor fuera zapatero. Los zapatos rojos es uno de los más de ciento sesenta cuentos de Andersen, puede que uno de los menos conocidos. Esta producción cuentística hcuento, a convertido a su autor en uno de los grandes clásicos de la literatura europea. Al parecer la amistad del autor danés con su contemporáneo Charles Dickens fue determinante para que Andersen consiguiera el equilibrio justo entre realidad y fantasía que le caracteriza y que plasma en sus cuentos. Su obra se ha reinterpretado infinidad de veces y constituye la base de muchos de los cuentos escritos posteriormente y hasta nuestros días, versionado en varias ocasiones y llevado incluso a la gran pantalla.
Los lectores hemos tenido la gran fortuna de que la editorial Impedimenta haya rescatado este clásico indiscutible y lo haya puesto en manos de una ilustradora de la talla de Sara Morante. Los zapatos rojos inaugura la colección El Mapa del Tesoro que, a juzgar por la primera entrega, va a dar mucho que hablar. Y no solo han tenido el acierto de pensar en esta artista para el primer número de la serie sino que le han otorgado total libertad de acción. Cinco meses de trabajo han dado como resultado esta interpetación tan personal que hace Morante de la pieza de Andersen. Con ella volvemos a la verdadera esencia de los cuentos clásicos que, hasta que llegó la Disney, eran mucho más realistas y tenían su trasfondo cruel, porque la crueldad también forma parte de la vida. La tendencia a edulcorarlos ha hecho que pierdan su esencia y que su objetivo de instruir al niño sobre lo que es la vida quede bastante difuminado.
Sara Morante nos propone lo que algunos han dado en llamar un “sangriento” cuento de hadas. Su interpretación en imágenes va un poco más allá del texto, rompiendo algunos de los tabúes que Andersen dejó ocultos entre líneas. Sus dibujos se mueven entre la ternura y lo siniestro, siendo por momentos tiernos o realmente oscuros. Rostros muy realistas y expresivos en escenas verdaderamente oníricas. Un universo personalísimo en el que vemos el clásico a través de los ojos de esta artista y, todo ello, tintado con su particular “tricromía”. Aunque por encima de sus tres colores de referencia está el rojo. El rojo que es vida y muerte, el rojo de la sangre, los labios o las vísceras, el rojo pasión, el rojo Morante.
Añadir que la versión original ha sido traducida bastante fielmente. Y si hablamos del libro como objeto, la cosa va a más. La edición es una verdadera maravilla. Cuidada hasta el último detalle, desde las guardas al papel que tiene un tacto maravilloso y huele aún mejor. Y luego están los guiños que nos hace Sara Morante apareciendo ella misma en alguna de las ilustraciones o colando a Amy Winehouse en alguna que otra escena. Un libro estupendo con una edición delicatessen que nos hace desear que se sigan ilustrando más libro para adultos.

jueves, septiembre 09, 2010

Brummstein / Machine (dos novelas cortas), Peter Adolphsen

Trad. Blanca Ortiz Ostalé. Lengua de Trapo, Madrid, 2010. 172 pp. 17,20 €

Miguel Baquero

Encontrar la medida justa, lo que en el caso de muchos escritores significa saberse contener, es una de las virtudes más caras de la Literatura. Cuántas perlas que podrían haber sido como la de Steinbeck no se habrán corroído por rodearlas de elementos superfluos, innecesarios, repetitivos, con tal de llegar al tamaño del volumen.
Por fortuna, aunque no se da con mucha frecuencia, siempre existe la opción de unir dos novelas cortas en un solo libro, como es el caso de éste publicado por Lengua de Trapo. Un recurso valioso, sobre todo si ambas novelas comparten, además de la extensión, el mismo tono, el mismo planteamiento, las mismas intenciones. El resultado, en lugar de lanzar sucesivamente dos novelas inflaccionadas, escun volumen en el que, una detrás de otra, se siguen dos pequeñas joyas, en especial la primera, Brummstein, una delicia de imaginación, humor, inteligencia. Un bocado exquisito.
Brummstein, así como Machine, son historias, las dos, que parten desde el principio. Y al decir el principio me refiero al Pleistoceno, por ejemplo, e incluso más allá: a la edad geológica en que se formaron los continentes, en el caso de Brummstein. En esta pequeña novela se nos narra el modo en que se separaron los continentes, surgieron las cordilleras y se formaron las cuevas… Una de estas cuevas, por diversos motivos, ha quedado al margen de la curiosidad espeleológica, y en ella, cierto día de principios del siglo XX, se interna un curioso personaje, mezcla de visionario y emprendedor, que para su propia sorpresa incluso hace un gran descubrimiento: una roca que vibra. ¿Qué significado puede tener aquello?; es más: ¿tiene algún significado?, se pregunta el hombre mientras con su pico arranca una esquirla de la roca y la introduce en una cajita. Brummstein es la historia de cómo esa cajita, metáfora del misterio y el sentido de la vida, si es que acaso tiene algún misterio y algún sentido, va pasando de generación en generación, de personaje en personaje. Los diversos personajes son en ocasiones peculiares, deslumbrantes, en otras anodinos; del mismo modo, la caja discurre a veces como un objeto valioso, otras como un simple legado testamentario o como parte de una remesa de objetos… hasta llegar al sorprendente final de la novela, marcado por un gran y significativo giro de humor negro.
Machine es igualmente una novela que remonta su origen a una época muy pretérita, a la época en que sobre la Tierra aún no había aparecido el hombre, ni otra especie como el caballo, el lugar de la cual trotaba por las praderas el Eohippus. Machine comienza narrando cómo uno de estos primeros equinos murió y quedo enterrado en el fondo de una fosa y como su pequeño corazón acabó convertido en gota de gasolina. Al hilo de esta minúscula gota de gasolina, en realidad el pequeño corazón de un caballo, la novela pasa a narrarnos la historia de Jimmy Nash, trabajador de una refinería petrolífera, de origen azerbayano; la forma en que abandonó la decrépita URSS y se abrió camino en los Estados Unidos… pero todo ello sin el menor rasgo de heroísmo, lejos de esas epopeyas de emigración y superación, al modo más o menos tranquilo, controlado, sin estridencias en que una gota de gasolina estalla en el depósito de un coche.
Tanto Machine como, en especial, Brummstein, son dos buenas novelas por sí solas; al presentarse de forma conjunta, unidas por su tono y su estilo, logran un magnífico volumen que no es sólo la suma de las virtudes de ambas novelas, sino una apuesta literaria de gran calidad.