XVIII Premio Edebé de Literatura Infantil y Juvenil. Edebé, Barcelona, 2010. 182 pp. 7,95 €
Ignacio Sanz
Lola, la narradora de esta novela infantil, es una chica con gran desparpajo que juega como defensa en un equipo de fútbol masculino. La única chica de entre todos los equipos de forman la liga. Naturalmente ha llegado ahí porque la apasiona el fútbol y pone todo su empeño por ser cada día mejor. Sus padres son profesionales de la música. Ambos. Y su hermano Gracián es un verdadero fenómeno cuando se sienta frente al piano. De hecho ya ha salido en un telediario. Lola, más por imposición del entorno que por verdadera voluntad, acude a clase de violín sin gran aprovechamiento. Porque su auténtica pasión es el fútbol. Su ídolo se llama Messi.
Con estos ingredientes, Rodrigo Muñoz Avia ha escrito una novela a ratos divertida, a ratos dramática, con cierta inclinación verborraica, pero no exenta de momentos emocionantes y que se lee como si nos estuviéramos deslizando por un tobogán.
La pasión por el fútbol que domina la vida de Lola se ve neutralizada por el ambiente musical que reina en la casa, un ambiente que resulta casi excluyente. Ahí comienza el conflicto, un conflicto que se va a revelar al final muy esclarecedor.
El autor, de manera oblicua va salpicando el relato con historias de algunos de los grandes genios musicales, historias que resultan sorprendentes. Así nos enteramos de ciertas excentricidades de Mozart o de John Cage, el autor de 4,33 una melodía originalísima cuyo título alude a la duración de la misma y cuya característica más notable consiste en la incorporación del silencio. No es que la melodía esté salpicada de silencios, sino que toda ella es un prolongado silencio que dura exactamente eso, cuatro minutos y treinta y tres segundos. De modo que el publico incorpora ese silencio a su experiencia musical. Pero ese silencio es distinto cada vez que la orquesta interpreta la melodía porque las circunstancias ambientales alteran su contenido. Una verdadera pirueta propia del arte conceptual.
Más allá de las peripecias y excentricidades de los personajes, la novela retrata esos ambiente obsesivos y cerrados que pueden llegar a ser opresivos en los que viven algunos niños a los que sus padres limitan las posibilidades de desarrollo y de relación social porque desde que les salen los dientes ya les marcan un destino artístico o deportivo que les encapsula de espaldas a la sociedad en la que crecen.
Salpicada de humor, la novela se alzó con el último premio Edebé de literatura infantil lo que representa un aval a su calidad.
Ignacio Sanz
Lola, la narradora de esta novela infantil, es una chica con gran desparpajo que juega como defensa en un equipo de fútbol masculino. La única chica de entre todos los equipos de forman la liga. Naturalmente ha llegado ahí porque la apasiona el fútbol y pone todo su empeño por ser cada día mejor. Sus padres son profesionales de la música. Ambos. Y su hermano Gracián es un verdadero fenómeno cuando se sienta frente al piano. De hecho ya ha salido en un telediario. Lola, más por imposición del entorno que por verdadera voluntad, acude a clase de violín sin gran aprovechamiento. Porque su auténtica pasión es el fútbol. Su ídolo se llama Messi.
Con estos ingredientes, Rodrigo Muñoz Avia ha escrito una novela a ratos divertida, a ratos dramática, con cierta inclinación verborraica, pero no exenta de momentos emocionantes y que se lee como si nos estuviéramos deslizando por un tobogán.
La pasión por el fútbol que domina la vida de Lola se ve neutralizada por el ambiente musical que reina en la casa, un ambiente que resulta casi excluyente. Ahí comienza el conflicto, un conflicto que se va a revelar al final muy esclarecedor.
El autor, de manera oblicua va salpicando el relato con historias de algunos de los grandes genios musicales, historias que resultan sorprendentes. Así nos enteramos de ciertas excentricidades de Mozart o de John Cage, el autor de 4,33 una melodía originalísima cuyo título alude a la duración de la misma y cuya característica más notable consiste en la incorporación del silencio. No es que la melodía esté salpicada de silencios, sino que toda ella es un prolongado silencio que dura exactamente eso, cuatro minutos y treinta y tres segundos. De modo que el publico incorpora ese silencio a su experiencia musical. Pero ese silencio es distinto cada vez que la orquesta interpreta la melodía porque las circunstancias ambientales alteran su contenido. Una verdadera pirueta propia del arte conceptual.
Más allá de las peripecias y excentricidades de los personajes, la novela retrata esos ambiente obsesivos y cerrados que pueden llegar a ser opresivos en los que viven algunos niños a los que sus padres limitan las posibilidades de desarrollo y de relación social porque desde que les salen los dientes ya les marcan un destino artístico o deportivo que les encapsula de espaldas a la sociedad en la que crecen.
Salpicada de humor, la novela se alzó con el último premio Edebé de literatura infantil lo que representa un aval a su calidad.
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