Trad. Miguel Martínez-Lage. Sexto Piso, Madrid, 2008. 116 pp. 17 €
Martí Sales
1— Enhorabuena por la empresa que acaba de empezar la editorial Sexto Piso: la publicación de toda la obra de William Gaddis (1922-1998), autor norteamericano de cuatro libros en cuarenta años y cuya obra ha desatado ríos de tinta de estudiosos y críticos, porque da que hablar. Proyectos de esta envergadura amplían y profundizan la base de la literatura contemporánea traducida al castellano y dan la oportunidad al lector curioso de introducirse en mundos tan complejos y particulares como el que nos ocupa. Si a esta valiente decisión le añadimos la cuidada edición –prólogo del omnipresente Fresán, interesante postfacio de Joseph Tabbi y fotografía de la portada de Alberto García-Alix sólo podemos aplaudir y esperar con alegría e impaciencia los siguientes volúmenes de Gaddis vía Sexto Piso.
2— Éste es el último libro que escribió Gaddis, y el más corto. Al final de su vida, el autor se propone escribir un tratado sobre la historia de la pianola y empieza a recopilar información. Sobrepasado por la enfermedad y la vejez e influenciado por la tardía descubierta de la literatura de Thomas Bernhard, reconduce la investigación exhaustiva que había emprendido en un denso monólogo a bocajarro —¿o no sería mejor decir a cerebrojarro?— en el que, a modo de collage —y no es una metáfora: trabajaba con tijeras y pegamento, todo lo cazaba y le servía— discurre sobre la segunda ley de la termodinámica, la que dice que la entropía tiende a aumentar, es decir que el caos, el desorden, inevitablemente, imperarán. A su vez, Ágape se paga es una crítica a la mecanización de las artes —que ataca desde el estudio de la historia de la pianola— y a la multiplicación de los artistas, que se confunden con una masa sedienta de entretenimiento y tecnología que se vanta de su propia ignorancia. No obstante es inútil tratar de condensar, resumir o intentar localizar los focos temáticos de esta obra porque es escurridiza y rezuma líquidos anti-aproximación: o me tomas o me dejas, parece decir –y en el fondo pide a gritos que la tomes, que te dejes tomar, que te subyugues a su propuesta
3— Me muero por leer J R, su —según dicen— novela magna de setecientas y pico de páginas —casi todas de diálogo. Me atrae su mito, la cantidad de interés que se ha creado a su alrededor, las alabanzas de mucha gente inteligente que ha merecido su obra. Y, pese a todo esto, y sólo habiendo leído Ágape se paga, se me antoja un libro que quizás sería mejor leer cuando ya has leído otras cosas de Gaddis, porque, aunque sea corto, es endiabladamente enretortijado y deslavazado y, al fin, poco placentero –ni para un intelecto ávido de drogas duras, para alguien a quien, por ejemplo, le pirre la Saga/Fuga de J.B. de Gonzalo Torrente Ballester o Paradiso, de Lezama Lima—. Me da la sensación que no consiguió lograr la forma que perseguía —al ya mencionado Bernhard esta zambullida en el stream of consciousness le sale mucho más, digamos, “enguantada”— y lo digo casi como un comentario estrictamente de química, de piel, sin quitarle ápice de un mérito que no tendría porqué tener que corroborar nadie —está lleno de momentos memorables— ya que no hay duda que estamos delante de un gran autor y una gran obra. Ágape se paga es indigesto y abre el apetito: ¿una paradoja? ¿Una invitación a un banquete mortal? En cualquier caso, something else.
Martí Sales
1— Enhorabuena por la empresa que acaba de empezar la editorial Sexto Piso: la publicación de toda la obra de William Gaddis (1922-1998), autor norteamericano de cuatro libros en cuarenta años y cuya obra ha desatado ríos de tinta de estudiosos y críticos, porque da que hablar. Proyectos de esta envergadura amplían y profundizan la base de la literatura contemporánea traducida al castellano y dan la oportunidad al lector curioso de introducirse en mundos tan complejos y particulares como el que nos ocupa. Si a esta valiente decisión le añadimos la cuidada edición –prólogo del omnipresente Fresán, interesante postfacio de Joseph Tabbi y fotografía de la portada de Alberto García-Alix sólo podemos aplaudir y esperar con alegría e impaciencia los siguientes volúmenes de Gaddis vía Sexto Piso.
2— Éste es el último libro que escribió Gaddis, y el más corto. Al final de su vida, el autor se propone escribir un tratado sobre la historia de la pianola y empieza a recopilar información. Sobrepasado por la enfermedad y la vejez e influenciado por la tardía descubierta de la literatura de Thomas Bernhard, reconduce la investigación exhaustiva que había emprendido en un denso monólogo a bocajarro —¿o no sería mejor decir a cerebrojarro?— en el que, a modo de collage —y no es una metáfora: trabajaba con tijeras y pegamento, todo lo cazaba y le servía— discurre sobre la segunda ley de la termodinámica, la que dice que la entropía tiende a aumentar, es decir que el caos, el desorden, inevitablemente, imperarán. A su vez, Ágape se paga es una crítica a la mecanización de las artes —que ataca desde el estudio de la historia de la pianola— y a la multiplicación de los artistas, que se confunden con una masa sedienta de entretenimiento y tecnología que se vanta de su propia ignorancia. No obstante es inútil tratar de condensar, resumir o intentar localizar los focos temáticos de esta obra porque es escurridiza y rezuma líquidos anti-aproximación: o me tomas o me dejas, parece decir –y en el fondo pide a gritos que la tomes, que te dejes tomar, que te subyugues a su propuesta
3— Me muero por leer J R, su —según dicen— novela magna de setecientas y pico de páginas —casi todas de diálogo. Me atrae su mito, la cantidad de interés que se ha creado a su alrededor, las alabanzas de mucha gente inteligente que ha merecido su obra. Y, pese a todo esto, y sólo habiendo leído Ágape se paga, se me antoja un libro que quizás sería mejor leer cuando ya has leído otras cosas de Gaddis, porque, aunque sea corto, es endiabladamente enretortijado y deslavazado y, al fin, poco placentero –ni para un intelecto ávido de drogas duras, para alguien a quien, por ejemplo, le pirre la Saga/Fuga de J.B. de Gonzalo Torrente Ballester o Paradiso, de Lezama Lima—. Me da la sensación que no consiguió lograr la forma que perseguía —al ya mencionado Bernhard esta zambullida en el stream of consciousness le sale mucho más, digamos, “enguantada”— y lo digo casi como un comentario estrictamente de química, de piel, sin quitarle ápice de un mérito que no tendría porqué tener que corroborar nadie —está lleno de momentos memorables— ya que no hay duda que estamos delante de un gran autor y una gran obra. Ágape se paga es indigesto y abre el apetito: ¿una paradoja? ¿Una invitación a un banquete mortal? En cualquier caso, something else.
2 comentarios:
Justo este fin de semana empiezo con el ágape. Ojalá no lo pague.
ferran destemple
Hoy pasé por la librería Metales pesados en Santiago de Chile y la ví. Ni hablar de comprarla pero la ojeé y de inmediato noté el densísimo stream of c. que mencionaba Fresán en la contatapa. Gaddis y Pynchon nunca han sido demasiado encajados por el lector medio. En la misma librería pillas a Barhelme, Murakami, Fogwill, Mccarthy, Junot Díaz, Eloy Fernández Porta...pero tengo mis dudas si el público chileno "lestoma el peso" o se quedan con la impresión de haber leído una cosa rara ocasional, como sucede si se pillan a Chabon, Lethem, Eggers, Webb. Sé que los periodistas especializados saben más o menos que esto tiene que ver con el posmodernismo o algo así. Como yo mismo: mi hermano me regaló hace años Quizá nos lleve el viento al infinito,de GTB, en plan "novela de espías un tanto flipada", supongo, y sólo hace poco yo vine a saber que tan grande era él, aunque el libro me gustó mucho; a ratos no sabía si era pulp o una gran obra posmo. en fin, encuentro genial que ahora estén de moda Auster, la next generation, etc. Es que siempre sufrí por el aburrimiento que me provocaba la novela modernista y la pueblerina noción latinoamericana al respecto, que nunca termina de asumir a garcía márquez y Cortázar (bueno, los argentinos tienen a Aira, Fresán, Fogwill, link, macedonio fernández, Borges, o sea, son distintos)).
Acá están tratando de meter a Lemebel en el lote, pero...por favor...
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