martes, enero 06, 2009

El trabajo os hará libres, Espido Freire

Páginas de Espuma, Madrid, 2008. 128 pp. 14 €

Pedro A. Ramos García

Muchos no reconocerán el origen del título de este libro de cuentos. Al presidente de la provincia de Chieti (región de Abruzzo, centro de Italia) le sucedió lo mismo. Era agosto de 2006 y tenían que promocionar las oficinas de empleo. Imprimieron miles de folletos con el eslogan y compraron una página de publicidad en el periódico local. La página consistía en una carta donde Tommaso Coletti, presidente de la provincia, animaba a sus conciudadanos con esta frase que, según él mismo reconocía «No recuerdo donde leí esta frase, pero fue una de esas citas que te impactan al instante... desde siempre he colocado el trabajo en el centro de mis actividades». Supongo que nadie de su partido le dijo nada. A la oposición se le ocurrió buscar en Google (porque a ellos –imagino– también les sonaba aquella maldita frase, pero nadie sabía de qué). Arbeit macht frei. Uno hablaba alemán. Otro no podía creerle. Volvió a repetir: «Arbeit macht frei. “El trabajo os hará libres” era el lema que figuraba sobre la puerta de algunos campos de concentración nazis». Se armó un pequeño revuelo. Los periódicos estiraron la noticia todo lo que pudieron y no hubo ningún daño colateral.
Me temo que muchas de las personas que vean la portada de este libro (una portada sugerente) pensarán lo mismo: ¿de qué me suena a mí esta frase? No sé si Espido Freire lo ha hecho a propósito, pero a mí me ha dado por pensar. Sobre todo porque los catorce cuentos que componen el libro tratan sobre situaciones cotidianas donde el narrador disecciona a la perfección la psicología de cada uno de los personajes que en ellos aparecen, personajes que bien podrían ser las mutaciones de las personas que miran la portada del libro y se preguntan «¿De qué me suena a mí esta frase». Hay situaciones y personajes para todos los gustos.
Ceud mile Failte nos traslada a una isla donde se habla gaélico y se desarrolla una historia de amor de la que no desvelaré el desenlace, pero sí lo que pone en el felpudo de la casa donde vive la protagonista y narradora: «Ceud mile failte» que significa, sencillamente, «Bienvenidos», pero que cobra una gran importancia, primero, porque es el título del cuento; segundo, porque establece un paralelismo entre las personas que entraban en un campo de concentración y quien entra en la casa y, tercero, porque se convierte en una frase recurrente en el monólogo de la narradora.
Negocio, el segundo cuento, es una propuesta distinta. Venecia. «Venecia resplandecía cubierta de encajes de vidrio, de prismas y esferas de cristal que la convertían en un árbol de Navidad gigante, dorado y agua, ondas y lluvia.» (pág. 18) Un él enamorado tiene que realizar un trabajo y nos lo cuenta un narrador omnisciente a través de un juego de espejos que deja espacio para la sorpresa final. Lo que nunca será. También sobre historias de amor interruptus trata Diecisiete de agosto, pero esta vez es un amor adolescente el que nos recuerda la importancia de cada instante. El narrador se centra en los detalles, un cuento de descripciones minuciosas y acciones mínimas, pero llenas de significado como en La imitadora de voces, quizá el mejor del volumen para quien firma. Aquí Espido Freire vuelve a valerse del monólogo, pero esta vez para hacernos llegar los pensamientos de una publicista que reconoce el valor de obras como Don Quijote de La Mancha, La metamorfosis, Moby Dick y Orgullo y prejuicio mientras se lamenta de «los anuncios que he creado retomando frases muy antiguas, de los eslóganes copiados palabra por palabra de otras campañas extranjeras, de los anuncios en los que las promesas…» y recuerda la mejor época de su vida para terminar con una confesión «yo lo único que he perseguido siempre es que la gente sea feliz». Una voz poderosa, que nos hace leer entre líneas antes de enfrentarnos a La venta de las novillas, el cuento más extenso, que nos traslada a una época en la que los niños son necesarios en los campos en verano, hay hambre y un buen matrimonio puede salvar de la miseria a una familia. La mujer como propiedad. La mujer como objeto. Pero de nuevo una historia de amor entre jóvenes, muy jóvenes, ¿un primer amor? Una casa de madera escondida, el dolor del amor no correspondido, familias divididas por la envidia, un secreto. Una novela agazapada que aquí se nos muestra con la intensidad que sólo puede tener un cuento.
Cogemos oxígeno con Sin hada y llegamos a la mitad de este libro con una nueva versión de la Bella Durmiente. Rápido, sencillo, certero, como el siguiente: La niña de todos, un cuento donde se intuye, narrado a saltos, con vehemencia, en primera persona y en presente, que no se nos quiere contar todo. «Y arrojo el vestido a la cesta de la ropa sucia» (pág. 68) También una mujer con carácter protagoniza el siguiente cuento, Mimo, pero no podría ser la misma: Gloria se siente culpable por tener una amante, lo deja y luego se lamenta, huye hacia un final abierto que no presagia nada bueno.
Viaje de regreso es el del fantasma. Así lo recordarán. Es el que huele a las historias que nos contaban nuestros abuelos. Dos hermanas enfrentadas, sin decirlo, por un amor. Dos hermanas que se odian, sin reconocerlo, porque aman al mismo hombre. Dos hermanas que viven en una época en la que son intercambiables por la estabilidad de una familia. Un muerto que vuelve para ajustar cuentas, pero ¿qué viene buscando en realidad el fantasma? ¿Venganza? Vengarse es lo que quiere el padre de la protagonista del siguiente cuento: Las nuevas normas. De nuevo, primera persona, intensa, descarnada narración de sucesos y pensamientos que nos arrastran lejos del día a día a través de lo cotidiano. «Y mientras trataba de aferrarme al momento que ocurría, a aquel segundo, daba vueltas sobre la cama en penumbra, y se me fundían los huesos como a una muñeca de trapo, sucia y rebelde; golpeaba el colchón y ahogaba alaridos mudos cada vez más intensos.» (pág. 97, la esquina superior derecha doblada para volver a ella rápidamente).
Herencia, un sueño o una radiografía de una mujer de «ochenta y seis años, y de su pasada grandeza» (pág. 101). Anillo con piedra azul, donde las madres son peores que las hijas. Italiana, el amor imposible, el amor en otro espacio, otro tiempo, la búsqueda de lo único e irrepetible, un camarero demasiado cobarde para ser feliz.
Y para terminar, cambiamos de ritmo, de localización y de época. Ventajas del cuento. La carta de Guilles nos traslada a un pueblo de leñadores, de mujeres abandonadas la mitad del año para que los hombres ganen un jornal. Mujeres que sienten, con resignación, que la única forma de tener a su hombre es en la cárcel. «Guilles era únicamente suyo. Y así, un día tras otro, mientras continuara en el penal, su marido le pertenecía por completo, en la distancia, en la oscuridad.» Tan cerca y tan lejos. Tan presente. El último, un hiperbreve titulado Adenda, es otra vuelta de tuerca de poco más de un renglón para subrayar una serie de momentos cotidianos en los que los personajes se ven arrastrados por la inercia de sus vidas, donde los personajes no tienen tiempo para pensar y actúan; como nos sucede en la realidad, pero que Espido Freire dota de una gran dosis de extrañamiento (ya sea por la época o por el lugar en el que se desarrolla la acción) gracias al pulso narrativo que posee esta joven autora que hace mucho tiempo dejó de ser una promesa.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Cierto: Espido dejó hace tiempo de ser una promesa para convertirse, definitiva y rotundamente, en uno de los mayores bluffs, o estafas, de la narrativa contemporánea. Una pena que un blog de la intensidad de La tormenta se dedique a reseñar libros de tan escaso calado.