Trad. de Francisco Martín. RBA, Barcelona, 2008. 488 pp. 27 €.
Alberto Luque Cortina
Alberto Luque Cortina
Es curioso, pero a pesar del creciente protagonismo de China en el mundo actual, el gigante asiático sigue siendo para muchos un gran, y nunca mejor dicho, misterio. Buena parte de los objetos de uso doméstico que habitualmente utilizamos —desde una simple arandela a esa camisa que tanto nos gusta pasando por los múltiples productos electrónicos o los prontamente olvidados juguetes de nuestros hijos— han sido fabricados allí. Y eso por no hablar del instrumental científico o de las máquinas industriales. Volamos en aerolíneas occidentales con repuestos chinos y, entre otros destinos, viajamos a China, de donde regresamos con numerosas imitaciones de objetos y prendas de lujo europeas y la misma ignorancia sobre el país con la que partimos al iniciar el viaje.
Resulta contradictorio, pero a pesar de su importancia como potencia económica mundial, la imagen de China, desde la perspectiva occidental, no ha variado sensiblemente desde los tiempos de Marco Polo. Quizá uno de los ejemplos más esperpénticos de este mutuo desconocimiento, que ya cité hace dos años en estas mismas páginas, sea el recogido en el interesante libro de Manel Ollé, La empresa de China, donde se explica cómo el español Hernando Riquel, en 1574, escribió una carta a Felipe II solicitando fondos para la conquista de China, empresa viable, según Riquel, con «menos de sesenta buenos soldados españoles». Desconocemos la respuesta de Felipe II. ¿Cuál es el origen de esta mutua y secular incomprensión?
Los occidentales solemos resolver este enigma aduciendo que la suya es una cultura extraña y hermética. Decimos de China que es un país encerrado en sus fronteras, pero olvidamos la vastedad de su geografía. Suponemos su desinterés y un cierto menosprecio por nuestra cultura, pero lo cierto es que, revisando la Historia, esta acusación se vuelve contra nosotros. Contemplamos un futuro dominado por China con aprensión, casi con miedo, pero no nos esforzamos en comprender a nuestro compañero de viaje. ¿Cómo será el mundo dentro de treinta años? Nadie lo sabe, pero es seguro que China jugará un papel muy importante.
El Dragón y los demonios extranjeros intenta aportar luz sobre estas cuestiones. En este sentido, puede incluirse dentro de la categoría de libros, cada vez más numerosa, que intentan acercar la cultura china al lector medio, pero en este caso no a través de la relación cronológica de sus principales hechos históricos, sino a través de sus relaciones con el resto del mundo a lo largo de los siglos, como la expansión fronteriza de los primeros imperios, las misiones comerciales en la Baja Edad Media —de gran impacto en Occidente gracias a la narración de Marco Polo pero poco más que anecdóticas desde la perspectiva del país asiático—, las casi siempre conflictivas relaciones chino-rusas, las guerras del opio, o las relaciones Oriente-Occidente durante y tras la Guerra Fría. Estos pasajes no sólo son una sugerente introducción al pasado de China, sino también una puerta abierta a su futuro, a nuestro futuro, que el propio autor, el periodista Harry G. Gelber, se atreve a esbozar en el último capítulo.
Además del acierto del planteamiento de partida, El Dragón y los demonios extranjeros cuenta con la prosa ágil y eficaz de Gelber, quien realiza, por otro lado, un portentoso esfuerzo de simplificación, para hacer la obra accesible a cualquier lector; y de condensación. El propósito de compendiar de forma sistemática cinco mil años de historia en cuatrocientas páginas ha de producir por fuerza resultados desiguales que no hacen perder el interés general del libro. Quizá se eche de menos una visión más “oriental” de los sucesos relatados; en este sentido sería más apropiado titular el libro “Los demonios extranjeros y el Dragón”, ya que el acercamiento es básicamente occidental, y así, pasajes como las guerras del opio son explicados desde un planteamiento anglosajón, muy parcial, casi en las antípodas del clásico La guerra del opio, de Jack Beeching, cuya edición en español presumo descatalogada, mas de lectura igualmente recomendable por numerosas razones, una de ellas la descripción de un imperio en decadencia aferrado a sus viejas tradiciones, incapaces de intuir el potencial de la tecnología militar de un minúsculo y lejano país de bárbaros llamado Inglaterra.
En todo caso, y a pesar de estas circunstancias, El Dragón y los demonios extranjeros puede ser una forma accesible y entretenida de adentrarse en la singular historia e idiosincrasia China, y al mismo tiempo servir de preludio a otras lecturas, por qué no, de libros de viajes, todos ellos escritos por occidentales, como El libro de las maravillas, de Marco Polo —una descripción plena de prodigios, reales o ficticios—; el irónico y elegante Tras un biombo chino, de Somerset Maugham; o el clásico contemporáneo y por ello doblemente recomendable En el gallo de Hierro, de Paul Theroux, entre otros muchos.
Resulta contradictorio, pero a pesar de su importancia como potencia económica mundial, la imagen de China, desde la perspectiva occidental, no ha variado sensiblemente desde los tiempos de Marco Polo. Quizá uno de los ejemplos más esperpénticos de este mutuo desconocimiento, que ya cité hace dos años en estas mismas páginas, sea el recogido en el interesante libro de Manel Ollé, La empresa de China, donde se explica cómo el español Hernando Riquel, en 1574, escribió una carta a Felipe II solicitando fondos para la conquista de China, empresa viable, según Riquel, con «menos de sesenta buenos soldados españoles». Desconocemos la respuesta de Felipe II. ¿Cuál es el origen de esta mutua y secular incomprensión?
Los occidentales solemos resolver este enigma aduciendo que la suya es una cultura extraña y hermética. Decimos de China que es un país encerrado en sus fronteras, pero olvidamos la vastedad de su geografía. Suponemos su desinterés y un cierto menosprecio por nuestra cultura, pero lo cierto es que, revisando la Historia, esta acusación se vuelve contra nosotros. Contemplamos un futuro dominado por China con aprensión, casi con miedo, pero no nos esforzamos en comprender a nuestro compañero de viaje. ¿Cómo será el mundo dentro de treinta años? Nadie lo sabe, pero es seguro que China jugará un papel muy importante.
El Dragón y los demonios extranjeros intenta aportar luz sobre estas cuestiones. En este sentido, puede incluirse dentro de la categoría de libros, cada vez más numerosa, que intentan acercar la cultura china al lector medio, pero en este caso no a través de la relación cronológica de sus principales hechos históricos, sino a través de sus relaciones con el resto del mundo a lo largo de los siglos, como la expansión fronteriza de los primeros imperios, las misiones comerciales en la Baja Edad Media —de gran impacto en Occidente gracias a la narración de Marco Polo pero poco más que anecdóticas desde la perspectiva del país asiático—, las casi siempre conflictivas relaciones chino-rusas, las guerras del opio, o las relaciones Oriente-Occidente durante y tras la Guerra Fría. Estos pasajes no sólo son una sugerente introducción al pasado de China, sino también una puerta abierta a su futuro, a nuestro futuro, que el propio autor, el periodista Harry G. Gelber, se atreve a esbozar en el último capítulo.
Además del acierto del planteamiento de partida, El Dragón y los demonios extranjeros cuenta con la prosa ágil y eficaz de Gelber, quien realiza, por otro lado, un portentoso esfuerzo de simplificación, para hacer la obra accesible a cualquier lector; y de condensación. El propósito de compendiar de forma sistemática cinco mil años de historia en cuatrocientas páginas ha de producir por fuerza resultados desiguales que no hacen perder el interés general del libro. Quizá se eche de menos una visión más “oriental” de los sucesos relatados; en este sentido sería más apropiado titular el libro “Los demonios extranjeros y el Dragón”, ya que el acercamiento es básicamente occidental, y así, pasajes como las guerras del opio son explicados desde un planteamiento anglosajón, muy parcial, casi en las antípodas del clásico La guerra del opio, de Jack Beeching, cuya edición en español presumo descatalogada, mas de lectura igualmente recomendable por numerosas razones, una de ellas la descripción de un imperio en decadencia aferrado a sus viejas tradiciones, incapaces de intuir el potencial de la tecnología militar de un minúsculo y lejano país de bárbaros llamado Inglaterra.
En todo caso, y a pesar de estas circunstancias, El Dragón y los demonios extranjeros puede ser una forma accesible y entretenida de adentrarse en la singular historia e idiosincrasia China, y al mismo tiempo servir de preludio a otras lecturas, por qué no, de libros de viajes, todos ellos escritos por occidentales, como El libro de las maravillas, de Marco Polo —una descripción plena de prodigios, reales o ficticios—; el irónico y elegante Tras un biombo chino, de Somerset Maugham; o el clásico contemporáneo y por ello doblemente recomendable En el gallo de Hierro, de Paul Theroux, entre otros muchos.
MÁS CHINA EN LA TORMENTA:
-Segunda antología de poesía china, de Marcela de Juan. Reseña de Alejandro Luque. Para leerla haz click AQUI.
1 comentario:
El título de este libro me recuerda un libro de relatos de Pearl S. Buck, "El dragón mágico y otros relatos" en el que el primero de ellos trata de dos niñas, una china y una americana (el diablo extranjero) que encuentran un dragón...
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