Berenice, Córdoba, 2006. 260 pp. 17 €
Éste no es un libro al uso. Es un collage en el que se entremezclan la novela, las últimas tecnologías (“quien no sale en el Google es que no existe”), el artículo periodístico, la biografía, el ensayo y hasta hay visos de trama policíaca. Salvador Gutiérrez Solís se transforma en Salvador Dalí, pintando una obra con un perpetuo tono divertido, en la que lo real y lo inventado se imbrican como las escamas de un pez escurridizo. Está tan logrado que cuesta saber cuándo un nombre existe en la realidad o es producto de la fantasía de este pintor de fantasmas. Porque de eso se trata también: de fantasmas. No se salva ni el apuntador. La sátira que hace del mundillo que rodea la escritura no es pequeña. Las fiestas y veladas literarias, los autores, los (más bien “las”) agentes, los editores, los críticos, los certámenes literarios (con crudeza suma cuando de los jurados se trata), aquí no queda títere con cabeza.
El protagonista, Germán Buenaventura, vuelve a la carga. Tras siete años de silencio, en el que nos sumió desde la aparición de La novela de un novelista malaleche (DVD Ediciones, 1999), Germán (¿o su alter ego, Salvador?) ha tenido tiempo para recargar la escopeta y descubrir lo fatuo que es el mundillo literario, las poses que se estilan en esos ambientes, donde las conversaciones densas proliferan, trufadas de arrogancia, cursilería y empalago, surcadas de adulación falsaria siempre pendiente de un favor; en definitiva, las paradas de monstruos o clubes en los que sólo ingresa quien domina con soltura el idioma que allí se maneja: el amiguismo.
Y lo hace con la sutileza de su pluma, cuando quiere, y una sorna constante, en ocasiones desternillante (hay escenas de verdad hilarantes, por ejemplo la entrevista que el protagonista “perpetra” con un boquiabierto Javier Cercas). La premisa es simple: el jefazo encomienda a Buenaventura que le escriba una novela sobre la guerra civil, pero distinta a lo que ya se ha escrito sobre este tema. Luego aquél pondrá su nombre a la obra. Esto es, que ejerza de “negro”. Al caradura de Germán no se le ocurre otra cosa más que contratar a su primo para que, a su vez, ejerza de “negro” para él, y escriba esa novela. Encima, se justifica: «En realidad lo mío es algo muy actual, muy de la especulación inmobiliaria, y lo que hago es subcontratar el trabajo porque lo único que cuenta es el resultado final».
El resultado final es una trama que se urde en torno a las peripecias del protagonista y los avatares de una editorial muy peculiar, con alternancias de la primera persona en la que narra Germán Buenaventura, con frecuencia de forma atolondrada, lo que obliga a la aparición de un narrador omnisciente que, en tercera, se ve impelido a aclarar aspectos oscuros... o que el protagonista principal ha tergiversado a su conveniencia.
No sé si Gutiérrez Solís ganará muchos amigos dentro del gremio con esta novela, porque a nadie le gusta que le mencionen sus defectos ni le saquen las vergüenzas a la luz. Novela escrita a contracorriente, donde lo mismo denuesta a los bestsellers que atestan los escaparates de las librerías y se hinchan a vender ediciones, como a los escritores que persiguen alcanzar esos éxitos de ventas sin ningún escrúpulo. Muchos de ellos repitiendo el consabido y recurrente tema de la guerra civil.
En resumen, un collage bien trenzado y muy recomendable para pasar un rato más que entretenido, redactado con soltura, casi descaro, poblado de personajes conmovedores, caracterizados sabiamente, y otros algo odiosos, como el caso de don Arturo, empeñado en demostrar que con dinero se consigue lo que haga falta. Si es preciso, hasta que alguien escriba una novela para que tú la pongas luego a tu nombre y ganes un premio literario.
¿Será posible tal cosa?
El protagonista, Germán Buenaventura, vuelve a la carga. Tras siete años de silencio, en el que nos sumió desde la aparición de La novela de un novelista malaleche (DVD Ediciones, 1999), Germán (¿o su alter ego, Salvador?) ha tenido tiempo para recargar la escopeta y descubrir lo fatuo que es el mundillo literario, las poses que se estilan en esos ambientes, donde las conversaciones densas proliferan, trufadas de arrogancia, cursilería y empalago, surcadas de adulación falsaria siempre pendiente de un favor; en definitiva, las paradas de monstruos o clubes en los que sólo ingresa quien domina con soltura el idioma que allí se maneja: el amiguismo.
Y lo hace con la sutileza de su pluma, cuando quiere, y una sorna constante, en ocasiones desternillante (hay escenas de verdad hilarantes, por ejemplo la entrevista que el protagonista “perpetra” con un boquiabierto Javier Cercas). La premisa es simple: el jefazo encomienda a Buenaventura que le escriba una novela sobre la guerra civil, pero distinta a lo que ya se ha escrito sobre este tema. Luego aquél pondrá su nombre a la obra. Esto es, que ejerza de “negro”. Al caradura de Germán no se le ocurre otra cosa más que contratar a su primo para que, a su vez, ejerza de “negro” para él, y escriba esa novela. Encima, se justifica: «En realidad lo mío es algo muy actual, muy de la especulación inmobiliaria, y lo que hago es subcontratar el trabajo porque lo único que cuenta es el resultado final».
El resultado final es una trama que se urde en torno a las peripecias del protagonista y los avatares de una editorial muy peculiar, con alternancias de la primera persona en la que narra Germán Buenaventura, con frecuencia de forma atolondrada, lo que obliga a la aparición de un narrador omnisciente que, en tercera, se ve impelido a aclarar aspectos oscuros... o que el protagonista principal ha tergiversado a su conveniencia.
No sé si Gutiérrez Solís ganará muchos amigos dentro del gremio con esta novela, porque a nadie le gusta que le mencionen sus defectos ni le saquen las vergüenzas a la luz. Novela escrita a contracorriente, donde lo mismo denuesta a los bestsellers que atestan los escaparates de las librerías y se hinchan a vender ediciones, como a los escritores que persiguen alcanzar esos éxitos de ventas sin ningún escrúpulo. Muchos de ellos repitiendo el consabido y recurrente tema de la guerra civil.
En resumen, un collage bien trenzado y muy recomendable para pasar un rato más que entretenido, redactado con soltura, casi descaro, poblado de personajes conmovedores, caracterizados sabiamente, y otros algo odiosos, como el caso de don Arturo, empeñado en demostrar que con dinero se consigue lo que haga falta. Si es preciso, hasta que alguien escriba una novela para que tú la pongas luego a tu nombre y ganes un premio literario.
¿Será posible tal cosa?
1 comentario:
Me lo he pasado muy bien leyendo el libro de G. Solís. Lo que pasa es que al final te queda un regusto amargo y pienso si el libro en cuestión no es más que lo que critica. Un libro que sigue la tendencia actual de la ruptura de géneros, mucha testosterona pero al final... No sé. Es un buen libro para lo que se publica hoy, pero al final se te acaba cayendo de las manos.
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