Trad. Mercedes Corral. Acantilado, Barcelona, 2006. 613 pp. 28 €
José Gutiérrez Román
«¿No será entonces una alegoría? ¿Un símbolo de la muerte, por decirlo de alguna manera? ¿O de un peligro que acecha? ¿O los años que pasan? [...] Os digo que no, que hablo en serio, que no hay dobles sentidos. [...] Se trata simplemente de una gota de agua que de noche sube por la escalera.», es lo que nos repite Buzzati (1906-1972) en uno de sus relatos más turbadores, “La gota”. Y, sin embargo, es imposible no intuir en muchos de sus cuentos el reflejo de temores inherentes a nuestra condición humana. Pareciera que, a través de sus espléndidos relatos, se hubiera propuesto mostrarnos cómo se proyectan nuestros miedos. Pero quizá haya mucho menos de lo que imaginamos, tal vez sea cierto lo que nos dice Buzzati y, tras esas inquietantes escenas, no haya ningún significado especial, lo cual resulta aún más sobrecogedor. ¿Y entonces, qué? Tal vez era esto lo que quería el escritor italiano, llevarnos a ese punto en el cual sus historias, como la de la obstinada gota, nos incomodan porque no acabamos de encontrarles un lugar en nuestra razón. Pero quién sabe lo que buscaba realmente Buzzati, si es que realmente tenía algún propósito concreto. Así pues, nos encontramos ante una de las virtudes de su literatura, y en particular de sus relatos: la ambigüedad.
Sirva esta introducción para ejemplificar lo que podría ser el motivo inicial de uno de sus cuentos: alguien que se obsesiona (porque en Buzzati casi todo es obsesión) con la obra de un escritor y sus posibles interpretaciones, lo cual acaba desembocando en una situación dramática o ridícula.
Somos muchos los que esperábamos desde hace años la publicación en España de más cuentos de Dino Buzzati. Hasta la fecha sólo contábamos con la acertada antología publicada por Alianza, Los siete mensajeros y otros relatos. En los últimos años, gracias sobre todo a la apuesta que la editorial Gadir ha hecho por la obra del escritor transalpino (El secreto del bosque viejo, La famosa invasión de Sicilia por los osos, Un amor), y al éxito obtenido, se ha recuperado su figura en nuestro país y, con ella, la edición de gran parte de sus obras, como esta cuidada edición de sus cuentos, brillantemente traducida por Mercedes Corral. Sesenta relatos reúne la producción de Buzzati en este género entre los años 1942 y 1958, que comprende tres de sus libros más importantes: Los siete mensajeros, Miedo en la Scala y El desplome de la Baliverna. Como suele ocurrir en estos conjuntos de relatos tan amplios, la temática, estilo y calidad son irregulares, pero esto también nos ayuda a conocer el recorrido exacto que efectuó la narrativa de este autor tan apreciado por Borges y Calvino.
Quienes se sientan fascinados por su famosa novela El desierto de los tártaros, se sentirán igualmente seducidos por muchos de estos relatos, en los que, a veces, también se aguarda a la espera de algo que no acaba de llegar, donde lo absurdo se deja ver en la maraña forjada por las actividades de los hombres y donde las instituciones generan situaciones kafkianas. Los relatos de Buzzati hablan del miedo al qué dirán o a que ocurra una desgracia, que acaba funcionando como una profecía autocumplida. Ese temor a lo desconocido, y que siempre permanece oculto tanto para el protagonista del relato como para el lector, queda plasmado a la perfección en “Algo había pasado”, donde un viajero, a medida que avanza su tren, empieza a notar expresiones de sobresalto en las personas que están fuera. Buzzati describe también la vergüenza y del sentimiento de culpa, el de un hombre que, accidentalmente, cree haber provocado el derrumbe de un edificio (“El derrumbe de la Baliverna”), o el de un pueblo gobernado por la mirada acusadora de un perro (“El perro que ha visto a Dios”). Otras veces es la fatalidad que se cierne sobre los protagonistas de manera aparentemente casual, como en el paciente que ingresa en el hospital de “Siete plantas”. Para contarnos todo esto Buzzati utiliza diversos estilos. A veces, a través de planteamientos fabulosos de corte clásico (viajeros que parten a tierras lejanas que nunca acaban de encontrar, soldados extenuados que regresan de la guerra escondiendo un misterio, o enigmáticas ciudades amuralladas en las que nadie ha entrado); en otras ocasiones se vale de situaciones surrealistas llenas de humor (un sacerdote entabla un debate sobre teología con un extraterrestre) o de cuentos que esconden pequeños ensayos, como “Una bola de papel”, en el que teoriza sucintamente sobre la poesía. Mención aparte merece “Invitaciones superfluas”, uno de los relatos más bellos que se haya escrito sobre el desencuentro amoroso, y que resulta insólito en la narrativa breve de Buzzati por su temática y por su forma.
Como decíamos al principio, es posible que al leer muchos de estos relatos surja la inevitable pregunta: ¿son alegóricos? Júzguelo el lector. Para Buzzati parece que se trataba sólo de una simple «gota de agua que de noche sube por la escalera. Tic, tic, misteriosamente, de peldaño en peldaño. Y que por eso —precisamente— tenemos miedo.»
José Gutiérrez Román
«¿No será entonces una alegoría? ¿Un símbolo de la muerte, por decirlo de alguna manera? ¿O de un peligro que acecha? ¿O los años que pasan? [...] Os digo que no, que hablo en serio, que no hay dobles sentidos. [...] Se trata simplemente de una gota de agua que de noche sube por la escalera.», es lo que nos repite Buzzati (1906-1972) en uno de sus relatos más turbadores, “La gota”. Y, sin embargo, es imposible no intuir en muchos de sus cuentos el reflejo de temores inherentes a nuestra condición humana. Pareciera que, a través de sus espléndidos relatos, se hubiera propuesto mostrarnos cómo se proyectan nuestros miedos. Pero quizá haya mucho menos de lo que imaginamos, tal vez sea cierto lo que nos dice Buzzati y, tras esas inquietantes escenas, no haya ningún significado especial, lo cual resulta aún más sobrecogedor. ¿Y entonces, qué? Tal vez era esto lo que quería el escritor italiano, llevarnos a ese punto en el cual sus historias, como la de la obstinada gota, nos incomodan porque no acabamos de encontrarles un lugar en nuestra razón. Pero quién sabe lo que buscaba realmente Buzzati, si es que realmente tenía algún propósito concreto. Así pues, nos encontramos ante una de las virtudes de su literatura, y en particular de sus relatos: la ambigüedad.
Sirva esta introducción para ejemplificar lo que podría ser el motivo inicial de uno de sus cuentos: alguien que se obsesiona (porque en Buzzati casi todo es obsesión) con la obra de un escritor y sus posibles interpretaciones, lo cual acaba desembocando en una situación dramática o ridícula.
Somos muchos los que esperábamos desde hace años la publicación en España de más cuentos de Dino Buzzati. Hasta la fecha sólo contábamos con la acertada antología publicada por Alianza, Los siete mensajeros y otros relatos. En los últimos años, gracias sobre todo a la apuesta que la editorial Gadir ha hecho por la obra del escritor transalpino (El secreto del bosque viejo, La famosa invasión de Sicilia por los osos, Un amor), y al éxito obtenido, se ha recuperado su figura en nuestro país y, con ella, la edición de gran parte de sus obras, como esta cuidada edición de sus cuentos, brillantemente traducida por Mercedes Corral. Sesenta relatos reúne la producción de Buzzati en este género entre los años 1942 y 1958, que comprende tres de sus libros más importantes: Los siete mensajeros, Miedo en la Scala y El desplome de la Baliverna. Como suele ocurrir en estos conjuntos de relatos tan amplios, la temática, estilo y calidad son irregulares, pero esto también nos ayuda a conocer el recorrido exacto que efectuó la narrativa de este autor tan apreciado por Borges y Calvino.
Quienes se sientan fascinados por su famosa novela El desierto de los tártaros, se sentirán igualmente seducidos por muchos de estos relatos, en los que, a veces, también se aguarda a la espera de algo que no acaba de llegar, donde lo absurdo se deja ver en la maraña forjada por las actividades de los hombres y donde las instituciones generan situaciones kafkianas. Los relatos de Buzzati hablan del miedo al qué dirán o a que ocurra una desgracia, que acaba funcionando como una profecía autocumplida. Ese temor a lo desconocido, y que siempre permanece oculto tanto para el protagonista del relato como para el lector, queda plasmado a la perfección en “Algo había pasado”, donde un viajero, a medida que avanza su tren, empieza a notar expresiones de sobresalto en las personas que están fuera. Buzzati describe también la vergüenza y del sentimiento de culpa, el de un hombre que, accidentalmente, cree haber provocado el derrumbe de un edificio (“El derrumbe de la Baliverna”), o el de un pueblo gobernado por la mirada acusadora de un perro (“El perro que ha visto a Dios”). Otras veces es la fatalidad que se cierne sobre los protagonistas de manera aparentemente casual, como en el paciente que ingresa en el hospital de “Siete plantas”. Para contarnos todo esto Buzzati utiliza diversos estilos. A veces, a través de planteamientos fabulosos de corte clásico (viajeros que parten a tierras lejanas que nunca acaban de encontrar, soldados extenuados que regresan de la guerra escondiendo un misterio, o enigmáticas ciudades amuralladas en las que nadie ha entrado); en otras ocasiones se vale de situaciones surrealistas llenas de humor (un sacerdote entabla un debate sobre teología con un extraterrestre) o de cuentos que esconden pequeños ensayos, como “Una bola de papel”, en el que teoriza sucintamente sobre la poesía. Mención aparte merece “Invitaciones superfluas”, uno de los relatos más bellos que se haya escrito sobre el desencuentro amoroso, y que resulta insólito en la narrativa breve de Buzzati por su temática y por su forma.
Como decíamos al principio, es posible que al leer muchos de estos relatos surja la inevitable pregunta: ¿son alegóricos? Júzguelo el lector. Para Buzzati parece que se trataba sólo de una simple «gota de agua que de noche sube por la escalera. Tic, tic, misteriosamente, de peldaño en peldaño. Y que por eso —precisamente— tenemos miedo.»
No hay comentarios:
Publicar un comentario