Premio Ateneo de Sevilla 2006. Algaida, Sevilla, 2006. 308 pp. 19,50 €
Marta Sanuy
La protagonista de El otoño Alemán es Fátima, una chica española, muy morena, que viaja a un lugar cercano a Berlín en 1991 y mira: mira Alemania pocos días después de la caída del muro, mira a sus amigos del programa Erasmus, mira extrañada todo lo que la rodea, pero sobre todo mira a Europa. Mira mientras es mirada. Porque la narradora de esta historia no es ella sino Ilse, su amiga alemana, que reconstruye los hechos años después.
Ese punto de vista hace que la novela se convierta en una reflexión, matizada y necesaria, sobre una experiencia muy común y poco verbalizada, una verdad soto voce sobre las distancias que nos separan de Europa; no sólo por la diferencia de poder adquisitivo y de habilidad con los idiomas, aunque también. Se pone de manifiesto la perplejidad mutua, que a nuestros vecinos alemanes, suecos u holandeses y a todos nosotros nos asalta con frecuencia.
Si dominar el tiempo es uno de los atributos esenciales para una buena literatura, la otra gran necesidad de un relato es pintar el espacio, una labor cada vez más difícil en un mundo que cada día es más igual. Este trayecto hispano-alemán nos traslada un trecho, y eso es un gran logro.
El otoño Alemán trata todos los temas fundamentales: el amor y la muerte, el dinero y los diferentes sentidos de la realidad de cada clase social, la admiración y el miedo, la necesidad de entender y la pereza, el amor más allá de los sexos, la violencia. Todos sus personajes centrales están en el despeñadero; van a una fiesta, larga y extraña, como las de El gran Meulnes y El relato soñado, después de la cual tendrán que decidir su destino y hacerse adultos. Y además, esta es una novela de intriga, con trama, con enigmas y con muertes.
El otoño Alemán, como las otras obras de la autora, como una de Celine Curiol, como otra de Irene Rodriguez Aseijas, tiene otra característica que me hace recomendarla: es contemporánea. Me aventuro a decir que contar lo que está ocurriendo requiere abordar el extrañamiento de dentro afuera y de fuera adentro, sin que el lector consiga diagnosticar si el personaje tiene dolencias endógenas o exógenas.
Pero para ser original hay que remontarse al origen. Por eso está bien calculado intercalar otra novela dentro de esta novela, la carta que la abuela de Ilse le escribe poco antes de morir contándole su vida, y qué significó el amor, la pobreza o el nazismo, cuáles fueron sus deslumbramientos, ya sin sentirse condicionada, sin inhibiciones. Decía Sender que no está la clave en ser autentico, que lo que hay que ser es genérico. La ciencia ha venido a darle la razón y Eugenia Rico toma por la raíz esa necesidad de sus personajes de ser explicados más allá de sus individualidades. Y es que todas las novelas de esta autora son tiempo, hablan de tiempos históricos que se encuentran y chocan, y también de qué hubiera sucedido si hubiésemos sabido antes lo que iba a suceder. Eugenia Rico sabe tejer los enigmas hacia delante y hacia atrás.
La primera lectura de una novela de esta autora nunca es tan rica como la segunda. Eugenia Rico tiene la habilidad de provocar un ritmo de lectura demasiado rápido que le perjudica, el lector siempre quiere saber más y por eso pasa raudo las páginas, tan rápido que a veces ni siquiera llega a tener la impresión de que tendrá que releer. Tiene una gran capacidad de cálculo ésta novelista, si algo parece obvio no es por dejadez, sino porque sabe que hay obviedades que nunca está mas recordar. Lo dicho, es una escritora para releer, porque es una escritora para leer despacio. No es poco.
Marta Sanuy
La protagonista de El otoño Alemán es Fátima, una chica española, muy morena, que viaja a un lugar cercano a Berlín en 1991 y mira: mira Alemania pocos días después de la caída del muro, mira a sus amigos del programa Erasmus, mira extrañada todo lo que la rodea, pero sobre todo mira a Europa. Mira mientras es mirada. Porque la narradora de esta historia no es ella sino Ilse, su amiga alemana, que reconstruye los hechos años después.
Ese punto de vista hace que la novela se convierta en una reflexión, matizada y necesaria, sobre una experiencia muy común y poco verbalizada, una verdad soto voce sobre las distancias que nos separan de Europa; no sólo por la diferencia de poder adquisitivo y de habilidad con los idiomas, aunque también. Se pone de manifiesto la perplejidad mutua, que a nuestros vecinos alemanes, suecos u holandeses y a todos nosotros nos asalta con frecuencia.
Si dominar el tiempo es uno de los atributos esenciales para una buena literatura, la otra gran necesidad de un relato es pintar el espacio, una labor cada vez más difícil en un mundo que cada día es más igual. Este trayecto hispano-alemán nos traslada un trecho, y eso es un gran logro.
El otoño Alemán trata todos los temas fundamentales: el amor y la muerte, el dinero y los diferentes sentidos de la realidad de cada clase social, la admiración y el miedo, la necesidad de entender y la pereza, el amor más allá de los sexos, la violencia. Todos sus personajes centrales están en el despeñadero; van a una fiesta, larga y extraña, como las de El gran Meulnes y El relato soñado, después de la cual tendrán que decidir su destino y hacerse adultos. Y además, esta es una novela de intriga, con trama, con enigmas y con muertes.
El otoño Alemán, como las otras obras de la autora, como una de Celine Curiol, como otra de Irene Rodriguez Aseijas, tiene otra característica que me hace recomendarla: es contemporánea. Me aventuro a decir que contar lo que está ocurriendo requiere abordar el extrañamiento de dentro afuera y de fuera adentro, sin que el lector consiga diagnosticar si el personaje tiene dolencias endógenas o exógenas.
Pero para ser original hay que remontarse al origen. Por eso está bien calculado intercalar otra novela dentro de esta novela, la carta que la abuela de Ilse le escribe poco antes de morir contándole su vida, y qué significó el amor, la pobreza o el nazismo, cuáles fueron sus deslumbramientos, ya sin sentirse condicionada, sin inhibiciones. Decía Sender que no está la clave en ser autentico, que lo que hay que ser es genérico. La ciencia ha venido a darle la razón y Eugenia Rico toma por la raíz esa necesidad de sus personajes de ser explicados más allá de sus individualidades. Y es que todas las novelas de esta autora son tiempo, hablan de tiempos históricos que se encuentran y chocan, y también de qué hubiera sucedido si hubiésemos sabido antes lo que iba a suceder. Eugenia Rico sabe tejer los enigmas hacia delante y hacia atrás.
La primera lectura de una novela de esta autora nunca es tan rica como la segunda. Eugenia Rico tiene la habilidad de provocar un ritmo de lectura demasiado rápido que le perjudica, el lector siempre quiere saber más y por eso pasa raudo las páginas, tan rápido que a veces ni siquiera llega a tener la impresión de que tendrá que releer. Tiene una gran capacidad de cálculo ésta novelista, si algo parece obvio no es por dejadez, sino porque sabe que hay obviedades que nunca está mas recordar. Lo dicho, es una escritora para releer, porque es una escritora para leer despacio. No es poco.
11 comentarios:
Interesante artículo el publicado por dicha escritora en la revista Mercurio(Enero)... Con el que no estoy de acuerdo.
Interesante reseña... una curiosidad, ¿cuál es el título de las obras de Celine Curial e Irene Rodriguez Aseijas?
La novela de Eugenia Rico me parece infumable. Creo que no debería estar en una página que se anuncia como un lugar que ofrece "un buen libro cada día". El artículo de Mercurio de la susodicha... curioso: alguien que no tiene EN ABSOLUTO nada que decir, escribe un artículo sobre los escritores que no tienen nada que decir. Por favor, ¿a qué clase de lectores (¿o son lectoras?) les interesa Eugenia Rico? En la respuesta está la razón de mi indignación. Salud, chicos, la página -salvo deslices- es estupenda. No desfallezcáis.
Tropezón, la clave está en que algo que a ti puede parecerte infumable, a otros puede gustarnos...
Es interesante que haya opiniones tan diversas. A mi LA MUERTE BLANCA de Eugenia Rico me parece uno de los mejores libros de los últimos años, una obra maestra. Era una autora que no conocía y que descubri por casualidad y ya no pude dejar. Me parece una autora que TIENE MUCHISIMO QUE DECIR. No será Tropezón que te molesta que sea autora y no autor, pues tiene lectores con o como yo.
¿A que viene atacar a una de las pocas escritoras que no se han dejado seducir por la frase o el tema facil? ¿A que viene atacar a cualquier autor solo porque no nos guste?. Sinceramente, no lo entiendo.........
el libro está bien, pero me matan las continuas imprecisiones: verbos en personas distintas en la misma frase (nosotros-ellos), "el abuelo de mi padre", o sea su bisabuelo, no? pues no, hablaba de su abuelo...
no me lo explico!! que lo corrijan por favor!
nadie se ha dado cuenta de las continuas faltas gramaticales??
ahora somos nosotros, pero en el siguiente verbo son ellos.
el abuelo de la narradora es también ¿el abuelo de su padre? no entiendo tanta gamba junta!!
Tienes que heberte tragado mas de la mitad del libro para que este empieze a ser intesante. Justo cuando la abuela de Ilse comienza a contar sus aventuras durante el periodo nazi aleman; aún así necesitas mucha fuerza de voluntad para terminar la novela
Estoy de acuerdo con quienes emiten juicios negativos a propósito de esta novela. Navego por sus páginas con absoluta perplejidad: ¿cómo ha podido ganar un premio de más de 40.000€ (si no me equivoco)? ¿Cómo ha podido pasar por el corrector de la editorial Algaida? Sí, sí que nos damos cuenta de las faltas, las imprecisiones, las incongruencias narrativas (e históricas), los saltos inexplicables en los tiempos y personas verbales, por no hablar de la ortografía de las frases en alemán. ¿Tanto costaba documentarse un poco, consultar con un amigo que hable alemán? ¿Tanto desprecia al lector Eugenia Rico?
A mí también me ha sorprendido encontrar una reseña elogiosa de un libro tan mediocre (por no decir otra cosa) en una página que, por lo demás, leo con gusto.
Los lectores de este blog y, por lo general, sus críticos, suelen tener buen gusto. Pero las excepciones están para confirmar las reglas, ¿o no? También hay quien adora las hamburguesas de McDonald's o las pizzas a domicilio. Además, un día va y nos apetecen porquerías y tampoco pasa nada. Seguid leyendo y recomendando, es una página estupenda.
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