Trad. Luis Magrinyà. Alba, Barcelona, 2006. 467 pp. 23 €
Leah Bonnín
A pesar de que no sería publicada hasta noviembre de 1811, Juicio y sentimiento fue concluida en 1797, cuando Jane Austen apenas contaba veintidós años, por lo que se trata de una de las primeras obras de la escritora cuyo biógrafo lord David Cecil definió como “ese alguien conocido, pero nunca íntimo”. Por supuesto, no constituye una obra maestra, pero en ella asoman la agudeza psicológica y la gran inteligencia narrativa que serán las señas de identidad de la autora.
El argumento de Juicio y sentimiento, como prácticamente todos los de Jane Austen, es sencillo y, si mucho me apuran, anodino. Podría resumirse como la exposición del entramado de relaciones amistosas y familiares que, en apenas unos meses, se tejen y destejen entre personajes de Londres y uno de los más tradicionales condados de la campiña inglesa y, por ende, de las peripecias psicológicas que tienen que atravesar las hermanas Elinor y Marianne Dashwood hasta dar con unos maridos económicamente solventes y socialmente respetables. Porque, en definitiva, ¿a qué mejor actividad que la de buscar marido podían dedicarse las jóvenes en el siglo XVIII? Como apostilla críticamente la protagonista y perspicaz narradora Elinor al referirse a la hija de un aristócrata con quien están planificando casar a uno de los dos cuñados de su hermanastro John, “ella, supongo, no puede elegir”. En Juicio y sentimiento no existe trama propiamente dicha y el desenlace se reduce a la celebración de sendas y convenientes bodas que anuncian un futuro confortable y sin sobresaltos. Y sin embargo, como en prácticamente todas las novelas de Jane Austen, la agudeza en el retrato de personajes y la ironía, ¡bendita ironía!, en la descripción de situaciones atrapan al lector.
No porque la autora optase por la crítica social o la reivindicación feminista avant la lettre. Ni por el leve romanticismo, esbozado a través del enamoramiento entre Marianne y el joven Willoughby, quien, a pesar de la pasión, acabará por realizar un matrimonio de conveniencia. Ni por el realismo pragmático (“Aunque no podía haber trato más atento que el que lady Middleton les dispensaba, en realidad las señoritas Dashwood no le gustaban nada”) con que se relacionan los habitantes de un mundo en el que, por pequeño y próximo, abundan las coincidencias. Sino porque la agudeza y la ironía permean la narración desde las primeras páginas y por ello no hay lector que pueda resistirse al razonamiento, expuesto casi con sarcasmo en el segundo capítulo, por el que la cuñada de Elinor y Marianne convence a su marido para que reduzca la pensión de sus hermanastras a lo mínimo imprescindible. O a esa magistral simplicidad y sutileza con que retrata situaciones (“Fue, de todos modos, una mirada muy bien ejecutada, porque a ella la alivió y él no se enteró de nada”) y paisajes (“En fin, no se puede pedir más: y está cerca de la iglesia, y a sólo un cuarto de milla del camino de peaje, por lo que no es nada aburrido, pues basta con sentarse en un viejo cenador de tejo que hay detrás de la casa para ver pasar los carruajes”), características que obligan a pensar en Jane Austen como una de las más grandes novelistas de todos los tiempos. Imprescindible desde esta obra primeriza.
Leah Bonnín
A pesar de que no sería publicada hasta noviembre de 1811, Juicio y sentimiento fue concluida en 1797, cuando Jane Austen apenas contaba veintidós años, por lo que se trata de una de las primeras obras de la escritora cuyo biógrafo lord David Cecil definió como “ese alguien conocido, pero nunca íntimo”. Por supuesto, no constituye una obra maestra, pero en ella asoman la agudeza psicológica y la gran inteligencia narrativa que serán las señas de identidad de la autora.
El argumento de Juicio y sentimiento, como prácticamente todos los de Jane Austen, es sencillo y, si mucho me apuran, anodino. Podría resumirse como la exposición del entramado de relaciones amistosas y familiares que, en apenas unos meses, se tejen y destejen entre personajes de Londres y uno de los más tradicionales condados de la campiña inglesa y, por ende, de las peripecias psicológicas que tienen que atravesar las hermanas Elinor y Marianne Dashwood hasta dar con unos maridos económicamente solventes y socialmente respetables. Porque, en definitiva, ¿a qué mejor actividad que la de buscar marido podían dedicarse las jóvenes en el siglo XVIII? Como apostilla críticamente la protagonista y perspicaz narradora Elinor al referirse a la hija de un aristócrata con quien están planificando casar a uno de los dos cuñados de su hermanastro John, “ella, supongo, no puede elegir”. En Juicio y sentimiento no existe trama propiamente dicha y el desenlace se reduce a la celebración de sendas y convenientes bodas que anuncian un futuro confortable y sin sobresaltos. Y sin embargo, como en prácticamente todas las novelas de Jane Austen, la agudeza en el retrato de personajes y la ironía, ¡bendita ironía!, en la descripción de situaciones atrapan al lector.
No porque la autora optase por la crítica social o la reivindicación feminista avant la lettre. Ni por el leve romanticismo, esbozado a través del enamoramiento entre Marianne y el joven Willoughby, quien, a pesar de la pasión, acabará por realizar un matrimonio de conveniencia. Ni por el realismo pragmático (“Aunque no podía haber trato más atento que el que lady Middleton les dispensaba, en realidad las señoritas Dashwood no le gustaban nada”) con que se relacionan los habitantes de un mundo en el que, por pequeño y próximo, abundan las coincidencias. Sino porque la agudeza y la ironía permean la narración desde las primeras páginas y por ello no hay lector que pueda resistirse al razonamiento, expuesto casi con sarcasmo en el segundo capítulo, por el que la cuñada de Elinor y Marianne convence a su marido para que reduzca la pensión de sus hermanastras a lo mínimo imprescindible. O a esa magistral simplicidad y sutileza con que retrata situaciones (“Fue, de todos modos, una mirada muy bien ejecutada, porque a ella la alivió y él no se enteró de nada”) y paisajes (“En fin, no se puede pedir más: y está cerca de la iglesia, y a sólo un cuarto de milla del camino de peaje, por lo que no es nada aburrido, pues basta con sentarse en un viejo cenador de tejo que hay detrás de la casa para ver pasar los carruajes”), características que obligan a pensar en Jane Austen como una de las más grandes novelistas de todos los tiempos. Imprescindible desde esta obra primeriza.
3 comentarios:
He leído a Jane Austen con asiduidad desde los 12 años, he visto las películas basadas en sus obras...y creo que sus mejores libros son "Emma" y "Persuasión", me llenan más que los demás.
Jane Austen escribió a la perfección de lo que le tocó vivir en su tiempo.
Lei no hace mucho "Regreso a Mansfield Park", un tratado exhaustivo de la condición humana, con sus defectos, virtudes, anhelos, pecados, etc.
Pendiente de ver el DVD "Orgullo y Prejuicio", supongo que será mejor la novela pero el tiempo manda ...
C.A. Makkkafu.
Sólo he leído Orgullo y Prejuicio, y me encantó. Espero leer más libros suyos.
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