miércoles, agosto 02, 2006

El reflejo de las palabras, Kader Abdolah

Salamandra, Barcelona, 2006. 347 pp. 16,50 €

Marta Sanuy

Kader Aldolah es iraní y vive en Holanda, dos datos imprescindibles para adentrarnos en esta novela en la que desde Holanda mira hacia Persia. Con sus páginas podemos asomarnos, en primera persona, a los matices de aquellos hechos que solamente conocimos a través de noticias periodísticas y que nunca nos han mostrado la complejidad de este país —sus poemas, su geografía, sus costumbres o sus leyendas—, y que, por ende, tampoco nos han permitido entender su política. Esta novela nos acerca a esa necesaria comprensión y tan solo por eso es recomendable su lectura.
En las primeras páginas el autor nos pone al corriente de su estrategia literaria, aclara que en la novela hay tres voces; la del narrador omnisciente, que cuenta la historia de Aga Akbar desde su nacimiento, la de su hijo Ismail y la silenciosa voz del Akbar, recogida en los cuadernos de escritura cuneiforme que su hijo intenta descifrar. Aga Akbar es sordomudo, nació en la aldea del Azafrán, en la montañas de Senayan, zona fronteriza con la Unión Soviética, es hijo ilegítimo de un príncipe, conoce las cosas sencillas y se dedicará toda su vida a reparar alfombras. Las primeras páginas de este libro, las que cuentan la infancia y juventud del protagonista, podrían pertenecer a las mil y una noches, el autor omnisciente nos describe un mundo donde se mantienen creencias y costumbres ancestrales que están a punto de desaparecer. Cronológicamente la juventud de Akbar coincide con el reinado de Reza Kan (1923 -1941), padre del último Sha, Reza Pahlavi (1941-1979). En la novela se narran pormenorizadamente las consecuencias de la inversión obligatoria de las costumbres impuesta por la dinastía Pahlavi, su pasión por la modernidad, la urgencia por infundirla en todo el país que hizo que se prohibiera a las mujeres utilizar el velo o se destruyeran, con la llegada del ferrocarril, los lugares que eran considerados sagrados, iniciáticos, por ser remotos. Akbar, el silencioso, aparece siempre a través de otros, lo van perfilando con nitidez todos aquellos personajes que hablan de su padre a Ismail, y ya entonces, antes de que tome la palabra el hijo, sabemos que Ismail no es sólo su hijo, que la tradición le obliga a convertirse en su prolongación, en quien supla sus limitaciones, él es el único que domina del todo su lenguaje de signos y puede traducirlo y hablarle, es el responsable de que el padre entienda los cambios vertiginosos que se están produciendo, quien le relata el largo viaje, desde la Edad Media hasta el siglo XX, que se produce en el transcurso de su vida. Y esa isla de comunicación tan peculiar, desde la que se nos cuenta, es otro motivo para leer la novela
En la segunda parte Ismail toma la palabra para seguir contándonos la historia, la suya y la de su padre, la historia de su familia y la de Irán. Pero sobre todo la su padre, que retoma donde la dejaron los otros narradores. Conoceremos otras aventuras de Akbar; el viaje a Ispahán , el matrimonio con Tina, el traslado a la ciudad, el regreso, sus misteriosos viajes a la montaña, y sobre todo, el diálogo continuo con el hijo. Poco a poco Ismail nos empieza a hablar de si mismo; de su militancia política contra el Sha, de la guerra contra Irak, de su relación con las hermanas y su madre, de su propio matrimonio y la persecución a la que son sometidos los progresistas por parte del gobierno de Jomeini. Ismail ha logrado huir de su país y escribe desde Holanda, país al que convierte en otro elemento central de la novela ya que, si al principio decíamos que desde Holanda mira hacia Irán, también es cierto que desde Irán el protagonista mira Holanda, ese es el tercer motivo importante para leer esta novela, que nos proporciona el privilegio de ver nuestro mundo a través de otro punto de vista, ejercicio imprescindible para mantener la lucidez en nuestra época.

Algo acerca de Kader Abdolah...
Hossein Sadjadi Ghaemmadami Farahani es el verdadero nombre de este autor, nacido en 1954, que adoptó el de Kader Abdolah como homenaje a un amigo y compañero de la resistencia que fue asesinado. Estudio Física en la Universidad de Teherán, como su personaje Ismail, fue redactor de un periódico clandestino y huyo de su país en 1988 encontrando asilo político en Holanda, donde todavía vive. Escribe en holandés y ha publicado dos novelas y dos libros de relatos, colabora en uno de los diarios más importantes de este país, De Volkskrant, y ha obtenido muchos premios y reconocimiento. Además de esta novela está traducida al español El viaje de las botellas vacías, en Galaxia Guttemberg, también se puede leer alguno de sus textos en castellano en Radio Nederland http://www.informarn.nl/.
Abdolah contribuye con su pluma, junto al ugandés Meses Isegawa, el marroquí Abdelkadar Benali o la china Lulu Wang a un interesante renacimiento de las letras en los Países Bajos. Merece la pena prestar atención a estos nombres.

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