lunes, agosto 07, 2006

Diario de Praga, Ptr Ginz

Edición a cargo de Chava Pressburger. Traducción de Fernando Valenzuela. El Acantilado, Barcelona, 2006. 184 pp. 17 €

Pedro M. Domene

Este, más que ningún otro, es un viaje al infierno, el que el adolescente Petr Ginz iniciaba, hacia la cámara de gas en Polonia, el 28 de septiembre de 1944. La publicación de Diario de Praga (1941-1942), de Petr Ginz a cargo de El Acantilado pone una vez más de manifiesto que la barbarie nazi no ha dejado de atormentar las conciencias humanas en los últimos sesenta años y que, como aquella joven alemana, Ana Frank (1929-1945), el checo Petr Ginz (1928-1944), le confiaba a su diario, sin la menor ambición, lo que veía directamente a su alrededor, aunque sus notas, lacónicas, poco expresivas pero terriblemente esclarecedoras, estén cruzadas por esa serena actitud aparente que se percibe desde una gran tensión interior. Ofrecen la objetividad de un adolescente que verá el mundo, en aquellas circunstancias, con la curiosidad y veracidad que le son propias a la edad. En las notas de su Diario se percibe, no obstante, la cruel confrontación que experimentan las personas mayores que conoce Petr y la inseguridad que generan, día a día, los acontecimientos en una Praga que él mismo rememorará años más tarde en un poema que terminará, precisamente, así:
¡Praga, leyenda de piedra, me acuerdo de ti!
La edición de los dos cuadernos, encontrados recientemente en un inmueble del barrio praguense de Modrany, corre a cargo de su hermana Chava Pressburger, aunque la casualidad hizo que la historia del joven Ginz diera la vuelta al mundo, porque el destino llevaría al transbordador Columbia, tras su misión en el espacio, a desintegrarse en la mañana del 1 de febrero de 2003, al entrar en la atmósfera terrestre, y entre la tripulación se encontraba el israelita Ilan Ramon, hijo además de una superviviente del campo de Auschwitz, quien había decidido llevarse al espacio un recuerdo, un símbolo de la tragedia del holocausto, un dibujo del joven Petr Ginz que, titulado Paisaje lunar, mostraba una extraordinaria fantasía.
El Diario recoge los acontecimientos registrados por el joven checo entre el 24 de febrero de 1941 y el 9 de agosto de 1942, la última anotación unos dos meses antes de ser deportado al gueto Terezin. Lo más curioso de todo este material es que la edición se complementa con el testimonio de la hermana pequeña, que actualmente vive en Jerusalén, y compartió una infancia feliz con Petr hasta que las persecuciones de los nazis contra los judíos llegaron a Praga; sólo entonces descubrieron que el holocausto provocaría ese tipo de fanatismos, capaces de asesinar y torturar sin compasión y de que en el mundo había gente mala, muy mala. La imagen que proyecta el libro es la de un muchacho provisto de una rica fantasía capaz de escribir novelas, dibujar acuarelas, grabar sobre linóleos, inventar revistas y periódicos, y pese a tanto horror dejar constancia, con un estilo sereno, de los métodos aplicados por los nazis durante el holocausto de Praga, hablar de la comunidad religiosa judía, del hospital y del colegio judío, del servicio auxiliar y observar como, a medida que transcurre el tiempo, se van recortando las libertades y descubrir que amigos, parientes, profesores o vecinos son incluidos en los transportes mientras otros tratan de llevar una vida normal. A partir del testimonio de Petr, su hermana Chava Pressburger, organiza la edición añadiendo un material complementario, el de su estancia en Terezin, las circunstancias de su partida no anotadas en su diario, textos literarios, y abundantes dibujos que muestran el talento del joven asesinado.
«Lo que resulta ahora totalmente corriente, hubiera sido motivo de escándalo en una época normal» escribiría el adolescente Petr Ginz, cuya infancia terminaría dos años más tarde, tras una vida despreocupada junto a su hermana y sus padres, sus compañeros del colegio o los paseos por la ciudad de las mil y una resistencias, hasta que el destino determinó que alguien dotado de un talento polifacético, miembro de una familia checo-judía-aria praguense no pudiera convertirse en un notable creador. Y una frase tan contundente demuestra la profunda personalidad de alguien que asumió la época sin imaginar siquiera que en todo el centro de Europa una raza iba a ser marcada, poco después expoliada y finalmente conducida hasta casi su exterminio. Es el sincero testimonio de un joven que a las puertas de la muerte persiste, aún en su cautiverio, en una frenética actividad intelectual para saciar su indomable espíritu e, incluso, testimoniar la vergüenza y ofrecer una lección de vida a toda una humanidad.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Hay más interpretación e interés en los comentarios que en el propio texto

Anónimo dijo...

El cripticismo conduce, a veces, a la incomunicación. ¿Qué quieres decir, usuario anónimo?