Trad. Enrique Toomey. Ilust. Damián Ortega.
Sexto piso ilustrado, Madrid, 2016, 248 pp. 24,90 €
Eduardo Fariña
En el capítulo "Blanco y azul", el séptimo de la segunda temporada de la serie Breaking Bad, tenemos una escena de antología. El policía de la DEA y cuñado de Walter White, Hank Schrader, se traslada desde Albuquerque hasta Texas, para dar lucha en la primera línea de batalla contra los carteles del narcotráfico. Schrader, racista y prepotente, observa atónito que uno de sus compañeros tiene en su mesa un enorme busto del célebre Santo de los narcos, Jesús Malverde. Schrader pregunta de forma poco cortés el motivo de tener semejante figura del bandido cerca. El compañero le cita el apartado XXXI del tercer capítulo de El arte de la guerra: «Conoce a tu enemigo y conócete a ti mismo: en cien batallas nunca estarás en peligro» (p. 60). De forma simultánea, le regala otra figura de Malverde, mucho más pequeña.
Es solo uno de los innumerables ejemplos de la influencia del clásico libro de Sun Tzu en la cultura contemporánea. Hablar de esta obra, escrita en el siglo IV antes de Cristo, es hablar de un libro con un enorme impacto, que trasciende el contexto histórico en el cuál fue escrito. En la actualidad, este célebre tratado se lee de forma obsesiva en el mundo empresarial y emprendedor, pero lo cierto es que El arte de la guerra es una obra filosófica que trasciende esos horizontes, ya que alberga múltiples enseñanzas a quienes deseen sobreponerse a momentos de adversidad. O sencillamente aprender de las situaciones más dispares y antagónicas. En un mercado editorial plagado de libros de autoayuda y de superación, leer una obra de tan hondo calado conceptual y didáctico como El arte de la guerra es una elección bastante más acertada.
En esta edición, encontramos ilustraciones del artista mexicano Damián Ortega (México, 1967) quien proviene de la rica tradición de los muralistas y de la caricatura política mexicana. Ganador de importantes premios como el Hamburguer Banhof (Alemania, 2006) y el Smithsonian Artist Research Fellowship. (Estados Unidos, 2007). En el prólogo, Ortega admite lo que significó en su ars poética la lectura del libro «me permitió entender el espacio físico no como un simple terreno, sino como un espacio marcado por la circulación, los flujos de energía, los intercambios civiles en materia e información» (p. 12). Elementos como el ladrillo y la arcilla están presentes en las maquetas que aparecen en las fotografías. Sin duda es una propuesta de lectura que interesará al lector por las sugerencias que se hacen de los constantes cambios de la materia y de las estrategias que describe Sun Tzu. El artista declara que no ha hecho un libro ilustrado ya que lo que hizo finalmente fue «trabajar en una lectura subjetiva paralela al texto, generando vínculos entre los trastornos naturales y geológicos, y las ideas y los tipos de batalla que el autor describe y que el mismo relaciona en un ejercicio de contemplación de la naturaleza» (p. 12).
El arte de la guerra fue un libro leído con mucho interés por los estrategas de diferentes civilizaciones en épocas distintas. Al plantear la guerra como algo relacionado a las interacciones entre seres humanos, la lectura no literal del tratado nos hace entender que tiene un valor añadido. Se adelanta a la idea de Julio César de divide et vinces en el apartado XXV del primer capítulo: «cuando esté unido, divídelo» (p.29) y brinda las cinco cualidades que debe tener un general en los últimos apartados del capítulo VIII (pp. 136-138) cualidades que debería tener todo ser humano si se encuentra en un contexto social complejo. Si en muchas ocasiones, la misma vida es una especie de guerra que se libra día a día, pues es indudable saber encontrar el mejor momento para evitar o librar una discusión, tomar decisiones económicas o incluso exponer de forma clara tesis políticas de manera empática. En sus páginas, tenemos consejos de saber tener paciencia para decidir, o encontrar el momento exacto de actuación.
El arte de la guerra de Sun Tzu es un clásico de la literatura universal y leerlo en una edición tan cuidada, junto con el trabajo de uno de los artistas latinoamericanos más destacados de la actualidad, es un doble privilegio. Por supuesto, todo buen lector de esta obra comprenderá que la mejor manera de “ganar una guerra” es simplemente no causarla. Y saber ver bien la oportunidad en la desventaja.
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