Madrid, Alianza Editorial, 2007. 654 pp. 50 €
Juan Marqués
Hay libros que se convierten en clásicos a las pocas horas de existir, aunque lo hagan de un modo discreto, incorporándose a las estanterías y enriqueciendo las bibliotecas como si siempre hubiesen estado allí. No sé bien qué sucedió cuando en 1995 salió la primera edición del Diccionario de las vanguardias en España de Juan Manuel Bonet, pero debió de suponer un acontecimiento porque en muy poco tiempo se convirtió en uno de los libros de referencia fundamentales sobre lo que por entonces ya se conocía frecuentemente como la “edad de plata” de la cultura española. Durante mis años de estudios literarios (que no han acabado ni acabarán mientras viva), “el Bonet” (y qué pocos libros alcanzan el privilegio de ser conocidos de esta forma) ha sido un instrumento de utilidad difícil de medir para todos los que nos hemos interesado por la literatura española y europea de la primera mitad del siglo XX. De vez en cuando uno creía detectar un error o gazapo en sus páginas, pero al final siempre era el libro el que tenía la razón, y se convertía en el punto de partida de varias investigaciones, de muchas curiosidades, de algunas pocas conclusiones.
Debe de ser por esa escrupulosa pulcritud de origen por lo que en esta tercera edición que sale ahora a las librerías hay levísimas correcciones o ampliaciones. Parece mentira que en doce años no se haya podido descubrir casi nada que añadir a los archivos, la erudición y la memoria de Juan Manuel Bonet, y estoy seguro de que él —tan voraz y curioso como es— es el primero en lamentarlo. Su conocimiento sobre la literatura, las artes plásticas o incluso la música y la arquitectura de aquellos años es verdaderamente espectacular, abrumadora, como sabrá cualquiera que haya tenido la suerte de escucharlo en alguna de sus intervenciones públicas en conferencias o presentaciones. Nada escapa a su control, que en los últimos años ha ampliado minuciosamente al otro lado del océano (y parece que prepara un diccionario semejante sobre las vanguardias en Hispanoamérica, lo cual sería una noticia extraordinaria).
El libro es, realmente, un diccionario, así que es sobrio, conciso, directo, eficaz... No se detiene en retóricas ni se va por las ramas, y hay muchos más datos que análisis. Da toda la información que tiene sobre autores, publicaciones, lugares o seudónimos en la menor cantidad posible de líneas, y si alguien quiere conocer detalles de alguna de las entradas tendrá que ir a buscar a otro sitio (a donde podrá llegar no pocas veces remitido por el propio diccionario, que aporta referencias bibliográficas, fuentes...). También los prólogos y apéndices son exiguos para poder otorgar más y mejor espacio a lo que importa, y aun así el diccionario tiene más de seiscientas páginas a doble columna, lo que da idea de la agitación y turbulencias culturales de aquellos treinta años españoles, entre 1907 y 1936. Cualquiera que tuviese en algún momento alguna pequeña tentación vanguardista está en este volumen, que también da cuenta de las incursiones o la presencia de los vanguardistas extranjeros en España, traducidos, homenajeados, insultados o viajeros...
Un volumen, en fin, que no ha perdido nada de su utilidad ni parece que vaya a perderla en muchos años. No hace falta ser un profeta muy competente para saber que esta tercera edición no va a ser la última.
Juan Marqués
Hay libros que se convierten en clásicos a las pocas horas de existir, aunque lo hagan de un modo discreto, incorporándose a las estanterías y enriqueciendo las bibliotecas como si siempre hubiesen estado allí. No sé bien qué sucedió cuando en 1995 salió la primera edición del Diccionario de las vanguardias en España de Juan Manuel Bonet, pero debió de suponer un acontecimiento porque en muy poco tiempo se convirtió en uno de los libros de referencia fundamentales sobre lo que por entonces ya se conocía frecuentemente como la “edad de plata” de la cultura española. Durante mis años de estudios literarios (que no han acabado ni acabarán mientras viva), “el Bonet” (y qué pocos libros alcanzan el privilegio de ser conocidos de esta forma) ha sido un instrumento de utilidad difícil de medir para todos los que nos hemos interesado por la literatura española y europea de la primera mitad del siglo XX. De vez en cuando uno creía detectar un error o gazapo en sus páginas, pero al final siempre era el libro el que tenía la razón, y se convertía en el punto de partida de varias investigaciones, de muchas curiosidades, de algunas pocas conclusiones.
Debe de ser por esa escrupulosa pulcritud de origen por lo que en esta tercera edición que sale ahora a las librerías hay levísimas correcciones o ampliaciones. Parece mentira que en doce años no se haya podido descubrir casi nada que añadir a los archivos, la erudición y la memoria de Juan Manuel Bonet, y estoy seguro de que él —tan voraz y curioso como es— es el primero en lamentarlo. Su conocimiento sobre la literatura, las artes plásticas o incluso la música y la arquitectura de aquellos años es verdaderamente espectacular, abrumadora, como sabrá cualquiera que haya tenido la suerte de escucharlo en alguna de sus intervenciones públicas en conferencias o presentaciones. Nada escapa a su control, que en los últimos años ha ampliado minuciosamente al otro lado del océano (y parece que prepara un diccionario semejante sobre las vanguardias en Hispanoamérica, lo cual sería una noticia extraordinaria).
El libro es, realmente, un diccionario, así que es sobrio, conciso, directo, eficaz... No se detiene en retóricas ni se va por las ramas, y hay muchos más datos que análisis. Da toda la información que tiene sobre autores, publicaciones, lugares o seudónimos en la menor cantidad posible de líneas, y si alguien quiere conocer detalles de alguna de las entradas tendrá que ir a buscar a otro sitio (a donde podrá llegar no pocas veces remitido por el propio diccionario, que aporta referencias bibliográficas, fuentes...). También los prólogos y apéndices son exiguos para poder otorgar más y mejor espacio a lo que importa, y aun así el diccionario tiene más de seiscientas páginas a doble columna, lo que da idea de la agitación y turbulencias culturales de aquellos treinta años españoles, entre 1907 y 1936. Cualquiera que tuviese en algún momento alguna pequeña tentación vanguardista está en este volumen, que también da cuenta de las incursiones o la presencia de los vanguardistas extranjeros en España, traducidos, homenajeados, insultados o viajeros...
Un volumen, en fin, que no ha perdido nada de su utilidad ni parece que vaya a perderla en muchos años. No hace falta ser un profeta muy competente para saber que esta tercera edición no va a ser la última.
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