Trad. Carlos Gardini y Manuel Mata. Minotauro, Barcelona, 2008. 471 pp/446 pp. 22 €/24 €
Alberto Luque Cortina
Para quienes no conozcan a Philip K. Dick (1928-1982), la inevitable referencia a películas como Blade Runner (Ridley Scott, 1982), Minority Report (Steven Spielberg, 2002), o Scanner Darkly (Richard Linklater, 2006), inspiradas en algunas de sus obras, puede servir de estímulo suficiente para adentrarse en la narrativa de uno de los grandes escritores de ciencia ficción del siglo XX. Dick, más conocido por su obra novelística, desarrolló, al igual que muchos de sus colegas de generación, una importante labor cuentística: más de un centenar de relatos recogidos en cinco volúmenes que Minotauro viene publicando desde 2005. Los dos últimos, editados en 2008, incluyen cuarenta y dos relatos escritos entre 1954 y 1981, un vasto periodo en el que se advierten diferentes etapas creativas dentro del universo literario y personal del autor, ambos íntimamente imbricados.
La evolución temática de su obra, fascinante y diversa, corre paralela a su trayectoria vital. Así, una parte considerable de los cuentos escritos en los años 50, los tiempos de la guerra fría, describen futuros apocalípticos en los que la Tierra ha sido arrasada tras una nueva y devastadora conflagración mundial. Encuentro en estas epopeyas pulp algunos de sus mayores logros, debido en buena medida a su habilidad para crear, con gran escasez de medios, ambientes inquietantes, capaces de provocar en el lector una desazón parecida a la producida por algunos pasajes musicales de los cuartetos de Shostakovich, las obras de Varese o de Elliot Carter. Dentro de esta temática se halla uno de los mejores y más desasosegantes relatos del autor, Los días de Perky Pat (IV), una joya de la ciencia ficción y una reflexión sobre el consumismo y la manipulación de las masas.
Precisamente el control de la sociedad a través de realidades artificiales o virtuales es uno de los temas recurrentes en la obra de Dick, pionero, entre otras corrientes, del ciberpunk. Esta ficción es en ocasiones creada por el mismo hombre -El patrón de Yancy (IV)- o bien por seres alienígenas -Artefacto precioso (V)-. La manipulación conduce a veces a la alienación del individuo, al desdoblamiento de la personalidad o directamente a la paranoia: el protagonista no sabe realmente qué ha hecho -Síndrome de alejamiento (V)-, quién es -Nosotros, los exploradores (V)- o qué es -La hormiga eléctrica (V)-, por citar algunos ejemplos.
De este modo, el mundo se desenvuelve con la apariencia compleja de algunos dibujos de Escher. Esta superposición de realidades engañosas es especialmente significativa en el último periplo creativo del autor, muy influido por sus experiencias personales –psicotrópicas, paranoicas y místicas-, y tienen su máximo exponente narrativo en La fe de nuestros padres (V), otro de los grandes relatos de Dick y uno de los cuentos de ciencia ficción más perturbadores que se hallan escrito.
Por lo demás, la temática del autor es muy variada: el misticismo y la religiosidad -La cajita negra (V)-, la precognición o visión del futuro –El informe de la minoría (IV) o Un juego sin azar (V)-, los viajes en el tiempo -Mercado cautivo (IV)- las invasiones alienígenas -Juego de Guerra (IV) o La guerra de los Fnuls (V)-, o el futuro controlado por las máquinas –Servicio técnico (IV)-, argumentos recurrentes del género que en las manos de Dick adquieren un tono mayor del acostumbrado por la originalidad de los planteamientos y el desenvolvimiento de la trama.
Como sucede en este tipo de compilaciones, el resultado es desigual: algunos cuentos son obras maestras de la ciencia ficción, mientras que otros no pasan de ser meros divertimentos de serie B a veces insatisfactoriamente concluidos, en los que puede intuirse una apresurada resolución fruto quizá de compromisos editoriales o simple dejación. Esta irregularidad es especialmente evidente en el quinto y último volumen, el más complejo y oscuro de esta colección, si bien cuenta con algunos relatos excepcionales. Este hecho no obsta para disfrutar del complejo y creativo universo dickiano, cómico, desolador, o aterrador por momentos, casi siempre emplazado en un futuro inmediato, inquietantemente familiar para el lector contemporáneo, en el que el individuo es el único eje alrededor del cual gravita una realidad siempre compleja y con frecuencia tenebrosa.
Alberto Luque Cortina
Para quienes no conozcan a Philip K. Dick (1928-1982), la inevitable referencia a películas como Blade Runner (Ridley Scott, 1982), Minority Report (Steven Spielberg, 2002), o Scanner Darkly (Richard Linklater, 2006), inspiradas en algunas de sus obras, puede servir de estímulo suficiente para adentrarse en la narrativa de uno de los grandes escritores de ciencia ficción del siglo XX. Dick, más conocido por su obra novelística, desarrolló, al igual que muchos de sus colegas de generación, una importante labor cuentística: más de un centenar de relatos recogidos en cinco volúmenes que Minotauro viene publicando desde 2005. Los dos últimos, editados en 2008, incluyen cuarenta y dos relatos escritos entre 1954 y 1981, un vasto periodo en el que se advierten diferentes etapas creativas dentro del universo literario y personal del autor, ambos íntimamente imbricados.
La evolución temática de su obra, fascinante y diversa, corre paralela a su trayectoria vital. Así, una parte considerable de los cuentos escritos en los años 50, los tiempos de la guerra fría, describen futuros apocalípticos en los que la Tierra ha sido arrasada tras una nueva y devastadora conflagración mundial. Encuentro en estas epopeyas pulp algunos de sus mayores logros, debido en buena medida a su habilidad para crear, con gran escasez de medios, ambientes inquietantes, capaces de provocar en el lector una desazón parecida a la producida por algunos pasajes musicales de los cuartetos de Shostakovich, las obras de Varese o de Elliot Carter. Dentro de esta temática se halla uno de los mejores y más desasosegantes relatos del autor, Los días de Perky Pat (IV), una joya de la ciencia ficción y una reflexión sobre el consumismo y la manipulación de las masas.
Precisamente el control de la sociedad a través de realidades artificiales o virtuales es uno de los temas recurrentes en la obra de Dick, pionero, entre otras corrientes, del ciberpunk. Esta ficción es en ocasiones creada por el mismo hombre -El patrón de Yancy (IV)- o bien por seres alienígenas -Artefacto precioso (V)-. La manipulación conduce a veces a la alienación del individuo, al desdoblamiento de la personalidad o directamente a la paranoia: el protagonista no sabe realmente qué ha hecho -Síndrome de alejamiento (V)-, quién es -Nosotros, los exploradores (V)- o qué es -La hormiga eléctrica (V)-, por citar algunos ejemplos.
De este modo, el mundo se desenvuelve con la apariencia compleja de algunos dibujos de Escher. Esta superposición de realidades engañosas es especialmente significativa en el último periplo creativo del autor, muy influido por sus experiencias personales –psicotrópicas, paranoicas y místicas-, y tienen su máximo exponente narrativo en La fe de nuestros padres (V), otro de los grandes relatos de Dick y uno de los cuentos de ciencia ficción más perturbadores que se hallan escrito.
Por lo demás, la temática del autor es muy variada: el misticismo y la religiosidad -La cajita negra (V)-, la precognición o visión del futuro –El informe de la minoría (IV) o Un juego sin azar (V)-, los viajes en el tiempo -Mercado cautivo (IV)- las invasiones alienígenas -Juego de Guerra (IV) o La guerra de los Fnuls (V)-, o el futuro controlado por las máquinas –Servicio técnico (IV)-, argumentos recurrentes del género que en las manos de Dick adquieren un tono mayor del acostumbrado por la originalidad de los planteamientos y el desenvolvimiento de la trama.
Como sucede en este tipo de compilaciones, el resultado es desigual: algunos cuentos son obras maestras de la ciencia ficción, mientras que otros no pasan de ser meros divertimentos de serie B a veces insatisfactoriamente concluidos, en los que puede intuirse una apresurada resolución fruto quizá de compromisos editoriales o simple dejación. Esta irregularidad es especialmente evidente en el quinto y último volumen, el más complejo y oscuro de esta colección, si bien cuenta con algunos relatos excepcionales. Este hecho no obsta para disfrutar del complejo y creativo universo dickiano, cómico, desolador, o aterrador por momentos, casi siempre emplazado en un futuro inmediato, inquietantemente familiar para el lector contemporáneo, en el que el individuo es el único eje alrededor del cual gravita una realidad siempre compleja y con frecuencia tenebrosa.
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