martes, julio 11, 2006

Lila, Lila, Martin Suter

Traducción de Helga Pawlowsky. Anagrama, Barcelona, 2006. 352 pp. 18 €

Francesc Miralles

Martin Suter es un autor suizo muy popular en los países germanoparlantes tanto por sus columnas periodísticas como por las novelas policíacas. Su célebre Trilogía neurológica esta formada por Qué pequeño es el mundo, La cara oculta de la Luna (ambas en El Bronce) y Un amigo perfecto (El Cobre).
Su última novela pretende ser de amor, pero la intriga está presente desde su verdadero arranque. Muchas novelas tienen dos principios: el que propone el autor (y publica el editor) y el verdadero principio de la historia, aquel punto en el que el lector se sumerge sin remisión en la trama. En el caso de Lila, Lila es la segunda frase del capítulo 4. Tras un inicio de capítulo totalmente insustancial («Era una noche como cualquier otra de aquel mes de diciembre») conocemos el bar donde trabaja David Kern, un gris camarero que se enamora de una bella clienta con ínfulas de intelectual.
David encuentra el manuscrito de una novela en una mesita de noche de segunda mano que ha adquirido, y se la da a leer a la joven para impresionarla. Esta queda prendada con la narración de amor que, situada en la Suiza de los años cincuenta, empieza con el sugerente: «Ésta es la historia de Peter y Sophie. Dios mío, no permitas que acabe mal.». Llevada por el entusiasmo, manda el manuscrito sin permiso de su falso autor a una editorial, que la acabará publicando con inmenso éxito. El humilde David Kern se ve obligado a salir de gira y a pavonearse por la Feria de Frankfurt, mientras el verdadero autor de la novela está al acecho…
Un momento especialmente divertido es cuando el zoquete de David Kern se entrevista con el editor Everding, que odia la narrativa de inspiración biográfica, para hablar de la publicación del libro:

La reunión fue una catástrofe. La primera pregunta que planteó Everding fue: «¿Por qué ha escrito usted este libro?», y el joven respondió, en efecto: «Porque quería superar una vivencia personal».
Karin Kohler consiguió con cierto esfuerzo que Everding no soltara su habitual discurso sobre el abuso que significa utilizar al lector como terapeuta, cuando sucedió el segundo percance. Everding vació un poquito de ceniza maloliente de su pipa en el cenicero, grande como un plato, y dijo:
―Y, a decir verdad, la trama me parece un poco pobre.
Cuando David Kern preguntó con toda inocencia «¿Qué quiere decir eso de trama?», ella ya conocía la respuesta de Everding, aun antes de que este la hubiera pronunciado.
―Ya me imaginaba que usted no sabría lo que significa esa palabra.

Este es el tono ligero y mordaz con el que Suter disecciona el mundo literario bajo la excusa de contar una historia de amor. Porque Lila, Lila es básicamente un drama editorial. Y los motivos que empujan al protagonista a meterse en un berenjenal condenado al fracaso ―conseguir el amor de la muchacha― no es tan diferente del que mueve a buena parte de los novelistas que escriben con más o menos suerte: obtener a través del papel impreso el amor y el reconocimiento que les han sido negados fuera de los libros.
Felizmente desprovista de artificios literarios, esta novela se lee con agilidad y tiene momentos jocosos, aunque la fatalidad pende sobre el protagonista desde que da inicio a su inesperado periplo como escritor de éxito. Gustará a los amantes del entretenimiento que procuran las buenas historias sin pretensiones.

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Felizmente desprovista de artificios literarios,
...
buenas historias sin pretensiones.


desde luego, esas no me parecen señas especialmente halagadoras.

buenas historias sin pretensiones escritas sin artificios literarios son las que aparecen en los periodicos gratuitos esos

:(

Anónimo dijo...

Me gusta el fragmento seleccionado y celebro la ausencia de artificios que tanto parece disgustar a t.c. Me la compraré hoy mismo. Enhorabuena a Miralles.