Pedro Pujante
Diez años después de la publicación de Andanzas del impresor Zollinger de Pablo d`Ors (Madrid, 1963) Impedimenta la rescata con gran acierto. Es esta una deliciosa historia que nos sumerge con delicadeza y lirismo en el mundo absurdo pero jovial de August Zollinger, un joven cuyo destino es convertirse en impresor de su aldea natal de Romanshorn. Pero sus deseos de ser el impresor se verán interrumpidos por una cadena de incidentes que le conducirán a embarcarse en un peregrinaje por distintos lugares y oficios de lo más dispares. De frustrado impresor pasará a trabajar de ferroviario. En este segundo capítulo entablará una platónica relación con la telefonista de la ferrovía, con la que mantiene brevísimas conversaciones de una palabra al día. Una metáfora del amor idealizado y romántico que contado por d`Ors se muta en una fábula repleta de matices y sentimientos trazada con una prosa sencilla, discreta pero profunda en significados. Tras este capítulo de amor imposible, Zollinger se enrolará en el ejército austriaco para comprobar que lo único que hacen los soldados es caminar sin cesar. Y es que como se puede desprender de esta nouvelle, el protagonista es partícipe del absurdo de la vida. Todos sus oficios están revestidos de un halo surrealista. No obstante, Zollinger es capaz de ver más allá, oír más allá y encontrar significados ocultos tras lo cotidiano. También abandonará a sus camaradas del batallón de caballería para adentrarse en los misteriosos bosques de St. Heiden. Allí descubrirá que los árboles son capaces de hablarle y de emitir sonidos que remiten a los recuerdos y deseos más ocultos de nuestro amigo August Zollinger. Y esos mismos árboles le harán saber que debe salir del bosque en pos de su destino. De St. Heiden pasará a ser funcionario en Appen-Tobel. En su monótona tarea de sellar documentos para el Ayuntamiento también encontrará Zollinger secretas y reveladoras músicas. Abandonará el puesto para trabajar de zapatero, oficio con el que llegará a ser rico y popular. Oficio sencillo pero con el que será capaz de adquirir facultades psicoanalíticas que sobrepasan la lógica. Y tras este último empleo retornará a su hogar y así cerrará el círculo y alcanzará su ineludible destino de impresor. Hasta aquí el argumento. A esto hay que añadir alguna nota sobre esta obra que ciertamente comparte el tono del absurdo kafkiano y ese aire de novela germánica a lo Walser en el que los personajes parecen deslizarse entre una neblina que los aleja de la realidad. Y es que August Zollinger es un joven sensible, de carácter voluble, infantil y tan soñador como el propio Simon Tanner. Alguien que inventa el universo que le rodea y parece entroncar con la niñez y la bondad que reside en cada uno de nosotros; y de este modo, a través de las absurdas situaciones en las que se ve envuelto revelarnos el ilógico mundo en el que vivimos. Habla d`Ors del amor, de la amistad, de la soledad, del miedo, de los sueños y de la esperanza. Y todo nos es contado con sencillez, con ternura, con honda humanidad. Zollinger emprende un viaje solitario en el que se encontrará consigo mismo y con su destino.
En esta honesta odisea a través de lo aparentemente trivial las sensaciones sonoras cobran un papel primordial. Desde la voz de la desconocida Magdalena, pasando por las canciones confraternales del ejército y las misteriosas voces de los árboles hasta el repiqueteo revelador de los sellos. En definitiva, el valor de los pequeños detalles y símbolos que conforman el mundo en el que vivimos. Una excelente fábula sobre el ser humano que hará que escuchemos la vida de forma distinta y novedosa.
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