Thule, Barcelona, 2009. 40 pp. 14,33 €
Ignacio Sanz
La anatomía es, en principio, una materia árida. Pero si cae en manos de un pathafísico puede resultar desconcertante. Este libro destinado a los niños con afanes científicos tiene un planteamiento riguroso, es decir, se adentra en todas y cada una de las partes que conforman la anatomía humana: los órganos genitales, el sistema nervioso, el cerebro, el sistema endocrino, el cráneo, el esqueleto, el aparato respiratorio, el aparato fonador, el aparato circulatorio, el corazón, el aparato digestivo, el aparato urinario, el pelo, el sistema muscular y las manos. Cuenta, además con un prólogo del autor y con un capítulo final sobre “higiene y curiosidades” lleno de hallazgos pathafísicos. «Al cráneo le sienta mal la guillotina». Perlas como ésta recorren buena parte de las páginas, pero se concentras, sobre todo en el último capítulo.
Uno tiene el barrunto de que para escribir un libro así hay que leerse grandes tomos estudiantiles y luego eliminar mucha paja para que el conocimiento llegue quintaesenciado a los lectores menudos a los que se dirige la colección.
«El amor no nace en el corazón, el corazón es un músculo hueco que se llena y se vacía con sangre, se llena y se vacía con sangre, se llena y se vacía con sangre y que no tiene materia con la que fabricar amor.»
«Los seres humanos orinamos a menudo y sin pensarlo mucho: 10.500.000.000.000 litros de orina por día en el mundo, entre todos, aproximadamente. Un enorme lago, un mar pequeñito y dorado.»
Creo que los profesores van a encontrar en este libro un apoyo ineludible a la hora de explicar el cuerpo humano. Y, como digo, riguroso, porque no hay nada fundamental que haya quedado fuera de esta indagación atravesada también por el sentido lúdico.
Grassa Toro bebe en fuentes tan diversas como Ramón, Cortázar, Atxaga. Y se nota. Porque de este modo no solo aligera la densidad del conocimiento sino que ese conocimiento le llega al lector con una carga de deleite. Ilustrar deleitando.
«Al sistema fonador le sientan mal el frío, los lugares comunes y la censura.»
Si de algo se huye aquí es precisamente de los lugares comunes, pese a que, ya lo hemos dicho, el autor no se desvía un ápice del conocimiento científico.
Como es lógico el libro está profusamente ilustrado, profusa y rigurosamente ilustrado siguiendo el espíritu del contenido literario. Pero también lleno de guiños hacia los chavales que pone de manifiesto el corrosivo humor de José Luis Cano, un clásico de la pintura, de la ilustración y del humor; descendiente directo de Goya, los lectores menudos se van a encontrar con escenas que no por familiares, les van a resultar menos chocantes y divertidas.
Estamos, pues, ante un libro para leer y releer, en clase y en casa, para comentar entre padres e hijos, para iniciar el aprendizaje de esas zonas enigmáticas del cuerpo que a ciertas edades despierta la curiosidad de los niños. Pero estamos, sobre todo, ante un libro de magnífica factura que, sin dejar de ser instructivo, resulta a la par cordial y divertido
Ignacio Sanz
La anatomía es, en principio, una materia árida. Pero si cae en manos de un pathafísico puede resultar desconcertante. Este libro destinado a los niños con afanes científicos tiene un planteamiento riguroso, es decir, se adentra en todas y cada una de las partes que conforman la anatomía humana: los órganos genitales, el sistema nervioso, el cerebro, el sistema endocrino, el cráneo, el esqueleto, el aparato respiratorio, el aparato fonador, el aparato circulatorio, el corazón, el aparato digestivo, el aparato urinario, el pelo, el sistema muscular y las manos. Cuenta, además con un prólogo del autor y con un capítulo final sobre “higiene y curiosidades” lleno de hallazgos pathafísicos. «Al cráneo le sienta mal la guillotina». Perlas como ésta recorren buena parte de las páginas, pero se concentras, sobre todo en el último capítulo.
Uno tiene el barrunto de que para escribir un libro así hay que leerse grandes tomos estudiantiles y luego eliminar mucha paja para que el conocimiento llegue quintaesenciado a los lectores menudos a los que se dirige la colección.
«El amor no nace en el corazón, el corazón es un músculo hueco que se llena y se vacía con sangre, se llena y se vacía con sangre, se llena y se vacía con sangre y que no tiene materia con la que fabricar amor.»
«Los seres humanos orinamos a menudo y sin pensarlo mucho: 10.500.000.000.000 litros de orina por día en el mundo, entre todos, aproximadamente. Un enorme lago, un mar pequeñito y dorado.»
Creo que los profesores van a encontrar en este libro un apoyo ineludible a la hora de explicar el cuerpo humano. Y, como digo, riguroso, porque no hay nada fundamental que haya quedado fuera de esta indagación atravesada también por el sentido lúdico.
Grassa Toro bebe en fuentes tan diversas como Ramón, Cortázar, Atxaga. Y se nota. Porque de este modo no solo aligera la densidad del conocimiento sino que ese conocimiento le llega al lector con una carga de deleite. Ilustrar deleitando.
«Al sistema fonador le sientan mal el frío, los lugares comunes y la censura.»
Si de algo se huye aquí es precisamente de los lugares comunes, pese a que, ya lo hemos dicho, el autor no se desvía un ápice del conocimiento científico.
Como es lógico el libro está profusamente ilustrado, profusa y rigurosamente ilustrado siguiendo el espíritu del contenido literario. Pero también lleno de guiños hacia los chavales que pone de manifiesto el corrosivo humor de José Luis Cano, un clásico de la pintura, de la ilustración y del humor; descendiente directo de Goya, los lectores menudos se van a encontrar con escenas que no por familiares, les van a resultar menos chocantes y divertidas.
Estamos, pues, ante un libro para leer y releer, en clase y en casa, para comentar entre padres e hijos, para iniciar el aprendizaje de esas zonas enigmáticas del cuerpo que a ciertas edades despierta la curiosidad de los niños. Pero estamos, sobre todo, ante un libro de magnífica factura que, sin dejar de ser instructivo, resulta a la par cordial y divertido
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