Trad. Marian Ochoa de Eribe.
Impedimenta, Madrid, 2016. 208 pp. 17,95 €
José Miguel López-Astilleros
Desde hace unos años los lectores de Mircea Cărtărescu (Bucarest, 1956) estamos de enhorabuena, porque desde 1993, año de la primera publicación de una obra suya en Seix Barral, hasta 2006, fecha en que Funambulista rompió el silencio editorial con Por qué nos gustan las mujeres, no habíamos tenido la ocasión de leerlo en español. Aunque hasta 2010 no comenzaría de un modo casi ininterrumpido la traducción y edición de parte de su obra (Cegador, Funambulista y El ruletista, Impedimenta). Pero la excelente noticia es que esta última editorial nos ofrece desde entonces unas magníficas traducciones del rumano a cargo de la gran traductora Marian Ochoa de Eribe (El Levante, Las bellas extranjeras, Lulú, y Nostalgia, aparte de la ya mencionada e incluida en esta última), y no traducciones de las ediciones alemanas.
El ojo castaño de nuestro amor es un libro que tiene la particularidad de estar «…especialmente preparado para el lector español, he intentado customizar el libro para la mentalidad literaria española, tal y como yo la imagino», declara el autor en una entrevista de Daniel Arjona, y más adelante «…se trata de una recopilación de textos que sirven de sumario de toda mi obra. […] es donde el lector encontrará el itinerario al resto de mis libros». De modo que quienes ya conozcan su obra advertirán las continuas referencias a sus temas, personajes, procedimientos literarios, libros, y en definitiva al muy particular mundo cartaresquiano. En cambio los que se acerquen por primera vez a él, tendrán en sus manos una suerte de introducción y guía de lo que encontrarán mucho más desarrollado en los anteriores, sin que ello quiera decir que ninguna de estas piezas esté inserta en aquellos.
La obra está compuesta por veinte textos no muy extensos y heterogéneos. Si establecemos una clasificación grosso modo, nos encontraremos con relatos genuinamente autobiográficos. Este elemento autorreferencial es recurrente en toda su obra, porque siempre escribe sobre sí mismo. Esto no significa que todo lo que cuenta se corresponda con hechos verificables y comprobables por un supuesto biógrafo, dado que para él la realidad es una creación personal de cada ser humano según sus percepciones, pensamientos y vivencias, de ahí que argumente que los escritores fantásticos son más proclives a desenmascarar el mundo en el que viven que a crear otros nuevos. El resultado es que la realidad y la ficción en Cărtărescu tienen la misma consideración y están en el mismo plano, es decir ambas pertenecen a la misma realidad, y por supuesto los sueños y las alucinaciones, elementos también muy presentes en su narrativa. En Mi Bucarest busca el Buenos Aires de Cortázar, la Alejandría de Durrel, el San Petersburgo de Dostoievski, el Dublín de Joyce, su ciudad mítica, puesto que la real era una ciudad “cenicienta”. Con su mirada nos asomamos al Bucarest de su infancia y adolescencia, que era el de su madre, el centro del mundo; al soñado, que corresponde al literario, al de la poesía; pero también al real, al degradado por el comunismo; y al de la primera mujer; así como al de los descubrimientos de las librerías, editoriales o cenáculos literarios, tan importantes estos en su vida. En Para D., vingt ans après rinde homenaje a una chica con quien tuvo una relación en sus años universitarios que aparece en REM —uno de sus mejores relatos, incluido en Nostalgia—, a la cual plagió los sueños que le contaba, a ella debe por ejemplo el del palacio de mármol de Cegador con sus mariposas. Los sueños están muy presente en toda la obra de este autor, lo onírico recibe un tratamiento poético que hace de este rasgo algo que caracteriza su estilo y la manera de percibir literariamente aquello que nos transmite. La infancia y la adolescencia son los dos períodos de la vida más importantes para él. De la primera opina que es el tiempo de la felicidad suprema, donde germina el mundo que ha de determinar nuestra personalidad futura, y a la segunda se suma todo el itinerario emocional, placeres, miedos, interrogantes, y gran parte de las profundidades que exploraremos en la madurez. En Pontus Axeinos relata su descubrimiento del mar a los doce años y la muerte de Ovidio en el mismo lugar. Es prodigiosa la sensibilidad con que en la página 46 se refiere al privilegio que supone para él tal acontecimiento, por ser el primero de la familia en contemplarlo. Otro motivo constante es el de las referencias literarias, utilizadas como temas en sí mismas o como indicaciones cómplices de universos literarios a cuya paternidad debe el suyo (Proust, Cortázar, Kafka, Borges, García Márquez, Sábato, Dante, Woolf…). En Ada-Kaleh, Ada-Kaleh... rescata la fascinante historia de dicha isla desparecida en 1970 a través del recuerdo de un cuadro colgado en su casa, que representa el inconsciente mágico y colectivo de la ciudad. Cuando ingresa en la universidad toma conciencia de que el dictador Nicolae Ceausescu estaba dejando al país en ruinas, sobre ello escribe estas hermosas y desoladoras palabras «¡Qué extraño destino me tocó en suerte! He madurado entre ruinas, he estudiado entre ruinas, he amado entre ruinas. A veces pienso que ser rumano significa ser pastor de las ruinas, arquitecto de las ruinas, amante de las ruinas.» (pág. 24) Y un poco más adelante, en las páginas 27 y 28 «…De ahí mi oficio: constructor de ruinas. Mi vocación: arquitecto de ruinas. Mi vicio: voyeur de ruinas. No me preguntéis por lugares olvidados y abandonados en Europa. Incluso mi madre es un lugar así. Yo mismo soy un lugar así. Juntaos en torno a mí, abrid mi cráneo y contemplad mi cerebro: se deshará ante vuestros ojos como un molde de yeso. Y su polvo se mezclará inseparablemente con el polvo de las ruinas entre las que he vivido toda la vida, amante de una harén de ruinas.» El relato que da título al libro trata sobre el trauma que supuso para él perder a su hermano gemelo a los cinco años. Este motivo de los gemelos y del hermano desaparecido en concreto es algo recurrente a lo largo de toda su creación, como un dolor crónico que no deja de estar presente jamás condicionando su vida y su literatura. Aparte de esto, esta pieza también es un canto a la maternidad feliz, a pesar de las privaciones soportadas. En El cuarto corazón nos cuenta la historia de un libro que leyó a los ocho años y que nunca volvió a encontrar, porque «…todos tenemos un libro perdido en lo más profundo de la infancia.» (pág. 148) En otros relatos autobiográficos como Los años robados, Mi primer vaquero o La época del nes nos refiere distintos episodios de su vida en unas ocasiones de un modo objetivo y en otras con una ironía crítica con toques surrealistas.
El tono ensayístico predomina en Europa tiene la forma de mi cerebro, donde reflexiona sobre lo que significa ser europeo y su pertenencia a Europa, puesto que se siente partícipe y heredero de dicha tradición, además la literatura está por encima de los mapas. Del mismo modo en El gato muerto de la poesía de hoy, donde trata sobre el futuro y la supervivencia de la poesía, pero también hace un recorrido por la poesía rumana desde los años sesenta del siglo pasado. La literatura es un motivo de reflexión continuo en toda su obra. En …Escu nos ofrece una reflexión sobre la dificultad de ser un escritor rumano y sobre la educación en su país después de 1970. Y con un cierto tono melancólico sobre el fin de la literatura tal como la concebimos hasta hoy, en La ruina de una utopía concluye «Me temo que de ahora en adelante nadie va a vivir en los libros, tal y como han hecho mi generación y las precedentes…» (pág. 156). Sobre el oficio de escribir y el paso del tiempo reflexiona en Forever Young.
También encontramos relatos de ficción pura: Zaraza y La chica del borde de la vida. En la primera cuenta la historia romántica de una cantante gitana asesinada en los años cuarenta. Sobre esto hay que decir que Cărtărescu se considera a sí mismo un escritor neorromántico en muchos aspectos. El segundo es un cuento fantástico muy imaginativo, en el que se narra cómo el protagonista llegó al oficio de escritor.
Una de las características más sobresalientes de la manera de escribir de Cărtărescu consiste en el tratamiento poético que imprime a la materia narrativa, dotándola de una buena dosis de sensualidad y a menudo de sugerente melancolía. Por eso llega a decir que su prosa es una metamorfosis de su poesía —recordemos que está considerado como uno los mejores poetas rumanos del siglo XX, aunque a los treinta y tantos años abandonara su cultivo—. Otros aspectos a destacar son la enorme originalidad, tanto de este libro como cada uno de los anteriores, y la muy particular mirada con que interpreta el mundo a través de su desbordante imaginación. Todas estas breves consideraciones no serían posibles sin el gran trabajo de su traductora, Marian Ochoa de Eribe, una maga de la traducción, cuya sabiduría y sensibilidad nos crea la ilusión de leer a Cărtărescu en nuestro idioma como si fuese el suyo.
Hay muchos libros en los expositores de novedades que cualquier escritor con un poco de oficio y paciencia podría haber redactado, en cambio los de Cărtărescu sólo los podía haber escrito él. Estos son los que no podemos dejar de leer.
No hay comentarios:
Publicar un comentario