Trad. Catalina Martínez Muñoz
Alba minus, Barcelona, 2016. 168 pp. 10 €
Ana Gamero Escudero
Con motivo del centenario de la muerte de Henry James, han salido a la luz nuevas ediciones de sus obras, como es el caso de Los papeles de Aspern de Alba minus, que nos dan la oportunidad de revivir al aclamado escritor americano a quienes lo hemos leído y lo acercan a quienes todavía no han disfrutado de su lectura. Henry James (1843-1916) nació en Nueva York, aunque la mayoría de su vida la pasó en Europa e incluso llegó a convertirse en ciudadano británico en 1915, justo después del comienzo de la Primera Guerra Mundial y un año antes de su muerte. En su carrera literaria, James escribió narrativa romántica con personajes redondos y llenos de contrastes, brillantes ensayos políticos y sociales (sobre todo centrados en temas de clasismo y estatus), y exploró a fondo ideas como la libertad personal, el feminismo y la moralidad. En cuanto a su estilo, aunque en sus obras encontramos influencias de maestros del realismo y el naturalismo como Balzac, Dickens y Hawthorne, a James se le considera un escritor de transición entre el final del movimiento Victoriano y el principio del Modernismo, mayormente por el gran desarrollo que hace de sus personajes y sus ideas en innovadores monólogos interiores.
La novela corta que nos concierne, Los papeles de Aspern, no es una de las más conocidas del autor americano, aunque merece situarse entre sus mejores obras de ficción. Publicada en 1888, ya que fue escrita durante la estancia de James en Florencia, es una muestra de la enorme habilidad que el escritor poseía para crear dramas psicológicos, a través de la intriga y la seducción. Tiene como argumento la aventura de un editor que se propone recuperar unas cartas del fallecido (y ficticio) poeta Aspern. Llega a sus oídos que las inéditas cartas están en posesión de su antiguo amor y, sin dudarlo, se presenta en su mansión veneciana, aún sabiendo que su tarea no será nada fácil. Las descripciones sobre la decrépita mansión y la reclusión de sus inquilinas, Juliana Bordereau y su solterona sobrina, recuerdan al halo de melancolía y polvo que envuelve a la señorita Havisham y a su protegida Estella en Grandes Esperanzas de Dickens. James consigue mantener el interés de quien lee la novela de dos formas: primero, a través del argumento externo que ocupa la búsqueda de los papeles de Aspern (los concienzudos planes del editor, la amistad que poco a poco surge entre él y Tina, las trabas que Juliana les pone…), y segundo, mediante la lucha interna y el declive moral del protagonista, de las que el autor nos hace partícipes con un magnífico uso de la primera persona y el monólogo interior. A principios de verano, el editor bromea para sí sobre qué está dispuesto a hacer para conseguir los papeles, y a lo largo de la historia presenciamos el claro cambio de tono en sus pensamientos y la sucesiva corrupción de sus valores.
El interés de James por cuestiones como la identidad nacional y el contraste entre Europa y Norteamérica, que desarrolló en la mayoría de sus novelas, se materializa en esta obra en la figura de Jeffrey Aspern. Y es que sus personajes estadounidenses tienden a representar el progreso y la evolución, en contraposición a los personajes europeos. Sin embargo, James no alababa sin criterio a sus compatriotas, también los consideraba vacíos culturalmente y materialistas, lo que se refleja en el carácter de conocidos personajes como Daisy Miller o, en el caso de Los papeles de Aspern, de Juliana y del propio poeta. Por eso, aunque algunas de las teorías más extendidas defienden que tras el nombre de Aspern se oculta el poeta romántico Shelley, que vivió y murió en Italia, o incluso su contemporáneo Lord Byron, todo apunta a que, en realidad, James se refería al americano Edgar Allan Poe. De hecho, varios críticos apoyan esta hipótesis en la existencia de Sarah Whitman, una anciana que estuvo prometida con Poe y cuya historia es muy parecida a la de la señorita Bordereau. Además, también sustenta esta teoría el hecho de que James no se llevara demasiado bien con Poe y quisiera hacerle una crítica velada con esta obra, un poco al estilo Quevedo-Góngora.
Los papeles de Aspern es una novela corta, pero en la que Henry James no escatimó en demostrar sus mejores habilidades, aquellas que lo han situado entre los escritores y estudiosos más prestigiosos de su época. En general, esta es una historia sobre manipulación y codicia, un debate entre ambición y moralidad que nos hace preguntarnos: ¿hasta dónde se puede llegar?, ¿cuánto pueden cegarnos el egoísmo y el orgullo?, ¿qué precio estamos dispuestos a pagar por nuestro beneficio personal? James captura magistralmente ese diálogo interno que nos hace convencernos de una cosa, excusarnos para cambiar de opinión una y otra vez, e incluso llegar a proyectar nuestros sentimientos en la forma en la que vemos a las personas que nos rodean. Porque, al final, esta no es solo la historia de un editor buscando unos interesantes papeles, sino el intento de entenderse y conocerse a sí mismo.
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