lunes, julio 04, 2016

Cambio de rasante, Víctor Lorenzo Cinca


Editorial Enkuadres, Alcira, 2015. 112 pp. 12 €

Miguel Baquero

A finales de los 90, el Círculo Cultural Faroni, una asociación literaria formada por Luis García y Nacho Fernández inspirados por la famosa novela de Luis Landero, y que tuvo su principal vehículo en la revista, todavía existente, Literaturas.com, convocó su primer premio de hiperbreves, microcuentos o narraciones mínimas —el termino no estaba todavía bien definido—, relatos, en resumen, que tuvieran un máximo de quince líneas. De hecho, con ese título, Quince líneas, se acabaría publicando por la editorial Tusquets un libro donde se recopilaban los ganadores y finalistas de las distintas ediciones del concurso, pronto célebre entre los escritores que empezaban. Ignoro, en verdad, si antes de este certamen del Circulo Faroni hubo otros antecedentes centrados en el tipo de mininarraciones; sé que la convocatoria de este concurso coincidió con el surgimiento y auge de estas narraciones hiperbreves. Poco después, la editorial Páginas de Espuma publicó el volumen conjunto Por favor, sea breve, donde destacó la que está considerada, hoy por hoy, como una de las popes del género, Ana María Shua; años en que se difundió y se convirtió en mítico el famoso cuento de Augusto Monterroso, ese de: «Cuando se despertó, el dinosaurio…»; un cuento que, lo cierto es, tantas veces ha sido invocado, versionado, tergiversado, reescrito que ha llegado a causarme un hastío mayúsculo, y creo ser el único lector sobre la Tierra incapaz de llegar hasta el final sin cerrar antes el libro, aburrido. Pero esto es solo una opinión particular.
Contaba que empezaron a surgir libros recopilatorios, autores señalados, incluso se crearon programas-concurso de radio de bastante fama en torno a estas narraciones de sólo unas líneas, y hace unos pocos años surgió la Internacional Microcuentista, asociación-revista-grupo de escritores aficionados a y practicantes del microrrelato que acabó dando su fruto en Deantología: la logia del microrrelato, en la editorial Talentura, un volumen coordinado por Rosana Alonso y Manu Espada, otros dos nombres ya célebres del género, donde se daba cabida a casi setenta autores destacados.
Uno de estos autores, y cofundador de la dicha Internacional, era Víctor Lorenzo Cinca (Balaguer, 1980), quien ahora publica su primer libro en solitario de microrrelatos. Se trata de setenta y cinco, 75, cuentos mínimos, en ocasiones de solo un par de líneas, a veces de poco más de una página, donde se puede encontrar todo tipo de relatos. Algunos, pocos por fortuna, fronteros con esa tierra de nadie que para algunos es el chiste, la mayoría de una inteligencia, un estilo, una profundidad y, cómo no, una lirica que lo hace muy recomendable para el lector que guste de este género o quiera descubrirlo.
Lírica estremecedora como en el caso del cuento titulado “Constelaciones”, del que traigo un fragmento:

«…Cuando vi el lápiz de ojos tirado en el suelo, al pie de la cama, no pude resistirme. Lo recogí y fui uniendo con una línea, una a una, todas las pecas de su cuerpo. Trazos rectos y curvos enlazaban los minúsculos lunares […]. Poco a poco se fue formando un esbozo, impreciso, esquemático; luego pasó a ser algo más concreto…».

«…Aferra el arma antes de situarse de nuevo delante del espejo. Dos pistolas apuntándose a la sien. Un disparo. Un cuerpo que cae. Otro que huye».

Entre el cuento anterior, “Constelaciones”, y este, “Abandonado”, cuyo final he transcrito (pero ya entenderá el lector que resultaría el colmo de lo grotesco hablar de “spoilers” en un microrrelato) ha transcurrido tan sólo una página, lo que dará prueba al lector de esta reseña de la calidad del libro y su alto nivel continuado de exigencia por parte del autor.
Entre los cuentos del libro predominan, y es muy propio del género de la minificción, los relatos podría decirse “del mundo al revés”, así como los que se retrocede en el tiempo o esos otros en que el personaje, de pronto, o sus circunstancias, se resultan ajenos a sí mismos. Se explotan de extraordinario manera estos extrañamientos y el lenguaje, igualmente, es objeto de numerosos juegos de palabras, como si el autor estuviera jugando con la realidad al completo, sin encerrarse en ninguna convención literaria.
De destacar algún relato en particular, señalaría uno sublime como “Nadie”; y de nuevo volviendo a lo personal, me ha resultado esclarecedor (y desolador también) un cuento como “Teatro”, porque yo hace muchos años escribí un relato, en el volumen Figuras de alambre, con igual escenario, casi idéntico protagonista, el mismo desenlace… Todo igual, tan igual que resulta asombroso. La única diferencia es que lo que yo hice en treinta páginas, Lorenzo lo ha hecho en treinta líneas, lo que (mucho me temo) parece señalar a una regla: a menor volumen, mayor talento.

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