viernes, marzo 11, 2016

Nueva York: Historias de dos ciudades, VV.AA.


Trad. Magdalena Palmer. Nórdica, Madrid, 2015. 406 pp. 23 €

Ángeles Prieto Barba

El gran autor de libros de viajes Paul Theroux asegura en su entrega más reciente sobre África, El último tren a la zona verde, que no es posible entender una ciudad visitando solo su centro y que para conocerla bien, hay que acudir a su periferia. Por eso, mientras viajaba hace unos días a Nueva York, teniendo justo al lado a otra persona que leía precisamente este libro de relatos que os presento, pensaba en ello. Ya que iba como turista por primera vez, pero con el propósito de visitar no solo los enclaves más famosos de Manhattan (Times Square, la estatua de la Libertad, el Rockefeller Center, el MET, Central Park, el Empire State), los que todos hemos conocido in situ o por películas, sino también para contemplar la zona concreta donde viven mis amigos en Brooklyn. A toro pasado, creo que fue una decisión sabia. Se trataba de un primer contacto, y esa mezcla de constante bullicio comercial, de prisas, semáforos, metro y nervios, con las grandes zonas de relax y esparcimiento que la parte más amable de Brooklyn proporciona, me resultó muy grata. Porque en Nueva York se vive y se debe vivir con salud, tranquilidad y comodidad,  al margen de ese fastuoso escaparate que para el resto del Mundo hoy es Manhattan.  No pisé, sin embargo, el sur de Bronx, zona residencial donde los ingresos suelen ser muy bajos, la delincuencia permanente y la infravivienda, mal común. Para cubrir esa laguna, está este libro.  
De esta cuestión tan concreta, Nueva York y sus enormes desigualdades sociales, trata esta antología temática curiosa, original y muy dispar en sus entregas. Ya que en ella podemos encontrar autores prestigiosos, traducidos y conocidos por el lector español (Zadie Smith o Junot Díaz), frente a aportaciones de periodistas sin libro publicado o la redacción de una chica de quince años. Del mismo modo, tampoco podemos calificarla como libro de relatos, ya que recoge textos autobiográficos, ensayos, poemas y hasta un curioso noticiero twitter de sucesos neoyorquinos ocurridos en la lejana fecha de 1912, que por cierto produce seguros escalofríos. Y lo que más nos puede llamar la atención, como bien señala Antonio Muñoz Molina en el prólogo, es que las mejores aportaciones no provienen precisamente de las firmas más renombradas.
Una cuestión candente se convierte en la principal protagonista del libro, el tema más repetido: el precio de la vivienda neoyorquina, cuyos alquileres han subido espectacularmente en los últimos diez años, originando con ello una enorme bolsa de pobreza que se demuestra en esas 58.000 personas que duermen en centros de acogida, siendo la mitad de ellos, niños. Esto ha dado lugar a un fenómeno conocido como gentrificación (de gentrification, en inglés), por el cual barrios desfavorecidos han ido renovándose, desplazando con ello a sus habitantes originarios, que no tienen donde alojarse ahora, puesto que los salarios de los trabajadores no han crecido en la misma proporción. Solo los ingresos de los financieros y especuladores en bolsa se han elevado, haciendo desaparecer rápidamente lo que conocemos como clase media. De hecho, el título del libro no proviene de ningún escritor, la comparación con la novela de Charles Dickens la estableció el actual alcalde Bill de Blasio, el primer demócrata en ocupar el sillón del consistorio tras veinte años de mandatos republicanos, prometiendo la construcción de viviendas más asequibles. Y que aún se están esperando.  
Por esta razón precisa estamos ante un libro muy atractivo no solo para todos aquellos aficionados a la literatura, sino también para quien pretenda enterarse o concienciarse de los problemas sociales más acuciantes y, por supuesto, para quiénes pretendan tomarle el pulso verdadero a esta espléndida ciudad de rascacielos inmensos y ratas en el metro, de escaparates lujosos y camas de cartón, de espectáculos fascinantes en Broadway y comida basura. Porque nos guste o no Nueva York, para el resto del Mundo, sigue siendo su mejor espejo.

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