viernes, octubre 30, 2015

La espada y la palabra. Vida de Valle-Inclán, Manuel Alberca


XXVII Premio Comillas de Historia. Tusquets, Barcelona, 2015. 765 pp. 27 €

Ángeles Prieto Barba

Desde luego, acometer la vida y andanzas del prosista español más notable del siglo XX, supone una tarea exhaustiva. Ardua labor que hace honor a un personaje tan complejo, pues nos cuenta el autor que le ha costado diez años de investigación poder completarla. Una vez terminado el libro, justificamos plenamente este trabajo no se si con vocación de biografía definitiva, pero sí de mejorar las ya existentes. Ahora bien, conviene aparcar la plúmbea idea inicial de encontrarnos ante un sesudo y minucioso estudio universitario que relacione vida y obra en todo momento, ya que Alberca se centra en la vida de Valle, la ordena para nosotros dejando a un lado el análisis académico de la obra, resultando así entretenida y apasionante. Asimismo es encomiable la actitud firme del biógrafo de no dejarse engañar por leyendas, conveniencias políticas, dimes y diretes, y comprobar todos y cada uno de los lances en los que cuentan que Valle participó, o se vio envuelto, para poder acercarnos así,sin prejuicios previos, a la persona que un día de 1866 bautizaron con el nombre de Ramón José Simón, y no Ramón María, siendo este el primer dato que nos desconcertará y sorprenderá del conocido autor. Al igual que buena parte de lo que ocurre en el libro, no lo duden.
Del mismo modo que Quevedo, y solo con él podemos compararlo, Valle de sí mismo construye un personaje público, histriónico, característico y popular, tras el que se esconde no pocas veces inventando y falseando datos sobre su propia vida. Es listo y tremendamente escurridizo, no es fácil atraparlo. Por lo que no ha debido resultar sencillo desenmascarar a este aristócrata carlista furibundo y exagerado, atento a sus intereses como también padre atento, cariñoso y ejemplar. Un caballero desfasado de otros tiempos con el que tendremos seguras diferencias, pero también cercanías. Desde su nacimiento en Villanueva de Arosa en 1866 hasta su muerte, acaecida en Compostela el 5 de enero del fatídico 1936, son varios los escenarios culturales en los que transcurre su vida: Galicia, Madrid, México y Roma serán los cuatro puntos cardinales básicos para poder entenderlo. Nada más gallego que Divinas palabras, el Madrid y la política de la Restauración está en Luces de bohemia, del mismo modo que México en Tirano Banderas, mientras que en Roma conocerá el último de sus fracasos, el de gestor político, cargo que no obstante acometió en un principio con entusiasmo y rectitud.
Dos son los grandes caballos de Troya que para nosotros desmonta Alberca. Uno es el mito de la penuria económica constante, presente en toda la vida de Valle. Nada más lejos de la realidad pues conoció viviendas lujosas y en todo momento recibió cuantiosas sumas por la venta de sus obras, en especial por esas Sonatas que nunca dejaron de rendirle beneficios. Sí es cierto que pasó estrecheces durante unos años en el cambio siglo, deambulando por diferentes viviendas en alquiler. Tampoco dejó de quejarse. El otro gran bulo se monta en torno a sus posibles inclinaciones políticas de izquierda dado su talante crítico y algunas amistades como la de Azaña, pero nada tiene que ver: Nunca dejó de venerar al pretendiente carlista, del que conservó su retrato y al que debemos situar sin dudarlo como representante y defensor del antiguo absolutismo.
En cualquier caso, si dejamos a un lado su maravillosa escritura autodidacta que siempre le proporcionó ingresos, la vida de Valle no fue un camino de rosas. Bien por decisiones propias, bien por desventuras ajenas a su control, va de fracaso en fracaso hasta la derrota final. La pérdida del brazo que sobrellevó con entereza loable, el nulo éxito comercial de su avanzado teatro, el distanciamiento con su primogénita, el desgraciado final de su matrimonio con esposa enajenada y acosadora, y la quijotesca, pero frustrada gestión de la Academia de Bellas Artes en Roma, se asemejan a una empinada escalera descendente donde el autor tuvo que padecer.
Lo que sí vamos a vislumbrar con este libro es a un Valle muy alejado de esperpentos, mitificaciones y exageraciones grotescas. Todo lo contrario, el biógrafo ha tenido el acierto de devolvérnoslo natural y asumible, tal cual. Ignoro todavía si en la posterior biografía del nieto del escritor, Joaquín del Valle-Inclán Alsina, que acaba de publicar Espasa hace unos días, obtendremos un retrato similar o distinto. Pero que Manuel Alberca ha conseguido acercárnoslo más que nunca, con cuidado, exactitud, sentido común e inteligencia, sin dudarlo.

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