viernes, abril 27, 2012

Hierro ilustrado, José Hierro

Nórdica. Madrid, 2012. 174 pp. 29,50 €

Care Santos

No me canso de leer a José Hierro. Confieso que cada vez que cae en mis manos una antología de sus poemas, voy directa al índice y busco mi favorito: Mis hijos me traen flores de plástico. Si no forma parte de la obra, me enfurruño. Si, como suele ocurrir, ahí está, sonrío con benevolencia y considero que la selección ha acertado. En este caso, por supuesto, sonreí. Lo leí en voz alta -conviene hacerlo con los poetas, pero con Hierro más aún- y me emocioné, como siempre, al leer lo de siempre, pero que el paso del tiempo va llenando inquietantemente de sentido (al fin y al cabo, ése es el clásico, según la definición de Italo Calvino: el que no termina de decirnos lo que tiene que decirnos). Dice así Hierro: Pocas cosas / os enseñé: / a adorar el mar; / a sentir la alegría de ver vivir un animal minúsculo; / a interpretar las palabras del viento; / a conocer los árboles no por sus frutos; / por sus hojas y por su rumor; / a respetar a los que dejan / su soledad en unos versos, unos colores, unas notas / o tantas otras formas de locura admirable; / a los que se equivocan con el alma. / Os enseñé también a odiar / a la crueldad, a la avaricia, / a lo que es falso y feo, a las flores de plástico.
Es maravilloso que a estas alturas estemos aquí para descubrir a José Hierro. Y envidio con el alma a quienes no le hayan leído nunca y vayan a hacerlo por primera vez en esta hermosa edición con la que la fundación que lleva el nombre del autor y la excelente editorial Nórdica han querido conmemorar los diez años de su muerte y, a un tiempo, los 90 de su nacimiento. Los más críticos puede que echen de menos algún poema. A mí me da la impresión de que está lo esencial, lo que el autor hubiera deseado que estuviera: un recorrido por sus poemarios desde 1947 (Tierra sin nosotros) hasta el último que publicó en vida, en 1998 (Cuaderno de Nueva York) y más aún: algunos poemas posteriores, como el minimalista Di fe, con estructura de soneto, que sirve de colofón a la obra. La selección de los poemas, por cierto, ha corrido a cargo de Tacha Romero y Julieta Valero, dos de las nietas del autor que tan a menudo encontramos inspirando sus versos (Todo lo vuelves claridad, espacio, / lugar dispuesto para el espectáculo / escrito, dirigido, interpretado por las nubes, escribe en Dos madrigales para nietas).  
Pero, más allá de los versos emocionantes, tiene esta edición un mérito que la hace única: la de aunar por vez primera un gran número de las pinturas de su autor con sus versos. Así, se presentan con toda suntuosidad, sin escatimar al lector ningún goce, casi sesenta acuarelas y dibujos que Hierro fue elaborando a lo largo de su vida, incluyendo varios de sus autorretratos, incluido el que sirve de sobrecubierta. Se echa de menos, eso sí, un listado con los títulos de la obra plástica, y más en un autor cuyos títulos son ya, por sí mismos, obras literarias.
Pocas veces se adivina tanto el cariño con que un libro se ha elaborado. Pocas veces se tiene la oportunidad de leer libros tan hermosos. Creo que Pepe Hierro hubiera sido muy feliz con este modo de celebrar su cumpleaños.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Inolvidable José Hierro. Y siempre con nosotros en sus versos. Tan bellos,tan esenciales, tan verdaderos. Los que ya lo descubrimos, no importa, lo releemos y es cierto, seguimos emocionándonos.
La edición de Nórdica es imprescindible para los que amamos la poesía de Hierro. Y un maravilloso regalo para los que aún no la conocen.
Palabra ilustrada de un ser irrepetible.
CDR