Baile del Sol, Tenerife, 2010. 303 pp. 16 €
Rubén Castillo Gallego
En España, desde hace años, vivimos un auge muy notable alrededor de la novela negra, que quizá se inició con las aventuras del Carvalho montalbaniano y que, actualmente, genera una avalancha de publicaciones, traducciones y público lector de muy notables dimensiones. Joaquín Lloréns (Bilbao, 1962) aporta a este ciclo la figura literaria de Beatriz, una investigadora de singular trayectoria y de hábitos sexuales más bien llamativos: lo mismo guarda un consolador en la caja fuerte del hotel (p.117) que procede a masturbarse ante la webcam (p.52); lo mismo adquiere un atrevido corpiño en una tienda especializada de Amsterdam (p.192) que practica el sexo con dos hombres, para grabar la escena en vídeo y luego mandársela a su padre adoptivo (p.282). Esa libido fervorosa empapa buena parte de los capítulos de la novela, deparándonos algunas descripciones de altísimo voltaje, que Joaquín Lloréns mima en todos sus detalles. Pero no se agotan ahí los atractivos de esta narración (sería muy burdo que así fuera). El autor documenta con exhaustividad los pormenores económicos de la trama, los aspectos policiales del relato (se nota que conoce a la perfección los métodos de trabajo de los agentes del orden en España) y hasta el vagabundeo de su protagonista por diferentes ciudades de más de un país. Nada se escapa a su vigilancia novelesca. Ni siquiera (y esto es muy llamativo) los aspectos indumentarios de los personajes. Son legión las blusas, perfumes, faldas, maquillajes o zapatillas que son mencionados por sus marcas en la obra, tanto en hombres como en mujeres, lo que supone una aportación bastante innovadora en el género. Pero lo que quizá más llama la atención de esta novela es la utilización de varios narradores que, enfocando segmentos de la historia desde perspectivas diferentes, van ensamblándose como teselas de un mosaico para, al final, construir la visión absoluta que recibirá el lector. Esta obra, que constituye la segunda entrega de la colección «Beatriz, investigadora licenciosa» (el primer tomo se titulaba Citas criminales y también lo publicó Baile del Sol), es una fantástica oportunidad para que los admiradores del género negro se acerquen a una manera distinta de contar historias policiales, donde el glamour, el sexo y la inteligencia unen sus armas para seducir al lector.
Rubén Castillo Gallego
En España, desde hace años, vivimos un auge muy notable alrededor de la novela negra, que quizá se inició con las aventuras del Carvalho montalbaniano y que, actualmente, genera una avalancha de publicaciones, traducciones y público lector de muy notables dimensiones. Joaquín Lloréns (Bilbao, 1962) aporta a este ciclo la figura literaria de Beatriz, una investigadora de singular trayectoria y de hábitos sexuales más bien llamativos: lo mismo guarda un consolador en la caja fuerte del hotel (p.117) que procede a masturbarse ante la webcam (p.52); lo mismo adquiere un atrevido corpiño en una tienda especializada de Amsterdam (p.192) que practica el sexo con dos hombres, para grabar la escena en vídeo y luego mandársela a su padre adoptivo (p.282). Esa libido fervorosa empapa buena parte de los capítulos de la novela, deparándonos algunas descripciones de altísimo voltaje, que Joaquín Lloréns mima en todos sus detalles. Pero no se agotan ahí los atractivos de esta narración (sería muy burdo que así fuera). El autor documenta con exhaustividad los pormenores económicos de la trama, los aspectos policiales del relato (se nota que conoce a la perfección los métodos de trabajo de los agentes del orden en España) y hasta el vagabundeo de su protagonista por diferentes ciudades de más de un país. Nada se escapa a su vigilancia novelesca. Ni siquiera (y esto es muy llamativo) los aspectos indumentarios de los personajes. Son legión las blusas, perfumes, faldas, maquillajes o zapatillas que son mencionados por sus marcas en la obra, tanto en hombres como en mujeres, lo que supone una aportación bastante innovadora en el género. Pero lo que quizá más llama la atención de esta novela es la utilización de varios narradores que, enfocando segmentos de la historia desde perspectivas diferentes, van ensamblándose como teselas de un mosaico para, al final, construir la visión absoluta que recibirá el lector. Esta obra, que constituye la segunda entrega de la colección «Beatriz, investigadora licenciosa» (el primer tomo se titulaba Citas criminales y también lo publicó Baile del Sol), es una fantástica oportunidad para que los admiradores del género negro se acerquen a una manera distinta de contar historias policiales, donde el glamour, el sexo y la inteligencia unen sus armas para seducir al lector.
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