Trad. Berta Vias Mahou. Acantilado, Barcelona, 2009. 64 pp. 9 €
María Ruisánchez Ortega
Mendel el de los libros es un relato que ha permanecido inédito en castellano hasta este momento. Acantilado nos trae de nuevo a Stefan Zweig con una novela escrita en 1929, que versa sobre la exclusión, y retrata la Viena nazi, a través de un personaje, Jakob Mendel, extraño ser, librero de profesión, que vive ensimismado en una realidad diferente y opuesta a la de sus contemporáneos.
Cualquier librero querría tener esa memoria prodigiosa de la que hace gala Mendel para almacenar tantos datos, precios y detalles acerca de los libros que atesora. Cada tomo le cae en las manos como un regalo que escrupulosamente disecciona. Único en apreciar lo que hay detrás y entre las cosas. Capaz de encontrar cualquier ejemplar. El personaje de Mendel, no se narra a sí mismo, no piensa en párrafos, a penas habla, son los que le rodean los que lo describen. Pero a pesar de que tenemos un punto de vista externo, nos damos cuenta de cómo esto le confiere al personaje más profundidad, que si estuviésemos alojados en su cabeza, viendo por sus ojos a través de sus lentes gruesas, ya que sólo descifraríamos unas letras que se arremolinarían en valiosas hojas. Sería cómo estar dentro de una computadora, una base de datos llena de libros, precios, editoriales y tamaños. Por eso, paradójicamente, la visión externa del personaje, nos retrata a Mendel mejor, de lo que él mismo podría retratarse.
Tan importante como el personaje, es también en esta novela el lugar, un café Gluck en el que se ve la transición de una época, donde los viejos valores humanos van perdiendo potestad a favor del progreso, y un mundo más práctico, más productivo, con más beneficios, que deja de lado a las personas. En este sentido encontramos la metáfora en la propia remodelación del café, su cambio de dueño, y con ello, el cambio brutal de época histórica. No olvidemos, que ese lugar conforma todo el mundo de Mendel.
Stefan Zweig utiliza un lenguaje sencillo, conciso, elegante, salpicado de frases para la eternidad, demoledoras: «Mendel ya no era Mendel, como el mundo ya no era el mundo». Este lenguaje sin artificios es perfecto para la fábula, para la alegoría. Al leer este relato he sentido la necesidad de extrapolarlo, arrebatarle las épocas y los tiempos, para confirmarme que también hoy, en el mundo que nos rodea existe una exclusión total hacia el diferente, hacia el que hace su vida en otro mundo, hacia el inteligente. A menudo pensamos que se premia una conducta intelectual, pero los medios de comunicación, la gente de a píe da constantemente bofetadas al saber, lo excluye de sus vidas, porque pensar, quizás, es demasiado doloroso. Y esto es lo que he visto en Mendel, como un hecho absurdo, como la ignorancia extrema, lleva a un hombre a la muerte.
No en vano, la novela concluye con estas líneas: «Precisamente yo, que debía saber que los libros sólo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda la existencia: la fugacidad y el olvido».
María Ruisánchez Ortega
Mendel el de los libros es un relato que ha permanecido inédito en castellano hasta este momento. Acantilado nos trae de nuevo a Stefan Zweig con una novela escrita en 1929, que versa sobre la exclusión, y retrata la Viena nazi, a través de un personaje, Jakob Mendel, extraño ser, librero de profesión, que vive ensimismado en una realidad diferente y opuesta a la de sus contemporáneos.
Cualquier librero querría tener esa memoria prodigiosa de la que hace gala Mendel para almacenar tantos datos, precios y detalles acerca de los libros que atesora. Cada tomo le cae en las manos como un regalo que escrupulosamente disecciona. Único en apreciar lo que hay detrás y entre las cosas. Capaz de encontrar cualquier ejemplar. El personaje de Mendel, no se narra a sí mismo, no piensa en párrafos, a penas habla, son los que le rodean los que lo describen. Pero a pesar de que tenemos un punto de vista externo, nos damos cuenta de cómo esto le confiere al personaje más profundidad, que si estuviésemos alojados en su cabeza, viendo por sus ojos a través de sus lentes gruesas, ya que sólo descifraríamos unas letras que se arremolinarían en valiosas hojas. Sería cómo estar dentro de una computadora, una base de datos llena de libros, precios, editoriales y tamaños. Por eso, paradójicamente, la visión externa del personaje, nos retrata a Mendel mejor, de lo que él mismo podría retratarse.
Tan importante como el personaje, es también en esta novela el lugar, un café Gluck en el que se ve la transición de una época, donde los viejos valores humanos van perdiendo potestad a favor del progreso, y un mundo más práctico, más productivo, con más beneficios, que deja de lado a las personas. En este sentido encontramos la metáfora en la propia remodelación del café, su cambio de dueño, y con ello, el cambio brutal de época histórica. No olvidemos, que ese lugar conforma todo el mundo de Mendel.
Stefan Zweig utiliza un lenguaje sencillo, conciso, elegante, salpicado de frases para la eternidad, demoledoras: «Mendel ya no era Mendel, como el mundo ya no era el mundo». Este lenguaje sin artificios es perfecto para la fábula, para la alegoría. Al leer este relato he sentido la necesidad de extrapolarlo, arrebatarle las épocas y los tiempos, para confirmarme que también hoy, en el mundo que nos rodea existe una exclusión total hacia el diferente, hacia el que hace su vida en otro mundo, hacia el inteligente. A menudo pensamos que se premia una conducta intelectual, pero los medios de comunicación, la gente de a píe da constantemente bofetadas al saber, lo excluye de sus vidas, porque pensar, quizás, es demasiado doloroso. Y esto es lo que he visto en Mendel, como un hecho absurdo, como la ignorancia extrema, lleva a un hombre a la muerte.
No en vano, la novela concluye con estas líneas: «Precisamente yo, que debía saber que los libros sólo se escriben para, por encima del propio aliento, unir a los seres humanos, y así defendernos frente al inexorable reverso de toda la existencia: la fugacidad y el olvido».
3 comentarios:
Buena crítica. Sólo habría que hacerle una puntualización: con el título de "Buchmendel" ya había traducción en "Calidoscopio" [sic], colección de cuentos de S. Zweig en Juventud.
Un saludo cordial.
Permíteme una corrección: la novela se ubica en la época de la Primera Guerra Mundial.
Es una novela terriblemente bella, dolorosamente bella.
Permíteme una corrección: la novela se ubica en la época de la Primera Guerra Mundial.
Es una novela terriblemente bella, dolorosamente bella.
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