Care Santos
Lo confieso: comencé a leer esta novela, sin saber nada de su autora, después de conocer que había sido polémica, denostada y hasta prohibida por profesores y padres de varios países por considerarla nociva para sus hijos adolescentes. Comencé por la nota final -sí, ya sé que hice mal-, en la que la autora se justifica explicando las razones que la llevaron a escribir para jóvenes después de negarse varias veces y se esfuerza en dar muchas explicaciones que nadie le había solicitado acerca de qué pretendía hacer en sus páginas y cuánto sigue sorprendiéndole que haya tanta gente que no las haya entendido. Después de leer la nota, se me habían quitado las ganas de leer la novela. A pesar de todo, la comencé. Durante el primer tercio del libro, me pareció una historia bastante anodina, típicamente adolescente, situada en un entorno escolar, con protagonistas ingenuamente reales, poco verídicos por excesivamente infantilizados. En fin, más o menos la típica novela para adolescentes que escribe alguien que nunca ha conocido de cerca a un adolescente.
Pero al llegar al capítulo noveno, me enganché. Comencé a pensar que Jane Teller, o tiene muchos redaños, o no tenía ni idea de dónde se estaba metiendo. El mundo de la prescripción literaria para jóvenes -indefectible e inevitablemente controlado por los adultos- está plagado de censores que se amparan en una supuesta moralidad o en la odiosa educación en valores para separar a los jóvenes de los libros que de verdad les interesaría leer. Y éste, sin duda, es uno de ellos. Si en la liberal Dinamarca esta novela breve levantó ampollas, negándose incluso su editor -el que la había encargado- a publicarla, en España sería del todo impensable que hubiera sido publicada en una colección para jóvenes. Lo cual es, por cierto, lamentable, porque en cierto modo se trata de una novela para jóvenes al uso sin dejar de ser al mismo tiempo una historia transgresora, violenta, impertinente y provocadora, que dejará desorientados a la mayoría de lectores adultos. Debo reconocer, tras terminarla, que tenían razón los que la tildaban de escandalosa. Lo es.
Nada nos narra la historia de un adolescente nihilista que ejerce de estilita: de pronto, desengañado de todo, se sube a un ciruelo y se da a la actividad de lanzar frutas maduras desde lo alto, acompañadas de largas peroratas de verdad desoladora: "No merece la pena hacer nada puesto que nada tiene sentido", es su nuevo lema. Sus compañeros de instituto deciden demostrarle lo mucho que le quieren levantanzo una "pila de significado" e inventan un juego de peticiones que dará lugar a una montaña de objetos especialmente valiosos para ellos con la que demostrarle a su amigo que la vida y el mundo y ellos mismos merecen la pena. La pila comienza siendo una acumulación de cosas materiales con valor sentimental para unos y otros: un telescopio, una bicicleta, unas sandalias sin estrenar... pero a medida que va aumentando lo hace también su valor metafísico. El lector da un respingo cuando uno de ellos pide que en la pila sea colocado el ataúd -lleno- del hermanito muerto de uno de los protagonistas. Y con incredulidad, asistimos a la escena en que los chavales desentierran el pequeño sarcófago blanco. Y es sólo el principio: las peticiones se suceden, cada vez más atroces y provocadoras, y una tras otra incluyen todo lo que el ser humano considera que da valor a su vida: el afecto, la religión, el sexo, la identidad nacional, la familia...
Una no puede dejar de preguntarse, mientras lee a Teller, qué efecto causarán sobre los jóvenes lectores estas páginas. Muy pocos lograrán comprender en toda su complejidad la metáfora filosófica que esta historia cruel traza. Sin embargo, apreciarán su ritmo, su acción, su crueldad, y me atrevería a decir que disfrutarán con el desenlace. Aquellos que trabajan con adolescentes y libros saben que a una edad temprana es posible disfrutar mucho con la lectura sin necesidad de comprender TODO lo que el autor se propuso. Esta novela generará un debate inmediato y suculento entre sus lectores adolescentes. Habrá discusiones acerca del sentido de la vida, del significado que tienen para nosotros las cosas materiales y las otras, las que de verdad importan. Habrá partidarios y detractores, preguntas desconcertadas y tomas de posición. Mientras lo pienso, me encantaría tener la oportunidad de asistir a uno de esos debates. Los lectores más jóvenes son siempre sorprendentes. Y un libro capaz de provocar en ese sentido, sin duda es un gran libro.
Pero al llegar al capítulo noveno, me enganché. Comencé a pensar que Jane Teller, o tiene muchos redaños, o no tenía ni idea de dónde se estaba metiendo. El mundo de la prescripción literaria para jóvenes -indefectible e inevitablemente controlado por los adultos- está plagado de censores que se amparan en una supuesta moralidad o en la odiosa educación en valores para separar a los jóvenes de los libros que de verdad les interesaría leer. Y éste, sin duda, es uno de ellos. Si en la liberal Dinamarca esta novela breve levantó ampollas, negándose incluso su editor -el que la había encargado- a publicarla, en España sería del todo impensable que hubiera sido publicada en una colección para jóvenes. Lo cual es, por cierto, lamentable, porque en cierto modo se trata de una novela para jóvenes al uso sin dejar de ser al mismo tiempo una historia transgresora, violenta, impertinente y provocadora, que dejará desorientados a la mayoría de lectores adultos. Debo reconocer, tras terminarla, que tenían razón los que la tildaban de escandalosa. Lo es.
Nada nos narra la historia de un adolescente nihilista que ejerce de estilita: de pronto, desengañado de todo, se sube a un ciruelo y se da a la actividad de lanzar frutas maduras desde lo alto, acompañadas de largas peroratas de verdad desoladora: "No merece la pena hacer nada puesto que nada tiene sentido", es su nuevo lema. Sus compañeros de instituto deciden demostrarle lo mucho que le quieren levantanzo una "pila de significado" e inventan un juego de peticiones que dará lugar a una montaña de objetos especialmente valiosos para ellos con la que demostrarle a su amigo que la vida y el mundo y ellos mismos merecen la pena. La pila comienza siendo una acumulación de cosas materiales con valor sentimental para unos y otros: un telescopio, una bicicleta, unas sandalias sin estrenar... pero a medida que va aumentando lo hace también su valor metafísico. El lector da un respingo cuando uno de ellos pide que en la pila sea colocado el ataúd -lleno- del hermanito muerto de uno de los protagonistas. Y con incredulidad, asistimos a la escena en que los chavales desentierran el pequeño sarcófago blanco. Y es sólo el principio: las peticiones se suceden, cada vez más atroces y provocadoras, y una tras otra incluyen todo lo que el ser humano considera que da valor a su vida: el afecto, la religión, el sexo, la identidad nacional, la familia...
Una no puede dejar de preguntarse, mientras lee a Teller, qué efecto causarán sobre los jóvenes lectores estas páginas. Muy pocos lograrán comprender en toda su complejidad la metáfora filosófica que esta historia cruel traza. Sin embargo, apreciarán su ritmo, su acción, su crueldad, y me atrevería a decir que disfrutarán con el desenlace. Aquellos que trabajan con adolescentes y libros saben que a una edad temprana es posible disfrutar mucho con la lectura sin necesidad de comprender TODO lo que el autor se propuso. Esta novela generará un debate inmediato y suculento entre sus lectores adolescentes. Habrá discusiones acerca del sentido de la vida, del significado que tienen para nosotros las cosas materiales y las otras, las que de verdad importan. Habrá partidarios y detractores, preguntas desconcertadas y tomas de posición. Mientras lo pienso, me encantaría tener la oportunidad de asistir a uno de esos debates. Los lectores más jóvenes son siempre sorprendentes. Y un libro capaz de provocar en ese sentido, sin duda es un gran libro.
3 comentarios:
Estoy totalmente de acuerdo con lo que dices al final. En mi adolescencia, y aún hoy, leo muchos libros que siento que no comprendo en su totalidad, que disfruto con ellos pero siento que sería aún mejor si consiguiese entender ese algo.
Lo bueno es que los libros siempre te esperan, y puedes volver a ellos cuando te sientas preparado.
Sin ninguna duda me haré con un ejemplar, me encantaría tastar esa metáfora filosófica ;)
Absolutamente maravillosa e impactante. Me recordó un montón a "El señor de las moscas".
Un saludo
Sandra
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