Trad. Enrique de Hériz. Roca Editorial, Barcelona, 2007. 381 pp. 21 €
María Pilar Queralt del Hierro
Noah Gordon es, sin duda, uno de los nombres más acreditados en el ámbito de la novela histórica. Su célebre trilogía El médico, Chamán y La doctora Cole, escrita entre 1986 y 1996, le hicieron merecedor del reconocimiento internacional y le consagraron como un excelente autor de best sellers. Un reconocimiento que el pasado 2005 se concretó en la obtención del Premio Honorífico a toda una carrera que concede el Ayuntamiento de Zaragoza, coincidiendo con la entrega del Premio Ciudad de Zaragoza a la mejor novela histórica publicada durante el año.
En aquellos días tuve ocasión de conversar con él y me adelantó que quería escribir una novela de tema español. Razones familiares —su hijo vive en Barcelona— le vinculan especialmente a Cataluña y, como amante del buen vino que es, decidió hacer del Penedès y de sus bodegas el escenario de su propósito. Nació así La bodega, una novela que califica en los “Agradecimientos” de «carta de amor a un país».
Nadie puede negar que sea así. La bodega está escrita con entusiasmo indiscutible, ha requerido de una buena inmersión en los usos y tradiciones catalanas, y cada una de sus líneas rezuma pasión por una tierra, unas costumbres y unas gentes. Los amantes del best seller de trasfondo histórico están, pues, de enhorabuena. La maestría y el buen hacer del autor norteamericano, consiguen hilvanar un relato apasionante y apasionado que se lee con fluidez y que sin duda tiene algo de ese efluvio embriagador de una botella recién descorchada.
Gordon convierte a Josep Álvarez , el personaje protagonista, en cicerone que acompaña al lector por lo que pudo ser la historia de tantas familias enraizadas en tierras de viñedos. La historia se ubica en el Penedès pero bien podría ser en el Somontano, en La Rioja o a orillas del Duero. La aventura del joven emigrado a Francia por razones políticas a fines del XIX, que descubre de la mano de un viticultor francés el arte de la elaboración del vino, es una aventura común al despertar de las bodegas españolas. Josep se presenta como un hombre decidido y emprendedor que quiere hacer de la antigua viña de su padre, explotada únicamente para la fabricación de vinagre, el punto de partida de una espléndida bodega. Responde así a la llamada de la tierra, busca el reencuentro con sus raíces y en ese empeño arriesgará vida y fortuna. Luego, al verse involuntariamente involucrado en el asesinato del general Prim, deberá alejarse de nuevo por un tiempo pero, incapaz de soportar un nuevo exilio, volverá para instalarse definitivamente en su pueblo natal donde, a pesar de las dificultades, conseguirá su sueño: elaborar un vino que vincule por siempre a su gente con la tierra. En la empresa le acompañarán Nivaldo, el cubano que recordará la España de más allá del Atlántico; Marimar, una suerte de “mujer fuerte” en la acepción bíblica del término; y Donat, el hermano del protagonista, un obrero inmerso en el despertar industrial de Barcelona.
No obstante, hay que avisar que La bodega, puede despertar las suspicacias de muchos historiadores a causa de pequeños deslices. Así, Gordon presupone que el absolutista Fernando VII hubo de convencer a unas inexistentes Cortes de la abolición de la ley Sálica, y, desde luego, no aborda el carlismo en toda su compleja dimensión histórica. No hay, pues, que perder de vista que es una novela escrita con el corazón, léase pues con los ojos de la emoción y el ánimo dispuesto a la fantasía, teniendo el rigor historicista debidamente sujeto para empresas de mayor calado. La bodega, como los buenos vinos, hay que saborearla conscientes de lo que se tiene entre manos: una copa de vino aromático pero afrutado y ligero; o lo que es lo mismo, una lectura amena, distendida y, por tanto, muy recomendable.
María Pilar Queralt del Hierro
Noah Gordon es, sin duda, uno de los nombres más acreditados en el ámbito de la novela histórica. Su célebre trilogía El médico, Chamán y La doctora Cole, escrita entre 1986 y 1996, le hicieron merecedor del reconocimiento internacional y le consagraron como un excelente autor de best sellers. Un reconocimiento que el pasado 2005 se concretó en la obtención del Premio Honorífico a toda una carrera que concede el Ayuntamiento de Zaragoza, coincidiendo con la entrega del Premio Ciudad de Zaragoza a la mejor novela histórica publicada durante el año.
En aquellos días tuve ocasión de conversar con él y me adelantó que quería escribir una novela de tema español. Razones familiares —su hijo vive en Barcelona— le vinculan especialmente a Cataluña y, como amante del buen vino que es, decidió hacer del Penedès y de sus bodegas el escenario de su propósito. Nació así La bodega, una novela que califica en los “Agradecimientos” de «carta de amor a un país».
Nadie puede negar que sea así. La bodega está escrita con entusiasmo indiscutible, ha requerido de una buena inmersión en los usos y tradiciones catalanas, y cada una de sus líneas rezuma pasión por una tierra, unas costumbres y unas gentes. Los amantes del best seller de trasfondo histórico están, pues, de enhorabuena. La maestría y el buen hacer del autor norteamericano, consiguen hilvanar un relato apasionante y apasionado que se lee con fluidez y que sin duda tiene algo de ese efluvio embriagador de una botella recién descorchada.
Gordon convierte a Josep Álvarez , el personaje protagonista, en cicerone que acompaña al lector por lo que pudo ser la historia de tantas familias enraizadas en tierras de viñedos. La historia se ubica en el Penedès pero bien podría ser en el Somontano, en La Rioja o a orillas del Duero. La aventura del joven emigrado a Francia por razones políticas a fines del XIX, que descubre de la mano de un viticultor francés el arte de la elaboración del vino, es una aventura común al despertar de las bodegas españolas. Josep se presenta como un hombre decidido y emprendedor que quiere hacer de la antigua viña de su padre, explotada únicamente para la fabricación de vinagre, el punto de partida de una espléndida bodega. Responde así a la llamada de la tierra, busca el reencuentro con sus raíces y en ese empeño arriesgará vida y fortuna. Luego, al verse involuntariamente involucrado en el asesinato del general Prim, deberá alejarse de nuevo por un tiempo pero, incapaz de soportar un nuevo exilio, volverá para instalarse definitivamente en su pueblo natal donde, a pesar de las dificultades, conseguirá su sueño: elaborar un vino que vincule por siempre a su gente con la tierra. En la empresa le acompañarán Nivaldo, el cubano que recordará la España de más allá del Atlántico; Marimar, una suerte de “mujer fuerte” en la acepción bíblica del término; y Donat, el hermano del protagonista, un obrero inmerso en el despertar industrial de Barcelona.
No obstante, hay que avisar que La bodega, puede despertar las suspicacias de muchos historiadores a causa de pequeños deslices. Así, Gordon presupone que el absolutista Fernando VII hubo de convencer a unas inexistentes Cortes de la abolición de la ley Sálica, y, desde luego, no aborda el carlismo en toda su compleja dimensión histórica. No hay, pues, que perder de vista que es una novela escrita con el corazón, léase pues con los ojos de la emoción y el ánimo dispuesto a la fantasía, teniendo el rigor historicista debidamente sujeto para empresas de mayor calado. La bodega, como los buenos vinos, hay que saborearla conscientes de lo que se tiene entre manos: una copa de vino aromático pero afrutado y ligero; o lo que es lo mismo, una lectura amena, distendida y, por tanto, muy recomendable.
2 comentarios:
"No hay, pues, que perder de vista que es una novela escrita con el corazón..."
Escrita con el corazón y por encargo, queridos amigos, por encargo. Una joya de los publirreportajes.
Entretenimiento escrito con el corazón, no dudo de eso, pero esas características no lo convierten en literatura. En "La Bodega" no hay un sólo personaje creíble. Son de cartón-piedra y llevan una mano de pintura para el color. En ningún momento de la novela me he sentido implicada con ellos. La superficialidad de los personajes no daba para hacerlo. Será una novelita muy amena para los estadounidenses, que al fin y al cabo no distinguen ni siquiera España de Latinoamérica. Pero para un catalán. "La Bodega" es una reproducción mal hecha de algún cuadro barato, de esos de Las Ramblas que venden a los guiris.
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