Victoria R. Gil
Quienes descubrimos a Josephine Tey con la magnífica novela La hija del tiempo estábamos deseando conocer otras obras de la misma autora para prolongar el disfrute de aquella lectura, pero su investigación policial sobre Ricardo III y el supuesto asesinato de sus sobrinos en la Torre de Londres era el único de sus libros traducido en España. Esto ha cambiado gracias a la editorial Hoja de Lata, que acaba de publicar La señorita Pym dispone para alegría de los seguidores de esta escritora escocesa a la que esperamos continuar leyendo en el futuro.
Nada tiene que ver esta obra con La hija del tiempo, por si hay quien se acerca a ella buscando nuevos casos del inspector de Scotland Yard Alan Grant, pero no por ello resulta menos recomendable. La protagonista de esta narración es la señorita Pym del título, una profesora de francés, soltera y de mediana edad, más resuelta de lo que una descripción así podría hacer sospechar y a quien la publicación de un manual de psicología, original y revisionista, convierte en autora de éxito y conferenciante de moda.
Con este peculiar personaje y un delicioso sentido del humor, Josephine Tey construye una novela de intriga a la que no le faltan sus toques de costumbrismo y de crítica social, además de un análisis de las relaciones humanas siempre complejas, pero más aún en un ambiente de emociones tan volátiles como es un internado de señoritas.
A la Escuela de Educación Física Leys, situada en plena campiña inglesa en la década de los años cuarenta del siglo pasado, llega la señorita Pym para ofrecer a sus alumnas una charla sobre psicología, invitada por una antigua compañera de estudios, directora en la actualidad del centro. Pese a que la señorita Pym está deseando volver a la comodidad de su hogar para huir del bullicio de la escuela, decide quedarse más días de los previstos, seducida por lo agradable del lugar y por «las buenas, honestas y sanas muchachas» que le demuestran su admiración incondicional y un afecto sincero.
El contacto diario con estudiantes y maestras, que Tey describe con el acierto de quien ha sido ella misma alumna primero y profesora después de educación física, hace aflorar sentimientos ocultos y le permite describir ajustados perfiles psicológicos. En este acercamiento al cerrado universo que representa el internado femenino, pronto nos daremos cuenta de que no todo es tan simple como parece y que «estas chicas no llevan una vida normal, no puede usted esperar que sean normales», como alguien se ocupa de advertirle.
La señorita Pym dispone se disfruta por sí mismo, por el retrato certero de sus personajes y por el deseo que despierta en el lector, incluso más allá de la mera intriga policial, de averiguar los secretos que se esconden bajo la amistad que todas parecen compartir. Sacar a la luz las corrientes ocultas que fluyen entre Bollito de Nuez, Beau Nash, «la corpulenta señorita Hodge, la inteligente señorita Lux, la simplona señorita Wragg, la elegante madame Lefevre» es una necesidad a la que no podemos sustraernos.
Recomienda la editorial esta obra para amantes de las clásicas novelas de intriga y nostálgicos de Enid Blyton y tiene mucha razón. Para quienes crecimos leyendo las series de esta famosa autora de novelas juveniles sobre los internados Torres de Malory o Santa Clara, la Escuela de Educación Física Leys es un paisaje conocido: las meriendas campestres, los partidos de críquet, los verbos irregulares franceses… Inmersos en esa rutina diaria que imponen las clases y los deportes, nos dejamos cegar por una falsa apariencia de normalidad hasta que la sorpresa llega con un suceso trágico e inesperado que nos hace replantearnos todo lo que creíamos saber. Desde ese momento y hasta el final de la novela, el plácido discurrir de la lectura, tan grato y cordial hasta entonces como el té de las cinco, se convierte en una duda que nos angustia del mismo modo que a la señorita Pym, atrapada en un conflicto ético en el que debe decidir si «siempre hemos de hacer lo correcto sin preocuparnos por las consecuencias».
El principal acierto de Josephine Tey es el de jugar al despiste con este libro que se viste de encantador divertimento hasta que deja caer la bomba que sacude tanto el colegio como la novela y noquea al lector desprevenido con la evidencia de que hasta el mismo paraíso puede albergar una serpiente. Quién iba a decirle a la señorita Wragg que su deseo sería satisfecho con tal diligencia por la fatalidad: «Algún pequeño escándalo no estaría mal de vez en cuando para olvidarnos de tanto hacer el pino y dar volteretas». Con razón aseguraba Oscar Wilde en Un marido ideal que «cuando los dioses quieren castigarnos, atienden nuestras plegarias».
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