Victoria R. Gil
Especializada en literatura decimonónica, la editorial dÉpoca se dedica a recuperar a escritores desconocidos u olvidados en nuestro país, centrándose sobre todo en la novela victoriana. A esta categoría pertenece Fergus Hume, precursor de Conan Doyle y del detective más célebre de la ficción, Sherlock Holmes, y dueño de un saludable sentido del humor, a juzgar por el epílogo que acompaña a esta obra, un auténtico bestseller del siglo XIX cuya publicación fue costeada por el propio Hume ante la falta de interés de los editores. En él, describe Hume del siguiente modo el inesperado éxito de su primera novela «Contrariamente a las expectativas de los editores, y debo añadir que a las mías propias, toda la edición quedó agotada en tres semanas y los lectores demandaron una segunda». Y la fama que alcanzó en Inglaterra fue tal que «muchas personas han asumido la autoría de mi libro; un caballero llegó tan lejos como para amenazarme con pegarme un tiro si yo afirmaba ser su verdadero autor. Me complace decir que hasta el momento sus intenciones no han sido llevadas a cabo».
Aunque nacido en Inglaterra, Fergus Hume creció en Nueva Zelanda y se instaló después como abogado en Australia, donde se empeñó sin éxito en convertirse en dramaturgo hasta que descubrió que se le daba mejor escribir (y se vendían más) novelas de misterio. Todos los ingredientes del género que empezaba entonces a definirse, muchos de los cuales aún le son propios, están presentes en El misterio del carruaje: el melodrama, los amores trágicos, el abismo social que separa la mejor sociedad de los barrios más marginales, los personajes de pasado misterioso, la incansable investigación, las cartas secretas, el inocente falsamente culpado, la sorprendente revelación final… Reúnan todo ello en una novela coral, con sus toques de ironía y crítica social, y entenderán por qué a la muerte de Hume en 1932 las ventas de esta obra en todo el mundo superaban los 750.000 ejemplares.
Todo comienza cuando Oliver Whyte es asesinado en el interior de un carruaje de alquiler mientras éste recorre, con su cochero en el pescante, las calles nocturnas de Melbourne. La noticia primero de la aparición del cadáver, el relato después de las extrañas circunstancias que rodearon el crimen y la posterior detención de un sospechoso, el hasta entonces intachable caballero Brian Fitzgerald, mantienen en vilo a la ciudad, espantada por el suceso, pero ansiosa por conocer todos los detalles hasta el punto de agotar una tras otra las sucesivas ediciones de los periódicos.
No falta tampoco la heroína, en este caso, la joven heredera Madge Frettlby, que entre desmayo y desmayo encuentra tiempo suficiente para buscar las pistas que han de salvar a su enamorado de la horca. Porque en El misterio del carruaje no hay un único y sagaz policía que lleve el peso de la investigación. Al contrario, al menos tres personajes (además de la hermosa Madge) se reparten ese papel: el detective Gorby, el investigador Kilsip y el propio abogado del protagonista, convencido de su inocencia y de que sólo descubrir al verdadero culpable le hará recobrar la libertad. Seguramente por eso he disfrutado tanto de esta novela de misterio, ya que, quizás por alguna tendencia latente hacia la delincuencia, mis pasiones literarias siempre se han decantado más por Arsenio Lupin, Raffles y Rocambole que por Sherlock Holmes o Hércules Poirot.
Las investigaciones que siguen los diversos personajes conducen al lector desde la alta sociedad acomodada en su hipocresía y sus secretos a la delincuencia y la prostitución de los arrabales, donde lo que cuenta es sobrevivir al precio que sea. Hume describe no sólo el ambiente degradado en que se mueven personajes como La Reina o la Abuela Raterilla, sino que traslada a la novela los diferentes modos en que se expresan, en contraste con la cuidada dicción de las mejores familias de la ciudad.
Este entorno geográfico e histórico que resulta ajeno al lector actual se vuelve más cercano gracias a las notas a pie de página que facilitan el contexto necesario para comprender citas y alusiones propias de la época y el lugar en que fue escrita la novela. Y no es éste el único elemento a destacar del trabajo editorial realizado por dÉpoca. Por lo que se refiere al aspecto material, el libro al completo está lleno de detalles para disfrutar: tapa dura con una sobrecubierta ilustrada, al igual que los dibujos interiores, por C. Sedano; una cinta de raso como punto de lectura, un marcapáginas y una lámina que reproduce la ilustración de cubierta.
En cuanto al contenido, además de las notas aclaratorias, el prefacio de la editora Susana González nos da las claves necesarias para conocer a Fergus Hume, que a su vez nos contará las particularidades de su trabajo en un epílogo que fue escrito como prólogo por el propio autor para la reedición de la novela en 1896.
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