Victoria R. Gil
Confieso que hasta hace un mes no conocía a Charlotte Perkins Gilman, a pesar de que varias de sus obras han sido traducidas al castellano y de saber de la existencia (pero sin haber retenido el nombre de la autora) de esa utopía feminista: De ellas, un mundo femenino, que describe un lugar en el que no existen los hombres y donde las mujeres son libres y autosuficientes. La antología Pioneros: cuentos norteamericanos del siglo XIX me demostró que me estaba perdiendo a una escritora que merecía la pena ser rescatada de una época donde el entorno doméstico asfixiaba a las de sus sexo y del que ella pudo escapar gracias a la literatura, que le dio el aire que necesitaba.
Por una de esas casualidades felices que a veces ocurren, mi descubrimiento coincidió con la versión bilingüe que acaba de publicar Contraseña de El papel pintado amarillo, su obra más famosa. Incluida con anterioridad en otras antologías, esta reedición les otorga a Charlotte Perkins y a su inquietante historia el protagonismo que merecen, además de darle visibilidad a una autora poco conocida en nuestro país.
Este cuento se inspira en la depresión posparto que sufrió la propia Perkins tras el nacimiento de su única hija y en el método habitual con el que se trataba en aquel tiempo cualquier síntoma de lo que se consideraba simple histeria femenina: la postración terapéutica, es decir, la inactividad física y, sobre todo, la intelectual. «John dice que lo peor que puedo hacer es pensar en mi estado (…) y tengo absolutamente prohibido ‘trabajar’ hasta que me recupere», escribe, a escondidas de su marido, la protagonista de la narración.
Como lejos de mejorar con el tratamiento, la situación personal de la escritora empeoraba, decidió ignorar las recomendaciones de los supuestos expertos y automedicarse, es decir, retomar la escritura. Por supuesto, Charlotte Perkins se recuperó. No así su matrimonio, al que pondría fin, en una decisión insólita (como tantas otras que tomaría a lo largo de su vida) en la Norteamérica del siglo XIX.
De esa experiencia personal nació El papel pintado amarillo, cuento que, por cierto, enviaría al renombrado especialista en enfermedades nerviosas que le había recetado una existencia «tan hogareña» como le fuera posible, «no más de dos horas de vida intelectual al día» y no tocar «nunca más una pluma, un pincel o una lapicero». El médico terminaría por reconocer su error y modificar, gracias precisamente a esta obra, su tratamiento habitual para la neurastenia femenina. La propia autora lo explica en un epílogo en el que desvela que su intención al escribirlo «no era que la gente se volviera loca, sino impedir que a esas mismas personas las volvieran locas, y funcionó».
María Ángeles Naval, que firma el prólogo a esta edición, considera El papel pintado amarillo «un relato de neurosis, de espacio moral obsesivo. Un relato de degeneración, incluso de abyección». Es todo eso, como también es, en las sucesivas capas que vamos descubriendo, el reflejo de la sumisión que el matrimonio imponía a la mujer y del largo y accidentado camino que conduce a la independencia, todo ello bajo la aparente descripción de un trastorno mental y vestido con los ropajes del suspense y el misterio.
Esa doble visión de la locura y la opresión femenina que tan bien sabe transmitir Charlotte Perkins empieza con ligereza, casi con frivolidad, narrando con humor la decisión del matrimonio protagonista de alquilar una casa en la que la esposa pueda reponerse de un incierto mal. «John es médico y quizá (…) sea uno de los motivos por los que no mejoro. ¡Ya ves que él no cree que yo esté enferma (…) Cuando un médico de renombre, que además es tu marido, afirma a amigos y familiares que no me pasa nada y que lo que tengo es una depresión nerviosa, una mera tendencia histérica, ¿qué puede hacer una?»
Pero lo que parecía un ingenioso divertimento salpicado de comentarios irónicos —«John se ríe de mí, pero eso es algo que una ya espera cuando se casa»—, se transforma de modo gradual en una narración inquietante y tenebrosa, en la que el lector ya no está seguro de asistir al irreversible deterioro mental de la protagonista o al proceso de liberación por el que podrá, al fin, valerse por sí misma y tomar sus propias decisiones. Una ambigüedad que nos recuerda que, durante demasiado tiempo, ambas cosas se consideraron la misma.
Y si el texto fascina por la habilidad con que Charlotte Perkins superpone sus diversas interpretaciones, en nada desmerece la portada con la que Elisa Arguilé consigue sugerir en una misma ilustración la complejidad de la mente, la prisión femenina y el empapelado amarillo.
Una pura delicia.
2 comentarios:
Estoy totalmente de acuerdo contigo, esta obra es una delicia. La Perkins escribe de maravilla, hace que sientas lo que ella siente. Me fascinó. Un saludo.
Totalmente de acuerdo, Victoria, la historia es pura delicia. La Perkins escribe de maravilla, hace que te pongas en el lugar de la protagonista y que la entiendas. Me fascinó este pequeño gran libro.
Un saludo y felicidades por el blog.
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