Cristina Consuegra
Asumir, sin fisuras y con determinación, que el mundo está habitado por personas diversas, diferentes, únicas y singulares, es uno de los retos más fascinantes que el ser humano puede afrontar en el siglo 21, especialmente en un escenario tan sectario como el actual. Si en esa búsqueda o camino, encontramos reflejos de nosotros en el Otro, vestigios de un pasado, lugares comunes y divergencias desde los que edificar un mundo distinto, tal como se está reclamando a gritos desde miles de puntos del planeta, y somos capaces de perder el temor al Otro para encontrarnos con él, entonces, ningún avance tecnológico logrará estar a la altura de tamaño descubrimiento.
Ryszard Kapuściński, en Encuentro con el Otro (Anagrama, 2007), afirma que el hombre, ante ese encuentro, siempre ha tenido tres posibilidades: «podía elegir la guerra, aislarse tras una muralla o entablar un diálogo». Pues bien, estas tres opciones se encuentran en la segunda novela de Pablo Bujalance, La apnea del hipopótamo (Ediciones Rubeo), un título en el que su autor busca profundizar en el fenómeno de los nacionalismos, en sus claves y circunstancias, pero muy especialmente, en sus consecuencias. El escritor y periodista malagueño narra la historia de Ada quien, tras la guerra en la Tierra, se establece como ama de cría de los bebés que se encuentran a cargo del gobierno imperante; una guerra o conflicto que acabó con el triunfo del régimen del mariscal Aleksándar y la expulsión de los extranjeros. La novela se define a través de dos partes totalmente diferenciadas; una primera parte de ficción política, apartado en el que Bujalance no sólo presenta el ramillete de personajes que conforma el entramado narrativo, sino también ese tiempo remoto en el que se lleva a cabo la historia, a la vez que emprende, con contundencia, la difícil tarea de mostrar las diversas relaciones de poder que se establecen entre las amas de cría, los gudari y los personajes periféricos que rodean sus devastadas existencias. En la segunda parte, el autor arma, en torno al viaje que Ada emprende en busca de la libertad, toda una mitología fascinante, descarnada, que apabullará al lector por el derroche imaginativo y por su complejidad discursiva.
Con un lenguaje desmesurado que proporciona mayor vigor narrativo, el autor despliega un conjunto de ideas utilizando la ficción a la manera de los grandes —Camus, Sartre, Dostoievski—, buscando, sin complejos, la complicidad del lector, esa persona responsable de la realidad, del presente, de lo que acontece y ha de acontecer. En este título, el autor no mira hacia otro lado en los temas más escabrosos ni se distancia ante elementos que pueden comprometer a quien escribe; Bujalance cuestiona términos tan fundamentales como la identidad, la patria, la ética, la condición humana; realiza una revisión histórica desde la ficción —no confundir con novela histórica— del concepto de nacionalismo para abordar asuntos que atañen al presente, y reclama para la ficción política ese lugar privilegiado que en otros países existe pero que en esta latitud nos empeñamos en entender como mero ocio, olvidando que la ficción, que la literatura, puede ser el instrumento político más contundente e incendiario jamás inventado.
1 comentario:
Estupendo comentario e interesante libro... Y, por supuesto, la ficción, la literatura, es un "instrumento político", en el mejor sentido de la palabra, que existe...
Publicar un comentario