Miguel Baquero
El autor de esta colección de relatos, Félix J. Velando (Fuente Álamo, Albacete, 1970) fue, según se nos informa en la introducción del libro, uno de los guionistas de series de éxito como Siete vidas, y asimismo escribió para programas de humor tan ácidos como Las noticias del guiñol. Indudablemente, este currículum garantiza, en la vertiente literaria, no sólo una clave cómica y en gran modo corrosiva, sino también una agilidad y una vivacidad inusuales a la hora de conectar con el lector, o si se quiere con la audiencia. Estos dos factores (el humor cercano a lo cáustico, y el deseo de ganarse a quien lee), bien manejados, como es el caso, dan como resultado un libro que ya desde la primera página traza en el rostro del lector una sonrisa que muy pronto, y muy a menudo, se convertirá en abierta carcajada.
Es el humor que predomina en estos cuentos un humor, ya se ha dicho arriba, incisivo, cercano a la caricatura hasta el justo punto en que amenaza la exageración. Así, en los cuentos “Una noche en la tele”, con que se abre el volumen, y “Pezones” nos encontramos con una clara ridiculización de algunos tipos literarios, a los que no se nombra pero en los que no es difícil reconocer a Fernando Sánchez-Drago, por ejemplo, o a Juan Manuel de Prada, enfrentados a situaciones chuscas y grotescas en que sus altos principios literarios y su todavía más alto concepto de sí mismo se tambalea y amenaza con derrumbarse, ante la amplia sonrisa del lector. Juega Velando a inyectar la realidad, en su estado más descarnado, en medio de situaciones digamos “librescas”, y como resultado nos encontramos con unos relatos en lo que ni aquella, la realidad, es tan fría como suele, ni está, la literatura, tan altisonante como acostumbre. Y el beneficiado de todo ello resulta el lector, que, como digo, asiste casi entre carcajadas a esta irrupción de la realidad en lo novelesco.
Pero no todos son collejas a los “lataratos” y solemnes en este libro. Hay cuentos emotivos, en los que se recuerda el amor inocente de unas vacaciones, relatos en los que de pronto el príncipe azul aparece con la vestimenta menos adecuada, y hay asimismo cuentos (en mi opinión, los mejores, los más originales desde luego) en los que se da salida al disparate, a la escena cercana a lo surrealista, casi fuera de control si no se viese, pese a todo, al autor detrás de ella que ha dado todo el hilo a la cometa pero, al mismo tiempo, vigila y contiene los giros en todo momento para que la historia no se derrumbe de pronto.
En todo caso, desde los relatos más abiertamente caricaturescos y críticos, a los otros más íntimos, a los claramente gamberros, son historias de abierta jovialidad, y al mismo tiempo de un estilo intachable, que suponen una verdadera corriente de aire fresco.
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