Miguel Baquero
Primera obra de la madrileña Rosana Alonso, Los otros mundos es una colección de relatos de pequeña extensión, desde las dos líneas a la página y media como máximo. Pese a la brevedad de los textos, los casi cien relatos que componen este libro juegan, en todos los casos, a darle la vuelta por completo a la realidad, pasar al otro lado y ver la vida cotidiana, que nos parece tan sencilla y poco jugosa, desde su negativo fotográfico, en que lo oscuro es claro y lo claro, oscuro, desde una posición en que cada página nos reserva una sorpresa. Son mundos posibles o mundos improbables, mundos de ensueño o mundos de pesadilla los que forman estos Otros mundos de Rosana Alonso.
Tanto en la introducción como en la contraportada del volumen se invoca la figura geométrica del fractal, un objeto de forma tan irregular que se escapa a la definiciones tradicionales. En gran medida, los cuentos de Los otros mundos usan de ese concepto para buscar el punto de fuga de la realidad, el momento en el que la historia quiebra por un punto insospechado (a veces sólo transcurridas unas cuantas palabras, a veces en la frase final) y el lector se encuentra ante una realidad distinta. Improbable o imposible si se quiere, pero no por ello menos literaria. Porque la literatura, en fin, y es algo que nos viene a recordar Rosana Alonso, no tiene por qué ceñirse a lo verosímil, a lo tangible, cotidiano y convenido, sino que puede recogerse en dobleces impensables, puede incluso echarse a un lado y encerrarse en una burbuja con sus propias leyes, ¿por qué no? Es evidente que la poesía no tiene límites, o no debería tenerlos, y este es así mismo el objetivo de la autora de estos breves relatos: explorar fuera de cualquier límite.
Aunque quizás haya dicho mal: la poesía, el relato, y en general la literatura sí deberían tener un límite, pero este no puede ser en ninguna manera lo verosímil o lo probable, sino que debería ser la significación: que tanto el poema como el relato en cuestión lleguen a significar algo para el que los lee, lleguen a emocionarle, a sorprenderle o a conmoverle. En el caso de Los otros mundos, la sorpresa está, desde luego, asegurada en la mayoría de los relatos, y en algunos también, en bastantes, se puede encontrar al final de la lectura ese indefinible poético que hace que la escena pintada tenga una extraña belleza:
«Aquel tipo acudió a mi consulta buscando una cara nueva. La mujer de la que estaba enamorado le ignoraba. Le enseñe el catálogo y eligió una cara ovalada, simétrica, de labios sensuales y nariz recta. Pero yo conservé su antiguo rostro y le pedí a un colega que me lo trasplantara; me gustaban esos rasgos pronunciados».
«Nuestra constructora es la única que permite observar cómo será la vida de las futuras parejas», dice con orgullo el vendedor mientras abre la puerta para que entren Inés y Carlos. Desde el recibidor les llega el olor a sopa y tortilla francesa que parte de la cocina. Una mujer en chándal les mira desde el pasillo…”
Una colección de relatos, en resumen, que busca en todo momento la originalidad, que cada página, cada pequeño cuento, tenga algo que ofrecer al lector, sorprendente o emotivo, pero siempre diferente a lo acostumbrado. Y es por este motivo por lo que puede hablarse de un libro de gran nivel literario.
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