Ignacio Sanz
Había leído algún artículo ponderando la fascinación que produce en unos pocos la obra de Marcel Schwob, pero confieso que no conocía nada de él. Es un tipo extraño, un raro, uno de esos escritores atípicos que se salen por la tangente de los campos literarios. No es extraño que haya influido en autores como Cunqueiro, Borges o Vila Matas. Otros que tal bailan. Según leía esta novela, recordaba uno de los primeros libros de Cunqueiro, Flores del año mil y pico de ave, en que se cuenta la vida y milagros de una serie de damas de antaño, gozadoras de la vida con ese regusto ingenuo propio de las calendas medievales. Luna Miguel, la traductora y presentadora de esta novela resulta también fascinante. Imagínense ustedes a una muchacha que a los quince años queda deslumbrada por Monelle, la nínfula que junto con Alicia y Lolita conforma el cogollo de la mejor literatura y a los veintidós, la traduce y la prologa. Como señala Luna Miguel, Carroll y Nabokov los padres de sus respectivas criaturas son muy célebres y ciertamente no lo es tanto el bueno de Marcel Schwob, muerto con 38 años. Pero al tiempo que me venía a la mente Cunqueiro, a ráfagas, me acordada del Libro del Tao, resumen de la filosofía budista. Y de los cuentos tradicionales de la vieja Europa. Todo ello se da en esta novela corta, intensa y extraña, como si los manantiales en los que bebiera su autor fueran ciertamente exóticos.
La novela está dividida en tres partes, “Las palabras de Monelle”, en las que se hace declaración de intenciones y confiesa su condición de prostituta, claro que no prostituta a la manera convencional, sino prostituta sabia, filosófica, curativa. La segunda parte, “Las hermanas de Monelle”, se dibuja la biografía de las once hermanas, como salidas cada una de un cuento maravilloso. Y en la tercera parte, “Monelle”, se nos cuenta en seis capítulos su aparición, su vida, su huída, su paciencia, su reino y su resurrección. Ciertamente resulta fascinante Monelle, como personaje escapado de un cuento tradicional. Aparecen a lo largo del relato muchos elementos cargados de simbolismo. El propio lenguaje restalla en nuestros oídos como una música extraña, envolvente, acariciadora. Cuando cerramos el libro que nos ha llevado por caminos nada convencionales, nos acordamos de la joven Luna Miguel y comprendemos que la lectura de una novela misteriosa como El libro de Monelle marque para siempre.
1 comentario:
La sinopsis me suena a película independiente ^^
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