Trad. Rumi Sato y José Pazó Espinosa.
Nocturna, Madrid, 2016. 217 pp. 14,90 €
Santiago Pajares
Cuando hay autores que nos vienen de tan lejos como Japón, también pueden definirse un poco por las editoriales que les publican, especialmente cuando esas editoriales no son parte de grandes grupos. Las dos novelas de Kazumi Yumoto nos han llegado de la mano de Nocturna Ediciones, en su colección Noches Blancas. Y es que Viaje a la costa tiene muchas noches blancas.
Tras deslumbrar a los lectores españoles con Los amigos, una hermosa historia sobre la vida y el proceso de hacerse mayor, ahora Kazumi Yumoto nos da una vuelta de tuerca y nos deja una novela sobre la muerte. En la portada del libro podemos leer: «Una noche, Muzuki se encuentra en casa con su marido. El mismo que murió hace tres años». Lo que en manos de otro autor se podría haber convertido en una novela de terror, en manos de la autora japonesa se convierte en una extraña y delicada aventura. Porque ese no es el resumen del libro, sino de la primera página del mismo, dejando en manos del lector el descubrimiento de todo lo que habrá de venir.
Yusuke, el marido de Mizuki lleva desaparecido tres años, lo suficiente para que todos le hayan dado por muerto, pero una desaparición conlleva siempre una ínfima esperanza de retorno, de poder volver a ver al ser querido. ¿Pero y si vuelve y te asegura que está muerto? ¿Qué se suicidó y su cuerpo fue devorado en el fondo del mar por los cangrejos? ¿Cómo enfrentarse a algo así? Yusuke está muerto, sí, pero su estado le permite interactuar no sólo con su mujer, sino con el resto de seres vivos que se va encontrando. Él y su mujer emprenden un viaje por los pueblos de la costa en el que deberán aprender a relacionarse de nuevo tras tres años de ausencia, tres años en los que ambos han cambiado el uno sin el otro, emprendiendo nuevos caminos. Pronto nos daremos cuenta que la muerte de Yusuke es un estado intermedio entre el estar y no estar, una especie de poder probarlo todo pero no disfrutar de nada. Tanto puede interactuar en el mundo de los vivos que se ejerce en restaurantes haciendo empanadillas o dándole clase a alumnos sobre ciencia. Mientras, Mizuki deberá reevaluar todos los sentimientos que ha tenido en su ausencia, adaptándose a esta nueva personalidad que le hace suavizar sus propias aristas. En el camino por los pueblos encontrarán a más muertos en el mismo estado de Yusuke, personas que por no haber sabido vivir su vida tampoco pueden entregarse con completa libertad a la muerte, quedando así, anclados a las personas con las que compartieron los días. Pero nada es eterno, ni en la vida ni en la muerte. Por mucho que sepas que un camino tiene que acabar, abandonar algo en lo que has invertido mucho tiempo y esfuerzo se convierte en una transición que te también te cambia.
Kazumi Yumoto nos propone un juego totalmente distinto de Los amigos, pero que juega extrañamente con las mismas reglas y un diferente tablero. Porque los personajes profundos, la atención a los detalles y el camino a recorrer son el mismo. Un juego que tras cerrar el libro ha limado nuestras propias aristas y nos ha hecho sentir un poco más vivos, dándonos cuenta que en ese equipaje también había un lugar para nosotros.
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