Trad. Fabián Rodríguez Piastri.
Dibbuks, Madrid, 2016. 72 pp. 16 €
Jaime Valero
Fabien Vehlmann (Mont-de-Marsan, 1972) es uno de los guionistas más interesantes del cómic franco-belga actual. Se dio a conocer con una estupenda serie de historietas de crímenes victorianos agrupadas bajo el nombre de Green Manor, aunque el género que más (y mejor) ha cultivado durante su carrera ha sido el de la ciencia-ficción. Desconocido en nuestro país hasta fechas relativamente recientes, a día de hoy podemos encontrar en las librerías muchas de sus obras, todas ellas muy recomendables. El álbum que hoy nos ocupa recoge una serie de historietas cortas de ciencia-ficción distópica, donde la crítica social se combina con el sentido del humor, con un regustillo clásico que nos remite a grandes escritores del género como Philip K. Dick, Isaac Asimov y Ray Bradbury. Relatos gráficos en los que conoceremos, por ejemplo, el peculiar método que utilizan en una prisión para impedir que los reclusos se fuguen, o la soledad del hombre que se encuentra al cargo de un faro espacial. Seis historias que unas veces nos arrancarán una sonrisa, otras un estremecimiento al pensar en lo que podría depararnos el futuro, y que siempre nos harán reflexionar.
Para hilar estos relatos, Vehlmann se saca de la manga una premisa muy original que nos traslada a un futuro en el que el mundo está regido por una gigantesca corporación llamada Technolab. Su director, F. G. Wilson, comenzó a diseñar prótesis biomecánicas y órganos sintéticos que mejoraban la salud, la fortaleza y las habilidades del ser humano. De hecho, en el momento de iniciar la historia, Wilson tiene 115 años, pero apenas aparenta ser un veinteañero. Este empresario le hizo una oferta a la humanidad: la inmortalidad a cambio de la libertad, y la gente accedió. Desde entonces, se implanta un chip en el cerebro a todos los recién nacidos, el cual incluye un singular efecto secundario que impide realizar cualquier tipo de agresión contra Wilson. Es imposible rebelarse, pero el otro protagonista de este álbum, un hombre ya maduro llamado Nolan Ska,ha ideado un método que quizá pueda funcionar. Diseña una máquina para viajar atrás en el tiempo y conocer a Wilson cuando aún era un muchacho, antes de que comenzara su carrera en Technolab. Por aquel entonces, su sueño era convertirse en escritor. Desgraciadamente, sus dotes literarias son lamentables, así que Nolan tendrá que ayudarle a escribir los relatos que encumbrarán a Wilson en el ámbito de la ciencia-ficción. Y para ello, Nolan echará mano de sus propios recuerdos.
Los encargados de plasmar en imágenes el magnífico guión son Ralph Meyer y Bruno Gazzotti, dos autores con los que Vehlmann ha trabajado en otras ocasiones. Con el primero de ellos creó IAN, una serie donde el guionista abordaba la cuestión de la inteligencia artificial; y con Gazzotti trabaja en la serie Solos, todavía en curso, que nos cuenta la historia de unos niños que deben sobrevivir por su cuenta después de que todos los adultos del mundo hayan desaparecido de forma misteriosa y repentina. Dos series muy recomendables que han sido traducidas al castellano y editadas por Spaceman Books y Dibbuks, respectivamente. Aunque ambos dibujantes se repartan las labores al dibujo, el estilo que predomina es el de Gazzotti, más caricaturesco y heredero de autores como Franquin, Janry o Maurice Tillieux. Un futuro sin nubes es una estupenda carta de presentación para descubrir el trabajo de estos tres creadores, y salvo por su abrupto final, es un cómic redondo en todos los aspectos. Una vez leído, si el lector se queda con ganas de más (que es lo más probable), las citadas IAN y Solos serían la continuación ideal. Después estará el camino allanado para abordar dos obras en las que Vehlmann rompe con su registro habitual, aunque conservando su personalidad como guionista: Preciosa oscuridad (Spaceman Books) y Los últimos días de un inmortal (Ninth Ediciones).
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