viernes, marzo 30, 2012

Su marido, Luigi Pirandello

Trad. Miguel Angel Cuevas. Traspiés, Granada, 2012. 278 pp. 19,50 €

Ángeles Prieto

Antes de entrar en el intríngulis de esta singular y excepcional novela, me gustaría advertir a los lectores que procuren no acercarse demasiado a los escritores que sinceramente admiren. Porque adentrarse en sus vidas profesionales no aumentará la estima que sientan por ellos y sí, muy probablemente, saldrán tan escarmentados de la experiencia que no volverán jamás a leerlos. Asunto que suele sobrevenir porque la vanidad reina en el mundillo social literario, la que verdaderamente preside un mercado de faranduleros muy mal remunerados, rodeados por un esperpéntico clima de envidias y chismes, tantas veces mafioso y sangriento por adquirir una columna socorrida o un boyante premio, únicos medios con los que pueden conseguir algo de dinero, ambiente del que hay que huir porque nos venden firmas, poses y fotos con afán comercial, pero rara vez libros, aunque sea ese preciso producto el que nosotros estemos adquiriendo.
Pues bien, este estado de la cuestión ya denunciado por Julien Gracq en su magnífico ensayo La literatura como bluff de 1950, ya se nos pone bien de manifiesto en esta intrépida y contemporánea historia escrita en 1911, nada menos. Novela que nos resulta extraordinariamente cercana porque la podríamos encuadrar sin problemas en ese género mixto, entre la literatura y la vida particular, que alcanzaría su apogeo con las obras de Thomas Bernhard, W. G. Sebald y no pocos autores españoles actuales fuertemente impregnados de autobiografismo. Con la única diferencia de que esta novela está escrita en tercera persona.
Porque adentrarnos en la vida, con no pocos puntos en común, de la pareja de autores contemporáneos que consiguieron el Premio Nobel para Italia durante el siglo XX, nos proporcionará esa clave sentimental necesaria para entender este testimonio, y también los motivos de su escasa difusión posterior, más allá de la colaboración de Pirandello con el régimen mussoliniano que por supuesto afectaría a la totalidad de su obra tras la Segunda Guerra Mundial. Así, bajo el personaje de Silvia Roncella podemos determinar que se esconde la figura notable de Grazia Deledda nacida, al igual que el autor siciliano de esta novela no en la Italia continental, sino en una de sus islas, Cerdeña, también marcada por el atraso cultural y por la depresión que supuso, para estas tierras esperanzadas en un progreso que no llegaría, la pérdida de las ilusiones garibaldianas.
También debemos hacer constar que ambos autores coincidieron también en el hecho de contraer sus matrimonios respectivos, igualmente desgraciados, inducidos por una fuerte presión familiar, asunto que llevaría a Pirandello a descargar, a ratos con ironía caricaturesca, a veces bajo una sensible depresión, toda su amargura conyugal en esta novela. Y aunque no sepamos si lo hizo porque había establecido un romance con Deledda, asunto que no podemos descartar dado que Silvia es un personaje con pocos defectos y en cierta forma idealizado, o porque ella simplemente le sirviera como espejo donde reflejarse, eso bastó para que todo el mundo fuera consciente de la incómoda inoportunidad de airear entonces, y mucho tiempo después, esta historia verdadera.
Porque el auténtico e insoportable patán que se nos revela que bajo el nombre caricaturesco de Giustino Boggiolo, marido de la protagonista, no puede ser otro que Palmiro Madesani, oscuro funcionario del Ministerio de la Guerra y marido de Grazia, que aquí se lanza sin pudor, rubor, ni vergüenza a la venta profesional de la vida y milagros de su esposa, en pleno ascenso de su prestigio literario.
Así, con estos mimbres auténticos, avanzaremos tragicómicamente por una novela sólida, bien escrita y magníficamente traducida que asimismo desembocará en un final realista, perfectamente adaptado a los conceptos de dolor, culpa y muerte que obsesionaron a Deledda toda su vida, aunque con ello se traicione en cierta manera el tono literario de una narración que sólo hasta el momento último alternará siempre el humor con la amargura, para decantarse por esta última.
El resultado, por tanto, como suma de una historia fascinante, un rescate necesario y un libro honesto y cálido, es que nos dejará agridulces, pensativos y admirados.

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