Páginas de Espuma, Madrid, 2009. 168 pp. 14.99 €
Ignacio Sanz
Conozco a Care Santos desde que era una niña de teta. Pocas veces he visto una pasión literaria vivida de forma tan radical, forjada desde la adolescencia contra viento y marea, desde tantos registros, con tanta ferocidad, tan incansable e ilusionadamente.
Todavía no ha cumplido cuarenta años y, si no me equivoco, cuenta con una obra que la desborda en títulos a sus años. Alguna vez, a través de Internet, he podido comprobar la pasión que suscita en los lectores juveniles. De aquí y de allá, es decir, en España y en Hispanoamérica. Porque Care Santos, novelista, cuentista, narradora infantil y juvenil y poeta, es conocida, sobre todo, por grandes hornadas de lectores adolescentes. No en balde ha conseguido casi todos los premios que se convocan desde las grandes colecciones asentadas en el mercado. Conecta de manera extraordinaria con sus gustos, como si ella misma fuera una adolescente.
Esa parte más visible de su obra acaso esté nublando la que escribe en paralelo, lejos de etiquetas de género, con reposo, desnuda frente al espejo. Al respecto me pareció muy interesante Matar al padre, su segundo libro de relatos, en el que hace un homenaje a sus muchos padres literarios, un libro emocionante que sólo puede escribir una mano envenenada por la literatura.
Los que rugen compila los cuentos que la escritora ha escrito en medio de sus grandes producciones juveniles a lo largo de los últimos siete años, entre octubre de 2002 y agosto de 2009. Son trece cuentos de diferente registro y atmósfera, producto, sin duda, de trece iluminaciones.
Abunda lo autobiográfico, pasado por el tamiz de la ficción, así como lo metaliterario. Parece inevitable que sea así porque estos cuentos son trasunto y prolongación de la propia vida. Para eso sirve la literatura, para viajar a regiones remotas y luego contarlo con alguna variante como hace Care Santos en “Círculo Polar Ártico”, o para viajar por regiones de ensueño y traer al presente personas queridas que nos han dejado como hace también de manera magistral en “Amanecer con monstruos marinos”. Dos cuentos maravillosos.
Otras veces se impone la ironía. Incluso en aquellos cuentos de apariencia ligera como “Marcar un gol” que, en realidad, nos cuenta un drama compartido por tantos adolescentes, un drama que ella resuelve con un desenlace ligeramente cruel que mueve a la sonrisa.
Care Santos demuestra en esta colección de cuentos que la literatura y la vida son vasos que se comunican y retroalimentan y que ella domina las claves de ambas asignaturas. De hecho aborda este libro con una mirada profunda, acaso sosegada, como si estas historias escritas acaso en momentos de tránsito entre sus grandes novelas, hubieran surgido bajo el resplandor de esa luz tamizada con que a veces nos sorprende el cielo detrás de las grandes tormentas. Una luz que nos muestra los recovecos más íntimos de su alma.
Ignacio Sanz
Conozco a Care Santos desde que era una niña de teta. Pocas veces he visto una pasión literaria vivida de forma tan radical, forjada desde la adolescencia contra viento y marea, desde tantos registros, con tanta ferocidad, tan incansable e ilusionadamente.
Todavía no ha cumplido cuarenta años y, si no me equivoco, cuenta con una obra que la desborda en títulos a sus años. Alguna vez, a través de Internet, he podido comprobar la pasión que suscita en los lectores juveniles. De aquí y de allá, es decir, en España y en Hispanoamérica. Porque Care Santos, novelista, cuentista, narradora infantil y juvenil y poeta, es conocida, sobre todo, por grandes hornadas de lectores adolescentes. No en balde ha conseguido casi todos los premios que se convocan desde las grandes colecciones asentadas en el mercado. Conecta de manera extraordinaria con sus gustos, como si ella misma fuera una adolescente.
Esa parte más visible de su obra acaso esté nublando la que escribe en paralelo, lejos de etiquetas de género, con reposo, desnuda frente al espejo. Al respecto me pareció muy interesante Matar al padre, su segundo libro de relatos, en el que hace un homenaje a sus muchos padres literarios, un libro emocionante que sólo puede escribir una mano envenenada por la literatura.
Los que rugen compila los cuentos que la escritora ha escrito en medio de sus grandes producciones juveniles a lo largo de los últimos siete años, entre octubre de 2002 y agosto de 2009. Son trece cuentos de diferente registro y atmósfera, producto, sin duda, de trece iluminaciones.
Abunda lo autobiográfico, pasado por el tamiz de la ficción, así como lo metaliterario. Parece inevitable que sea así porque estos cuentos son trasunto y prolongación de la propia vida. Para eso sirve la literatura, para viajar a regiones remotas y luego contarlo con alguna variante como hace Care Santos en “Círculo Polar Ártico”, o para viajar por regiones de ensueño y traer al presente personas queridas que nos han dejado como hace también de manera magistral en “Amanecer con monstruos marinos”. Dos cuentos maravillosos.
Otras veces se impone la ironía. Incluso en aquellos cuentos de apariencia ligera como “Marcar un gol” que, en realidad, nos cuenta un drama compartido por tantos adolescentes, un drama que ella resuelve con un desenlace ligeramente cruel que mueve a la sonrisa.
Care Santos demuestra en esta colección de cuentos que la literatura y la vida son vasos que se comunican y retroalimentan y que ella domina las claves de ambas asignaturas. De hecho aborda este libro con una mirada profunda, acaso sosegada, como si estas historias escritas acaso en momentos de tránsito entre sus grandes novelas, hubieran surgido bajo el resplandor de esa luz tamizada con que a veces nos sorprende el cielo detrás de las grandes tormentas. Una luz que nos muestra los recovecos más íntimos de su alma.
No hay comentarios:
Publicar un comentario