José Miguel López-Astilleros
Es posible que Franz Hessel (1880-1941) no figure entre los escritores más relevantes de la literatura alemana del período de entreguerras, como Alfred Döblin, Hermann Hesse o Franz Kafka, por citar sólo a tres de los más grandes y coetáneos suyos, y quizás por esta razón tampoco aquí haya sido muy conocido, de hecho a día de hoy sólo se han traducido al español tres de sus obras: Romance en París (1920) y Berlín secreto (1927), ambas editadas por Errata Naturae en 2011 y 2013 respectivamente, editorial que publicará también próximamente Paseos por Berlín, de la cual existe una edición descatalogada en Tecnos, que data de 1997. Pero también es cierto que si alguien se propone completar el conocimiento del panorama literario de aquella época, no pueda prescindir de Hessel. Este juicio es deudor de las circunstancias históricas de Alemania tras la Primera Guerra Mundial y de la crisis económica (enorme inflación), social (lucha de clases) y política (ascenso del nacionalsocialismo) durante la República de Weimar, salvo el período entre 1924 y 1929 de relativa estabilidad, que alimentó la leyenda de “los dorados años veinte”, que es donde se inscribe la atmósfera reflejada en Berlín secreto.
Desde el punto de vista literario, los autores de aquel momento se dividieron entre los que asumieron en su arte un fuerte compromiso social, y los que prescindieron de todo contexto político, y entre ambas actitudes hubo un sinnúmero de matices hacia uno y otro lado. Sólo así entenderemos que a la par de las obras de denuncia de Bertolt Brecht, por ejemplo, encontremos, en el extremo opuesto, al Hessel de Berlín secreto o Romance en París.
El argumento central de esta novela consiste en el desarrollo de las relaciones amorosas entre el profesor Clemens, su esposa Karola y el joven rico y diletante Wendelin, durante las veinticuatro horas que este último pasará en Berlín antes de marcharse. Estos tres personajes están basados en la aventura que tuvo Helen, la esposa de Hessel, con el escritor Thankmar Münchhausen, que concluyó con aquella volviendo a su marido y acusándolo de pusilánime por no haberse opuesto a dicha relación con vehemencia. A pesar de ser una novela corta, el lector ha de tener paciencia al comienzo, puesto que sólo hasta después de avanzar por sus páginas, no vislumbrará con claridad quién es quién dentro del entramado de personajes que aparecen: nobles rusos exiliados, poetas, actrices, aristócratas venidos a menos, anticuarios... De todos modos, el argumento no es lo esencial, sino el escenario al que nos asomamos, al de los cabarés, que nos recuerdan a películas como El ángel azul de Josef von Sternberg con Marlene Dietrich o Caberet de Bob Fosse con Liza Minnelli, al de los elegantes salones de baile próximos al Tiergarten, al ambiente reinante entre la clase alta y media-alta de la Alemania que intentaba superar las humillantes condiciones impuestas tras su derrota en la I Guerra Mundial, cuya frivolidad dio la espalda a la situación real del país y no sospechó o no quiso ver la llegada del terrible movimiento nacionalsocialista, que tanta aflicción y dolor causó.
Aunque sólo fuera por la presencia del diálogo entre Clemens y Wendelin (págs. 107-115), ya no podríamos decir que es una novela superficial y banal. Hessel nos ofrece en éste unas memorables reflexiones sobre la naturaleza del amor, la belleza, la fugacidad del tiempo, la libertad personal y el placer y su posesión. En todo caso, esta obra constituye una parte del reflejo de un época y una clase social refinada y educada, que nunca hubiéramos pensado que pudiera contribuir con su abulia a la deriva hacia tan luctuosos acontecimientos históricos posteriores.
Franz Hessel fue quien le enseñó el personaje del flâneur a su amigo Walter Benjamín, además de haber influido en una parte de su obra, de este último es el epílogo con el que finaliza el libro, nada mejor que citar sus concluyentes y elogiosas palabras para terminar: Quien sepa leer sus libros sentirá cómo, entre los muros de las grandes ciudades que van envejeciendo, entre las ruinas del siglo pasado, conspiran los clásicos.
1 comentario:
le felicito por su crítica
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