Victoria R. Gil
Bertha von Suttner, inspiradora del Premio Nobel de la Paz, galardón que recibiría en 1905, creía firmemente en la teoría darwiniana de la evolución de las especies, hasta el punto de confiar en que el progreso lógico y natural de los humanos sería el de convertirnos en una sociedad no violenta. Alfred Nobel, amigo y mecenas ocasional de Suttner, menos optimista respecto a sus congéneres, opinaba que sólo la destrucción mutua garantizada sería capaz de disuadirnos de iniciar una guerra. «El día que dos ejércitos puedan aniquilar mutuamente en dos segundos todas las naciones civilizadas, es de esperar, renunciarán a la guerra y licenciarán sus tropas», escribió a su amiga en una de sus cartas.
Bertha von Suttner moriría sin saber que la necedad humana no parece estar sujeta a más evolución que la de adaptarse a los mapas. Pensemos en Rusia y Ucrania en este 2014 que conmemora un funesto centenario y nos parecerá un déjà vu de Alemania y Polonia en 1939. Lo hizo una semana antes del asesinato en Sarajevo del heredero al trono de Austria-Hungría, Francisco Fernando, detonante de la Primera Guerra Mundial y antesala del siglo más violento de nuestra historia, cuyo marcador suma los cien millones de muertos, tirando por lo bajo.
Suttner no supo de las dos guerras mundiales, ni oyó hablar de Corea, Vietnam, el conflicto árabe-israelí, el Gofo Pérsico, el genocidio de Ruanda… pero como Martha Althaus, protagonista de ¡Abajo las armas!, vivió en un siglo XIX que tampoco se quedó corto en batallas, aunque su poder de destrucción no había alcanzado aún las terribles cotas del siglo XX que estaba por llegar.
La condesa Althaus, una aristócrata vienesa hija de militar, hermana de militar y esposa de militares, asiste como víctima y espectadora a las numerosas guerras en que Austria tomó parte entre 1859 (unificación de Italia) y 1871, cuando el fin de la contienda franco-prusiana consolidó la unificación alemana. La novela nos muestra la vida de la condesa desde la joven exaltada que a los diecisiete años escribía en su diario: «¡Oh, Juana de Arco, heroína doncella que mereciste las bendiciones del Cielo! ¡Por qué no podré yo, como tú, enarbolar el pendón, ver coronar a mi rey y morir después por mi idolatrada patria!», a la mujer que, con demasiadas pérdidas a cuestas, defiende el voto en contra de los créditos para la guerra: «Si yo pudiera, diría al uno: ¿Ves a esa madre? Tu voto le roba un hijo. A otro: tu voto arranca los ojos a ese pobre desdichado, tu voto entrega a las llamas esa biblioteca preciosa, tu voto abre el cráneo a ese poeta, que tal vez hubiese sido la gloria de su patria. Y tú has dado ese voto para que no te tachasen de cobarde».
Apasionado, intenso y revelador, ¡Abajo las armas! es uno de esos libros que, no importa la edad en que se lea, deja un poso de angustia ante el horror de los combates que Suttner no escatima en narrar en su afán pacifista. Autora de novelas, ensayos y artículos, y de vida tan comprometida como su obra con la causa de la paz, las ideas de Bertha von Suttner no fueron bien recibidas por sus contemporáneos. «Para los círculos políticos conservadores se trataba de la visión de una mujercita, según el principio general de que la guerra no es un tema de mujeres. También se la acusó de traidora a la patria y a la religión». Hasta un joven Rilke se sumaría a la campaña de menosprecio con un poema en el que advierte de que «no existe la deposición de las armas, ¡porque no hay paz sin armas!»
La introducción de Olga García, responsable de esta estupenda edición que nos devuelve una novela imprescindible, moderna en su concepción y utópica en sus objetivos, no sólo nos relata las burlas y humillaciones que tuvo que sufrir Bertha von Suttner, sino también su vida, que comenzó en una familia de la más rancia aristocracia, que nunca la aceptó como una igual. Casada con un barón, en contra de la opinión de su familia política, la pareja dedicaría sus esfuerzos a sobrevivir económicamente, cosa que no les resultó nada fácil, y a escribir contra los excesos bélicos de su tiempo.
La amistad personal de Suttner con Alfred Nobel haría posible la creación de los premios que llevan su nombre, gracias a la insistencia de la autora en que destinara una parte de su fortuna, amasada gracias a un invento tan poco pacifista como la dinamita, al progreso y al entendimiento entre los pueblos.
La vida de Suttner tiene, pues, mucho que ver con la más famosa de sus obras. Una novela que, dividida en seis partes y un epílogo, es precursora de la narrativa antibelicista que surgiría tras la Primera Guerra Mundial y en la que diversos materiales (cartas, diarios, documentos históricos…) se combinan para dibujar el doble escenario de la vida familiar de la condesa Althaus y la descripción sin concesiones de las consecuencias de la guerra.
Aprovechen la oportunidad que la reedición de Cátedra nos brinda de recuperar una novela emocionante, atrevida e innovadora, tan necesaria hoy como cuando fue escrita, hace 125 años.
1 comentario:
Enhorabuena por la edición, un acierto. Es un libro que jamàs se olvida, remueve la conciencia. lo leí a los 17 años, lo releí a los 50 i 60. Ahora que tengo 65 doy conferencias divulgando la vida y obra de Bertha Von Suttner, Es de justicia recordarla y presentarla a quién no la conoce. Compraré esta edición.La mía es de 1915.
Maria - Teresa Rojas Pomar. Terrassa.
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