Ángeles Prieto
Tras una lectura amena, muchas veces trepidante, mi impresión ha sido que esta candidata sempiterna al Nobel, con más cincuenta novelas a sus espaldas, ha regresado con una obra sólida pero menor, resentida todavía por el tremendo esfuerzo que le supuso superar el duelo de su esposo y contarlo. Traumática experiencia que deja sus huellas en esta narración concretamente.
Y es que si el sueño de la razón produce monstruos, el del amor transforma éstos en seres irreales o inauténticos, revestidos de un halo de idealismo que no termina de convencernos. Quizá por ese eterno desajuste entre la literatura y la vida, porque esta última siempre termina por revelarse ante nosotros más intensa, pero también más dolorosa.
Pues con un principio magistral, claro y contundente, la autora nos presenta a los dos protagonistas de esta historia amorosa sin medias tintas: Katya Spivak de dieciséis años y Marcus Kidder, de sesenta y ocho. La primera, un personaje solitario, casi sin historia, sin familia protectora y sin dobleces y el segundo, un elegante caballero idealizado, también aislado y dedicado exclusivamente al arte y la belleza. Entre ellos, como nos podríamos imaginar, una relación muy complicada, dados los escasos temas en común, y que sin embargo va transcurriendo por los sensatos senderos de la realidad (un paga y otra recibe) hasta el mismísimo final, aquel en que el lector se verá extrañamente sorprendido por lo que constituye una parábola sin más sobre el amor y la muerte. Lector que no se podrá explicar este lírico y sorprendente canto de cisne en lo que ha venido a ser, durante todo el volumen, una angustiosa historia donde ha ido mascando, ya desde el principio, una tragedia hostil y sórdida que hubiera sido el final lógico, aquí escamoteado por extrañas razones poéticas.
Las magistrales figuras secundarias de la madre y el joven amante de Katya, sirven asimismo para dibujarnos ese ambiente inhóspito, quizá lo más interesante de a novela, que rodea a los personajes solitarios y que Joyce Carol ha sabido transmitirnos tal vez gracias a esos terribles sentimientos de indefensión que nos invaden en periodos de duelo, especialmente tras un matrimonio de fuertes y profundos lazos como fue el suyo.
En definitiva, una novela muy bien escrita, con ese enorme dominio narrativo que la Oates caracteriza, pero que no convence. Tal vez porque las historias de amor, por muy alejados y distintos que nos parezcan sus actores, son siempre apuestas por la vida, aunque tantas veces terminen con un vodevil o reality show, pero no por la muerte.
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