Santiago Pajares
Irvine Welsh se hizo mundialmente conocido en los noventa con la aparición de su primera novela, Trainspotting, cuya adaptación cinematográfica a cargo de Danny Boyle se convirtió casi en un himno generacional. El famoso monólogo que abre la película, impreso en multitud de posters en todos los idiomas, trata de explicar por qué la gente se droga, frente a todos los libros y películas que tratan de explicar por qué nadie debería drogarse. A Irvine Welsh siempre le ha gustado ir contra corriente. La novela tuvo tanto éxito que no sólo tuvo su continuación (Porno, 2002), sino que la precuela, Skagboys, se espera durante 2012.
El resto de sus novelas, aunque no han tenido la misma repercusión mediática que Trainspotting, han ido ganando una legión de fans seguidores de su prosa realista y curtida. Es conocido también por su prosa inventiva, como en la novela Escoria, donde los pensamientos de la tenia del protagonista se superpone al propio texto del libro.
Ciertos autores son inseparables de su entorno. Irvine Welsh se ha dedicado en multitud de ocasiones a relatar la vida en Edimburgo, sus gentes, sus problemas con las drogas y sus hinchadas de fútbol. Incluso escribe directamente en su dialecto escocés, lo que hace que las traducciones pierdan mucha carga emocional el pos de la comprensión lectora. Este libro se intuye que no es una excepción en ese aspecto.
Como el propio autor explica en el prólogo, la mayoría de los relatos que componen el libro han indo apareciendo con el paso de los años en revistas que ya no se encuentran en circulación. Sólo el último de ellos (y el más extenso), “Miami soy yo” es inédito.
El libro se compone de 8 relatos. Prefiero no enumerar la temática de todos y cada uno, así que comentaré el que menos y el que más me ha gustado, me parece lo más justo.
El que menos, “El incidente Rosewell”: Cuenta la historia de cómo unos extraterrestres adictos a los cigarrillos tratan de imponer a algunos de los jóvenes de la zona como nuevos líderes del planeta tierra. Comandados por el hermano de uno de estos jóvenes, usarán su moderna tecnología y recurrirán a la energía colectiva extraterrestre para alcanzar sus fines. Aunque el tono es jocoso y trata de llevar la narración al delirio, personalmente no me ha llegado.
El que más me ha gustado, con una gran diferencia, ha sido el relato inédito “Miami soy yo”. En esta narración un antiguo maestro recientemente viudo debe acostumbrarse a su nueva vida en Miami con su hijo, su mujer y su nieto. Dedicado a pasear su sombra por las soleadas calles, y tratando de buscar algún tema del que hablar con su nieto, descubre que un famoso Dj que viene a tocar a la ciudad es un antiguo alumnos suyo. Aunque en principio trata de verle para reconducir su vida, la noche que pasa con él, con su novia y sus amigos cambiará su forma de ver las cosas. Música electrónica, drogas y mucho volumen no pueden enmascarar los obvios problemas de todos los personajes. La delicadeza con que está tratada la tristeza del viejo profesor me ha parecido enternecedora, como alguien a cierta edad no puede sino echar en falta tiempos mejores, donde todo le era más comprensible. Y como al darse cuenta de que todos estos cambios sólo le importan a él le hace dudar de a dónde ha ido todo el esfuerzo de años. En cierta manera, es una narración de Welsh desde el otro lado de lo que él suele escribir, más allá de las drogas, la priva y la música electrónica. Un relato auténticamente envidiable. Y es casi un treinta por ciento del libro.
En definitiva, un libro que gustará a los habituales de Irvine Welsh, y descubrirá un poco de su mundo a aquellos que se asomen por primera vez a estas páginas. Esto de los relatos, como los colores, puede llegar a convertirse en una mera cuestión de gustos. Y en general, a mí me gustan.
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