Juan Pablo Heras
A los que detestan a Orwell les gusta decir que 1984 no es más que un plagio de Nosotros, novela escrita por el ruso Evgueni Zamiátin hacia 1920 y que tuvo el triste honor de ser la primera que sufrió la censura del joven régimen soviético. Su aparición en una mala traducción en la Inglaterra de 1924 la injertaría en el tronco de la literatura prospectiva británica, que, partiendo remotamente de Tomás Moro, pasaba por H. G. Wells y por los dos herederos más conspicuos de Zamiátin: Aldous Huxley y, por supuesto, George Orwell.
Pues bien, como yo adoro 1984 y me interesan sumamente las distopías literarias, he corrido a leer la que quizá es la madre de todas ellas —al menos en su hechura moderna—, no sea que estuviera rindiendo a Orwell una pleitesía que le debo a otro. No es difícil encontrar otras ediciones anteriores en español, pero ninguna con la apasionante introducción de Fernando Ángel Moreno que precede a ésta: no sólo por la semblanza biográfica de un personaje tan interesante como Zamiátin (revolucionario, pero inconformista, pero autor de cartas de amor a Stalin como Bulgákov, pero exiliado hasta su muerte) sino por el amplio repaso teórico e histórico que dedica a los mejores títulos vinculados al subgénero de la distopía, no sólo en narrativa, sino también en cine y cómic. Leer este listado, adecuadamente comentado y actualizado, es entrañable para el que ya conoce el género y revelador para el que se inicia en él.
Pero a lo que íbamos: leer Nosotros a la luz de 1984 nos lleva a estar tan seguros de que no se trata de un plagio como de que no hubiera sido posible la segunda sin la primera. Lo que instaura Nosotros sin que Zamiátin lo sospechara es un arquetipo que se iba a repetir en obras tan distantes entre sí como Un mundo feliz, La fuga de Logan o Thx 1138: por un lado, un mundo futuro en el que todo está tan organizado y planificado para evitar el sufrimiento que formalmente podría considerarse utópico; por otro, un personaje inicialmente integrado que empieza a dudar de que las cosas no son como se las habían contado y a plantearse que es legítimo rebelarse, aunque sólo sea porque sabe la discrepancia será perseguida implacablemente. ¿Cuál es entonces la diferencia entre Zamiátin y Orwell? Desde mi punto de vista, la misma que hay entre El hobbit y El señor de los anillos. Me explico: Zamiátin carga su pluma en un tintero cáustico, desde el que satiriza los extremos a los que ve que se dirige el incipiente estado soviético. Muchos personajes, incluido el protagonista, se muestran a veces en situaciones ridículas o risibles: en el personaje de R-13, por ejemplo, que riega a los que escuchan con una lluvia de salivazos, se intuye un retrato en clave de alguno de los intelectuales que prodigaba el nuevo régimen. Es decir, que, como Tolkien (o como Cervantes, si me apuran), Zamiátin se plantea un juego, un divertimento, que casi sin querer va a configurar un nuevo mundo especular capaz de reflejar las contradicciones y amenazas más intensas del tiempo que le tocó vivir. Por eso él mismo consideró esta novela como su obra “más burlona y más seria”. Y Orwell percibirá el inmenso poder de denuncia que se agazapa en Nosotros para volcarlo en su obra maestra, como hizo Tolkien cuando decidió extender los planos de la Tierra Media.
Sucede también que Zamiátin opta por la vía narrativa más difícil cuando se trata de invocar un futuro imaginado: anotaciones de un diario en primera persona. Si Orwell, como otros, se procuraron un narrador omnisciente que les permitiera explicar con detalle las peculiaridades del mundo futuro proyectado en la novela, Zamiátin, preso de su propia convención, se ve obligado a buscar una premisa que justifique que el protagonista, D-503, necesite explicar por escrito lo que para él es corriente y natural. Por eso, el diario resulta no ser al principio un desahogo personal, sino una especie de manual de instrucciones de la Tierra para los habitantes de otros planetas que los terrícolas se disponen a visitar. Para ello, Zamiátin debe construir no sólo un mundo, sino un yo condicionado absolutamente por éste. La dificultad de esta opción radica en crear un narrador con la humanidad suficiente para el que el lector pueda identificarse con él y que a la vez acepte como naturales aspectos de una sociedad que pueden parecernos repugnantes o terroríficos. El resultado es unas veces estremecedor de tan creíble y otras tremendamente ingenuo, en todo caso muy alejado del cinismo de superviviente con el que Orwell caracteriza a su héroe. Tal construcción del personaje emparenta a Zamiátin con Voltaire, en la medida en que D-503 viene a ser un nuevo Cándido que no logra percibir los disparates de un mundo que le han presentado como perfecto.
Además de su valor mayúsculo como origen de toda una tradición, Nosotros es todavía una lectura apasionante. A veces, hay cierta espesura impenetrable en la adjetivación y en las imágenes, probablemente por la influencia simbolista que señala Fernando Ángel Moreno en la introducción. Pero finalmente se impone la peripecia de un hombre que descubre tarde la diferencia entre la realidad y el deseo. Y allí todos nos encontraremos reflejados.
3 comentarios:
Uf, qué ganas de leerla! La tengo en casa desde hace tiempo y tu entrada me ha terminado de animar. Un saludo,
Acabo de leerla y me ha parecido una novela descomunal, incluso me atrevería a decir que superior a "1984" de Orwell (que es una obra que adoro). Por lo demás totalmente de acuerdo con esa afirmación que haces en la comparativa: "nos lleva a estar tan seguros de que no se trata de un plagio como de que no hubiera sido posible la segunda sin la primera".
Zamiatin construye ese mundo y el yo condicionado del mismo modo que D-503 construye la nave Integral, puede que ambos con el secreto deseo (digamos que hasta involuntario o inintencionado)de escapar del totalitarismo globalizado. Por ponerle una pequeña pega, quizá Zamiatin abuse de los puntos suspensivos... claro que puedo entender que fuera un desesperado intento de esquivar la censura, algo que lamentablemente no consiguió...
Una Obra Maestra no solo de la Ciencia Ficción sino de la Historia de la Literatura. Saludos.-
Hombre, a mí me gustan las dos y sin embargo creo que Orwell cogió casi todo de Zamiatin. No digo que sea un plagio, pero sí que mucho de 1984 es Nosotros, eso sí, treinta años después. Me parece arriesgada la afirmación de que a quien no le guste 1984 la acusa de plagio... No hombre. A mí me gustan las dos, pero... si que es cierto que... (y aquí pegaría tu propio artículo).
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