Baile del Sol, Tenerife, 2016, 70 pp. 10 €
José Miguel López-Astilleros
Es muy frecuente escuchar a escritores que viajan, que no viajeros, denigrar el turismo (¡Qué lejos quedan escritores viajeros como Patrick Leigh Fermor o Bruce Chatwin, que vivían y escribían en movimiento!). Dicho juicio es aceptado por una parte de la intelectualidad de un modo acrítico. Esta es la gran originalidad del libro, que puede entenderse como una defensa del turismo, porque en opinión del autor tanto el turista como el viajero (Ambos son «seres en fuga, cada uno en la medida de sus posibilidades») buscan «lo diferente», tesis que matiza añadiendo que la mayor diferencia estriba en «el viaje a la pobreza» allá donde se encuentre, por gozar esta de una desgarrada sinceridad de la que carece la riqueza, que se torna falsa desde el mismo momento de adquirir tal condición. Otro argumento que demuestra que el viajero se ha convertido en turista consiste en aducir que el camino hacia el destino, parte fundamental del concepto clásico de viaje, ahora lo pasamos en el asiento de un avión, que en cuestión de horas nos acerca a cualquier parte del planeta. Por esta razón quizás no sea descabellado comenzar la lectura por el último artículo, en el cual pone las bases sobre las que construye su selección y observación, auque donde está situado oficia de conclusión inductiva.
El género al que pertenecen estas catorce piezas, aparte la ya comentada, está entre la crónica de viajes y la estampa. Fueron publicadas en distintos medios de comunicación, pero reunidas constituyen los gozosos y amenos ejemplos que confirman la tesis señalada. Todos están basados en los viajes realizados por el autor a la India, Bali, Nepal, Turquía, Nueva York, Venecia, París, Egipto, Marruecos y, de manera vicaria de la mano de Pierre Loti, a Angkor.
El punto de vista, pues, no deja nunca de ser el de un turista en busca de la diferencia, que cobra toda su intensidad al haber convertido su experiencia personal en arte a través de la literatura, alejándose diametralmente de lo que sería una guía de viajes. A ello contribuyen las vivaces descripciones de paisajes geográficos, urbanos y de seres humanos, donde los dos primeros sirven de escenario sobre el que se asientan los distintos personajes que se va encontrando a lo largo del camino, viejos, niños mendigos, vagabundos, etc., a quienes dedica una particular atención, porque en esta ocasión predomina la búsqueda de lo verdadero por encima de la belleza y lo tópico.
Otra de las virtudes de estos textos consiste en que sin escatimar referencias artísticas y literarias, la erudición nunca llega a asfixiar, como sucede en algunos artículos del gran Cunqueiro. Esto, unido a un estilo claro, muy gráfico (Al cementerio turco de Eyüp lo describe como «un sotobosque epigráfico que se derrama, ladera abajo, hasta la urbe.» y en ocasiones poético, hace que pueda ser disfrutado por todo tipo de lectores. Sin embargo, no renuncia a sugerir reflexiones profundas. A las ya señaladas hay que añadir la que surge cuando narra que en cada lugar compra como cualquier turista una lámina, grabado, fotografía o papiro, cuyas reproducciones encabezan los artículos, y que de modo breve su razonamiento sobre el significado de las mismas nos lleva a pensar acerca de la representación y sus falsedades, la realidad y la ficción. En otras ocasiones la reflexión sobreviene al plantear un interrogante que pudiera entenderse como opuesto al planteamiento sostenido; así en el viaje a Nueva York asume el pensamiento sobre tal ciudad mantenido por Federico García Lorca, Juan Ramón Jiménez o Paul Auster, para hacia el final preguntarse «¿Vivir sin raíces, sin mitología común, puede ser una oportunidad para ser libre?»
Últimos viajes a la diferencia es un libro de viajes que rompe con los tópicos al uso para ofrecer un concepto más contemporáneo, acercándose a quienes Bruno Marcos llama «los turistas felices», que somos casi todos los que tenemos el privilegio de viajar. Bienvenido sea este libro defensor sin complejos del turismo que ha permitido a amplias capas de la población acercarse al mundo, práctica reservada a unos pocos hasta el boom experimentado entre 1950 y 1970, por mucho que haya ingentes aspectos que mejorar en su desarrollo. Pero ante todo y sobre todo este libro es un itinerario al que el autor aplica su mirada de escritor y lo transforma en buena literatura.
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